Desde hace 100.000 años que existe la especie humana moderna en el planeta, aproximadamente 80.000 vivió sin poseer lengua alguna, salvo gestos toscos y gruñidos. El hombre no sabía que su cerebro poseía un centro del lenguaje y que su estructura le permitía hablar; lo descubrió tarde, hace escasos 20.000 años, cuando los lenguajes surgieron en toda su complejidad, extendiéndose en la humanidad; a partir de ahí la historia nos ha llevado a una continua simplificación y a una reducción del número de lenguas hasta llegar a la reciente época de la normalización y la consiguiente creación de idiomas normalizados. En época de Trajano con 270 millones de
habitantes, el mundo era más diverso étnica y lingüísticamente.
El proceso de normalización pasa por la aparición de un corpus de escritores y poetas cultos, posteriormente las normas se codifican en gramáticas y diccionarios, se dictan normas ortográficas y finalmente aparece la escuela, los medios de comunicación y las lenguas oficiales. Las diferentes hablas, muchas de ellas simplemente comarcales, se unifican, las modalidades regionales se normalizan en dialectos y ya es posible dirigirse a la Administración o vivir en el trabajo según la lengua del Imperio. Los procesos de normalización son largos y no todas las lenguas recorren los tramos; sin embargo, gracias a las gramáticas y diccionarios, a los alfabetos fonéticos y grabaciones se pueden estudiar las lenguas desaparecidas.
No es necesario revivir lenguas muertas por mero deseo de estudio o amor a ésta o aquélla si no hay deseo de preservación por parte de una población; las lenguas son códigos de comunicación y por encima de ellas está la libertad de las personas; hablar de derechos de las lenguas o de los pueblos superando la libertad de las personas es un impulso totalitario y ridículo. No hay que confundir biodiversidad: deseo de preservar especies vivas, legado a nuestros hijos, con diversidad cultural: códigos que sólo dependen del interés de los usuarios.
No hay lenguas superiores unas de otras, en todas es posible hacer filosofía y ciencia aunque las oficiales tienen la ventaja de haberse visto obligadas a crear las palabras y perífrasis necesarias. Hay que saber que la normalizacion llegó obligada por la industrialización y la Administración, siendo que las lenguas regionales más tardíamente normalizadas requirierón del impulso romántico de unas burguesías cultas y politizadas, educadas en la lengua oficial. La imposición de las lenguas se hace siempre por motivos políticos y de utilidad aunque los tipos de políticas y utilidades puedan cambiar.
El caso del vascuence es paradigmático; es una lengua regional, no oficial hasta tiempo reciente y por tanto no pasó de las etapas iniciales de la normalización hasta la actualidad. El padre del idioma es Resurrección María Azcue quien ocupó una catedra dotada por el Rey de España Alfonso XIII; otros continuaron con la labor destacando el lingüista Koldo Michelena, las etapas últimas de la normalización se han desarrollado al crearse la Comunidad Autónoma Vasca con el vascuence como lengua cooficial y vehicular en la enseñanza. Aun así, en campos audiovisuales e industriales, el vascuence compite mal con la antigua lengua oficial: el castellano.
La utilización política de la lengua con actuaciones tales como la inmersión lingüística es un atentado a la libertad y como dicen los expertos, y es de sentido común, una mala opción didáctica. Se da la paradoja de que es posible estudiar en español en Alemania o Brasil y no es posible en Cataluña o la CAV lo que es un auténtico atentado fascista.
Interesante página web a este propósito y otros:
https://plazamoyua.com/category/maldito-vascuence/
El proceso de normalización pasa por la aparición de un corpus de escritores y poetas cultos, posteriormente las normas se codifican en gramáticas y diccionarios, se dictan normas ortográficas y finalmente aparece la escuela, los medios de comunicación y las lenguas oficiales. Las diferentes hablas, muchas de ellas simplemente comarcales, se unifican, las modalidades regionales se normalizan en dialectos y ya es posible dirigirse a la Administración o vivir en el trabajo según la lengua del Imperio. Los procesos de normalización son largos y no todas las lenguas recorren los tramos; sin embargo, gracias a las gramáticas y diccionarios, a los alfabetos fonéticos y grabaciones se pueden estudiar las lenguas desaparecidas.
No es necesario revivir lenguas muertas por mero deseo de estudio o amor a ésta o aquélla si no hay deseo de preservación por parte de una población; las lenguas son códigos de comunicación y por encima de ellas está la libertad de las personas; hablar de derechos de las lenguas o de los pueblos superando la libertad de las personas es un impulso totalitario y ridículo. No hay que confundir biodiversidad: deseo de preservar especies vivas, legado a nuestros hijos, con diversidad cultural: códigos que sólo dependen del interés de los usuarios.
No hay lenguas superiores unas de otras, en todas es posible hacer filosofía y ciencia aunque las oficiales tienen la ventaja de haberse visto obligadas a crear las palabras y perífrasis necesarias. Hay que saber que la normalizacion llegó obligada por la industrialización y la Administración, siendo que las lenguas regionales más tardíamente normalizadas requirierón del impulso romántico de unas burguesías cultas y politizadas, educadas en la lengua oficial. La imposición de las lenguas se hace siempre por motivos políticos y de utilidad aunque los tipos de políticas y utilidades puedan cambiar.
El caso del vascuence es paradigmático; es una lengua regional, no oficial hasta tiempo reciente y por tanto no pasó de las etapas iniciales de la normalización hasta la actualidad. El padre del idioma es Resurrección María Azcue quien ocupó una catedra dotada por el Rey de España Alfonso XIII; otros continuaron con la labor destacando el lingüista Koldo Michelena, las etapas últimas de la normalización se han desarrollado al crearse la Comunidad Autónoma Vasca con el vascuence como lengua cooficial y vehicular en la enseñanza. Aun así, en campos audiovisuales e industriales, el vascuence compite mal con la antigua lengua oficial: el castellano.
La utilización política de la lengua con actuaciones tales como la inmersión lingüística es un atentado a la libertad y como dicen los expertos, y es de sentido común, una mala opción didáctica. Se da la paradoja de que es posible estudiar en español en Alemania o Brasil y no es posible en Cataluña o la CAV lo que es un auténtico atentado fascista.
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