Existen fechas señaladas en los libros de historia que han sido decididas por los historiadores actuales como por ejemplo la fecha de la caída del Imperio Romano, el 476 d.c., muchos estudiantes conocen esta fecha pero para los que vivieron el acontecimiento no revistió importancia alguna.
Por aquellos tiempos, los emperadores eran depuestos uno detrás de otro y si los historiadores actuales decidieron esa fecha fue porque el depuesto se llamaba Rómulo como el mítico fundador de Roma y porque al bárbaro que lo depuso, Odoacro, se le ocurrió enviar las enseñas imperiales y senatoriales al emperador romano oriental que se apresuró a nombrar un nuevo emperador occidental títere. Esa fecha divide nada menos que la Edad Antigua de la Edad Media pero quienes vivieron el acontecimiento probablemente ni siquiera se enteraron; estaban preocupados por las guerras, las pestes y las hambres.
El atentado del 11 de marzo de 2004 en Madrid no será otra cosa que una nota a pie de página en los libros; un atentado más de los muchos que jalonan la guerra contra el terror tanto en Occidente como en España. Atentados islamistas y de ETA; en Europa, América o en Irak. Pero para quienes lo vivimos, en España, hubo un antes y un después. La historia dio, para nosotros, un vuelco; la transición política, que mal que bien había evolucionado hacia el régimen de la Segunda Restauración, entró en crisis y cuando un presidente electo e investido se negó a condenar un hecho delictivo en la comisión de investigación del 11M, todos nos dimos cuenta de que algo en el régimen se había roto.
A partir de ahí, los partidos mayoritarios se distanciaron, fueron incapaces de crear otra realidad, el suelo de Rawls se rompió y poco a poco el sistema se fue descomponiendo como pudimos ver con la llamada Ley de Memoria Histórica y toda la legislación transversal y unilateral de Zapatero.
El cúmulo de operaciones que la oposición, el PSOE, montó en los días siguientes al atentado, el relato de que el gobierno del PP mintió y la idea de que el atentado era consecuencia de la intervención de España en la guerra de Irak desató una operación de acoso y derribo político. Pero la realidad es que España no participó en la guerra, que una gran cantidad de pruebas del atentado fueron falsas o estaban manipuladas y que la culpa del ministro Acebes no fue por mentir sino por perder los nervios.
Unas semanas más tarde, los presuntos autores se inmolaron en un piso de Leganés, todos salvo uno que bajó a tirar la basura y al ver a la policía desapareció. Uno de los muertos llevaba los pantalones al revés y parece ser que avisaron para que no hubiera víctimas civiles.
La sentencia del juicio en 2008 deja en blanco la autoría intelectual, no conocemos gran parte del modus operandi, no queda claro qué material estalló en los trenes y por las fechas parece que se intentó influir en el resultado de las elecciones que se celebraron a los tres días, pero no sabemos si era para que perdiera o ganara el PP. Cuando se analiza el resultado del gobierno Rajoy, siete años después, no se comprende el esfuerzo del atentado pues no se torció ni un ápice la deriva de España iniciada por Zapatero, no se cambió nada de la agenda transversal.
Han transcurrido veinte años desde el atentado y no sabemos nada.
https://esradio.libertaddigital.com/fonoteca/2023-03-11/editorial-de-luis-del-pino-19-aniversario-de-los-atentados-del-11-m-6994848.html
https://cesarvidal.com/la-voz/editorial/editorial-11-m-in-memoriam-13-03-23