El nacionalismo surge en el momento de la conversión del Estado Moderno en el Estado Nacional; se procede a encuadrar a la población en la defensa del Estado, poniendo en marcha una ideología que la justifique. Junto al nacionalismo estatal, por parte de élites regionales o influencia extranjera para obtener influencia política, se siembra la ideología nacionalista de los nacionalismos periféricos, también en España.
La justificación del nacionalismo periférico se asienta en una interpretación grosera de la Historia, creando una continuidad ficticia y metafísica entre las antiguas tribus prerromanas, parecidas a las tribus indias de América, asimilándolas a categorías políticas actuales, como si esas tribus que defendían sus linajes y territorios funcionasen como los Estados Nación. Este fenómeno político moderno es propio de Europa occidental pero, ante la hegemonía de Occidente, se va a exportar a todo el mundo más o menos civilizado, Europa oriental, Asia y hasta en África, y desde luego en las colonias europeas de América y del mundo tras la descolonización.
Otra de las manías del nacionalismo consiste en dotar al mundo medieval en Europa occidental, y al equivalente en el resto del mundo, de unas categorías políticas propias de los tiempos modernos; fenómenos que se manifiestan en las doctrinas de Rousseau y en la extensión de las doctrinas de la Revolución Francesa se aplican a los habitantes de las ciudades del medievo. Se justifican en los derechos civiles forales que van a sobrevivir a las guerras napoleónicas desde más allá de 1478, durante la fase de la construcción nacional europea, en los Estados Modernos como si fuesen códigos constitucionales, lo que demuestra ignorancia de la Historia y el Derecho; los fueros no son otra cosa que residuos de un derecho subjetivo fundamentalmente civil.
Otro de los mitos nacionalistas consiste en identificar las lenguas regionales con el espíritu de la nación, así como identificar linajes con "razas" y naciones. En los comienzos del Estado Moderno, la lengua oficial del Estado era la de las élites aristocráticas frente a la lengua regional propia de los campesinos, pero con el tiempo, tras la revolución industrial y la extensión de la clase media, surgirán estudiosos apologistas y defensores de las lenguas regionales que serán normalizadas y convertidas en idiomas, muchas veces casi inventados.
Así un filólogo holandés que acompañaba a Napoleón vaticinó la desaparición del vascuence en 80 años y, sin embargo, ésta no se produjo; la Iglesia protegió a las lenguas regionales como un bastión contra la revolución; la Iglesia pasó de factor principal de destrucción de esas lenguas, frente al latín y las romances, cuando le convino a su defensora cuando cambió la conveniencia.
La mitología del racismo es otra de las características del nacionalismo; salvo en algunas épocas de cierto aislamiento, en Europa no hay más que mezcla de pueblos y linajes, permaneciendo determinados rasgos físicos en las familias en algunos lugares; a eso lo llaman razas.
Tras las dos guerras mundiales asistimos a la decadencia del Estado Nación como poder soberano frente a las múltiples realidades supranacionales; sin embargo, la idea del nacionalismo se extenderá con la descolonización y en Europa el componente racista se esconderá en la lengua y la cultura, en la etnia. En España, la crisis de la pérdida de las colonias entre 1822 y 1898 generará una anómala evolución del Estado Nación español desde el punto de vista psicológico, que se arrastra desde el final de la Restauración hasta el Franquismo y la Transición, sin ser solventado por la República, una ocasión perdida.
El papel que juega el nacionalismo periférico en el Estado Español, contra la idea de nación española, se justifica como defensor de castas; primero los grandes empresarios vascos y catalanes en el proteccionismo, posteriormente la defensa de las clases medias y, ahora que sólo se defiende a sí mismo, a sus propios militantes y clientes.
La imposibilidad del derecho de autodeterminación como tal derecho, que se asume sólo para la descolonización, disputa entre Estados o riesgos de genocidio; sin embargo, se pretende como derecho inalienable, sin querer entender que en ese supuesto desaparecería por reducción al absurdo el orden político mundial. Allí donde por razón de descolonización, la Unión India, las cosas se han hecho más o menos bien, la autodeterminación ha sido el resultado de un Congreso Nacional y no de un referéndum sujeto a todos los defectos que estos tienen; no se puede encomendar la historia al estado anímico de un domingo cualquiera en un acto irreversible.
El nacionalismo pervive en la crisis del Estado Nación gracias a las ideologías woke de triunfo de los sentimientos sobre la realidad, de las identidades. Esto favorece la extensión de los poderes globales escondidos bajo su señuelo.
Mi diagnóstico es que el nacionalismo periférico, en España, siempre mantendrá un canal de comunicación con el Estado español, pues su razón de ser es la tensión de enfrentamiento; todas las castas políticas, incluidas las nacionalistas, necesitan de ese Estado política, social y económicamente.
Como decía el moribundo, todo es mentira y en los nacionalismos periféricos españoles más.
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