En los últimos años de su vida, Santiago Ramón y Cajal escribió un pequeño breviario como tratado del saber vivir para uso de las generaciones provectas. Para ese tiempo su obra, incluidas sus memorias, estaba hecha y empleaba el día en visitar su laboratorio donde investigadores más jóvenes se cohibían cuando él llegaba, por eso decidió divertirse escribiendo de todo lo divino y lo humano.
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La obra se titula "El Mundo visto a los Ochenta Años" y su escritura le duró hasta su muerte. No habla de su trabajo y aficiones sino de su visión del mundo, y algunas de esas opiniones están envueltas en la doctrina que muchos sabios e intelectuales españoles practicaban en aquel momento, es decir "El Regeneracionismo".
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Junto a un montón de ideas prácticas e inteligentes subyace un cierto prejuicio hacia nuestra historia y eso a pesar, o quizá por ello, de su tremendo patriotismo y su orgullo por haber servido en el ejército español.
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Y eso que ensalza los temibles tiempos de las guerras contra los franceses, los carlistas y la expansión africana. No, no es factible denostar el esfuerzo realizado en los siglos XVI y XVII, a pesar de que la tarea realizada sobrepasara nuestras fuerzas, no es factible situar ahí el retraso de nuestra ciencia y economía, y no lo es porque en las naciones competidoras las cosas no estaban mucho mejor.
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En esa época la tierra estaba mayoritariamente en manos de la nobleza y la Iglesia, con latifundios en el sur pero cantidades ingentes de brazos emigraban a Andalucía y en Sevilla existía algo tan increíble en ese tiempo como la sopa boba. El retraso de España se produce precisamente tras la invasión napoleónica y como el tiempo ha demostrado es recuperable, la prueba es el propio Ramón y Cajal. El desarrollo llega de modo diferido a los distintos lugares y España estaba mejor que extensas regiones del este y sur de Europa.
A cambio del capital humano invertido en América tenemos un continente español hablante que permite una comunidad cultural despertadora de admiración y envidia. España es el segundo país inversor en ese joven continente y si no fuera por la acción política del enemigo, que impide la unidad perdida del continente, no sé qué sería. Tenemos una hispanofonía de verdad, no como la francofonía de África y la anglofonía de la India donde esas lenguas lo son de cultura y no las maternas.
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La obra se titula "El Mundo visto a los Ochenta Años" y su escritura le duró hasta su muerte. No habla de su trabajo y aficiones sino de su visión del mundo, y algunas de esas opiniones están envueltas en la doctrina que muchos sabios e intelectuales españoles practicaban en aquel momento, es decir "El Regeneracionismo".
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Junto a un montón de ideas prácticas e inteligentes subyace un cierto prejuicio hacia nuestra historia y eso a pesar, o quizá por ello, de su tremendo patriotismo y su orgullo por haber servido en el ejército español.
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Y eso que ensalza los temibles tiempos de las guerras contra los franceses, los carlistas y la expansión africana. No, no es factible denostar el esfuerzo realizado en los siglos XVI y XVII, a pesar de que la tarea realizada sobrepasara nuestras fuerzas, no es factible situar ahí el retraso de nuestra ciencia y economía, y no lo es porque en las naciones competidoras las cosas no estaban mucho mejor.
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En esa época la tierra estaba mayoritariamente en manos de la nobleza y la Iglesia, con latifundios en el sur pero cantidades ingentes de brazos emigraban a Andalucía y en Sevilla existía algo tan increíble en ese tiempo como la sopa boba. El retraso de España se produce precisamente tras la invasión napoleónica y como el tiempo ha demostrado es recuperable, la prueba es el propio Ramón y Cajal. El desarrollo llega de modo diferido a los distintos lugares y España estaba mejor que extensas regiones del este y sur de Europa.
A cambio del capital humano invertido en América tenemos un continente español hablante que permite una comunidad cultural despertadora de admiración y envidia. España es el segundo país inversor en ese joven continente y si no fuera por la acción política del enemigo, que impide la unidad perdida del continente, no sé qué sería. Tenemos una hispanofonía de verdad, no como la francofonía de África y la anglofonía de la India donde esas lenguas lo son de cultura y no las maternas.
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