Normalmente los autores de género no suelen ser elevados a los altares por las revistas literarias y esto ocurre también en los certámenes cinematográficos. Lovecraft tiene la característica de ser un autor de "terror" y eso es aun peor, démonos cuenta que se pueden escribir libros eróticos que no eroticen o libros de humor que no hagan reír, incluso es posible que haya relatos de aventuras que aburran pero que terrible es que se escriban historias de terror y hagan reír.
Sin embargo, este autor describió un universo terrorífico entrando en las entrañas de nuestros miedos y todavía hoy está en el altar inspirador de los autores de terror. Actualmente el desprecio por estos géneros obliga a realizar los certámenes de terror, ciencia ficción y fantasía a la vez en todo el mundo, en España en Sitges y Gijón fundamentalmente, son géneros íntimamente ligados, ya decía Arthur C. Clarke que la ciencia suficientemente avanzada, para quienes la ignoran, es magia.
Nacido en Providence, Rhode Island fue hijo único varón, huérfano de padre que murió por problemas neurológicos y sobreprotegido por su madre, y sus tías, que sin embargo no era muy afectuosa. Intentó desarrollar una carrera como astrónomo siendo muy aficionado a la física y la química, muchos conceptos paradójicos de la ciencia moderna tienen cabida en sus escritos; creó un mundo misterioso de terror cósmico inspirado por los relatos de los marinos y por sus ensoñaciones de los pantanos del sur, donde nunca estuvo, aunque si hizo un viaje a Florida.
Gran parte de sus ensoñaciones estaban motivadas por sus lecturas de los clásicos y de la mitología que encontró en la biblioteca de su padre y de su abuelo quien sostuvo a la familia a la muerte del primero. Por parte de madre pertenecía a la más rancia aristocracia yankee. Los relatos y novelas de Lovecraft, aunque ubicados en los límites de la
mitología y la fantasía visionaria, son verosímiles, pues a pesar del instinto
macabro del autor, una prosa detallista, persuasiva y lenta va organizando un
pequeño mundo autosuficiente y creíble, incluso posesivo para muchos lectores.
Tras casarse residió temporalmente en Nueva York pero muy pronto y tras divorciarse regresó a Nueva Inglaterra. Desde su estancia en Nueva York, Lovecraft continuó intercambiando correspondencia con autores como Robert E. Howard, Robert Bloch, Clark Ashton Smith o August Derleth, para quienes trabajó como escritor fantasma con algunos de ellos formando lo que se denominó, posteriormente, el Círculo de Lovecraft.
Howard Lovecraft murió de cáncer intestinal en el hospital Jane Brown Memorial, de Providence
el 15 de marzo de 1937 en la pobreza y el anonimato. Fue enterrado tres
días después en el panteón de su abuelo Phillips en el cementerio de
Swan Point.
La emoción más
antigua y más intensa de la humanidad es el miedo, y el más antiguo y
más intenso de los miedos es el miedo a lo desconocido. Contra el relato
de horror sobrenatural como género literario, se disparan todos los
dardos del raciocinio sofístico materialista que se aferra a emociones
frecuentemente experimentadas y a sucesos externos, y los de un
idealismo ingenuamente insípido que desdeña el móvil estético y reclama
una literatura didáctica que "eleve" al lector hacia un grado
conveniente de optimismo bobalicón.
El
alcance de lo espectral y lo macabro suele ser por lo general bastante
limitado, ya que exige del lector cierto grado de imaginación y
fantasía, una determinada capacidad de evasión de la vida cotidiana; y
son relativamente pocos los que pueden liberarse lo suficiente del
encantamiento de la rutina diaria para corresponder a las llamadas del
más allá. Pero los que tienen sensibilidad están siempre de nuestra
parte, y a veces un extraño haz de fantasía inunda algún rincón oscuro
de la cabeza más rigurosa; por tanto, ninguna racionalización, reforma o
psicoanálisis freudiano puede anular por completo el estremecimiento
que produce un susurro en el rincón de la chimenea o en el bosque
solitario. Interviene aquí una pauta o tradición psicológica tan real y
tan hondamente arraigada en la experiencia mental como cualquier otra
pauta o tradición humanas, coetánea del sentimiento religioso,
estrechamente relacionada con muchos de sus aspectos, y tan
tremendamente inserta en nuestra herencia biológica más íntima, que es
imposible que pierda su tremenda fuerza sobre una importante -aunque no
numéricamente grande- minoría de nuestra especie.
La razón por la cual escribo cuentos
fantásticos es porque me producen una satisfacción personal y me acercan
a la vaga, escurridiza, fragmentaria sensación de lo maravilloso, de lo
bello y de las visiones que me llenan con ciertas perspectivas
(escenas, arquitecturas, paisajes, atmósfera, etc.), ideas, ocurrencias e
imágenes. Mi predilección por los relatos sobrenaturales se debe a que
encajan perfectamente con mis inclinaciones personales; uno de mis
anhelos más fuertes es el de lograr la suspensión o violación momentánea
de las irritantes limitaciones del tiempo, del espacio y de las leyes
naturales que nos rigen y frustran nuestros deseos de indagar en las
infinitas regiones del cosmos, que por ahora se hallan más allá de
nuestro alcance, más allá de nuestro punto de vista. Estos cuentos
tratan de incrementar la sensación de miedo, ya que el miedo es nuestra
más fuerte y profunda emoción y una de las que mejor se presta a
desafiar los cánones de las leyes naturales.
El terror y lo desconocido están siempre
relacionados, tan íntimamente unidos que es difícil crear una imagen
convincente de la destrucción de las leyes naturales, de la alienación
cósmica y de las presencias exteriores sin hacer énfasis en el
sentimiento de miedo y horror. La razón por la cual el factor tiempo
juega un papel tan importante en muchos de mis cuentos es debida a que
es un elemento que vive en mi cerebro y al que considero como la cosa
más profunda, dramática y terrible del universo. El conflicto con el
tiempo es el tema más poderoso y prolífico de toda expresión humana.
Mi forma personal de escribir un cuento es
evidentemente una manera particular de expresarme; quizá un poco
limitada, pero tan antigua y permanente como la literatura en sí misma.
Siempre existirá un número determinado de personas que tenga gran
curiosidad por el desconocido espacio exterior, y un deseo ardiente por
escapar de la morada-prisión de lo conocido y lo real, para deambular
por las regiones encantadas llenas de aventuras y posibilidades
infinitas a las que sólo los sueños pueden acercarse: las profundidades
de los bosques añosos, la maravilla de fantásticas torres y las
llameantes y asombrosas puestas de sol. Entre esta clase de personas
apasionadas por los cuentos fantásticos se encuentran los grandes
maestros -Poe, Dunsany, Arthur Machen, M.R. James, Algernon Blackwood,
Walter de la Mare; verdaderos clásicos- e insignificantes aficionados,
como yo mismo.
Sólo hay una forma de escribir un relato
tal y como yo lo hago. Cada uno de mis cuentos tiene una trama
diferente. Una o dos veces he escrito un sueño literalmente, pero por lo
general me inspiro en un paisaje, idea o imagen que deseo expresar, y
busco en mi cerebro una vía adecuada de crear una cadena de
acontecimientos dramáticos capaces de ser expresados en términos
concretos. Intento crear una lista mental de las situaciones mejor
adaptadas al paisaje, idea o imagen, y luego comienzo a conjeturar con
las situaciones lógicas que pueden ser motivadas por la forma, imagen o
idea elegida.
Mi actual proceso de composición es tan
variable como la elección del tema o el desarrollo de la historia; pero
si la estructura de mis cuentos fuese analizada, es posible que pudiesen
descubrirse ciertas reglas que a continuación enumero: 1) Preparar una
sinopsis o escenario de acontecimientos en orden de su aparición, no en
el de la narración. Describir con vigor los hechos como para hacer
creíbles los incidentes que van a tener lugar. Los detalles, comentarios
y descripciones son de gran importancia en este boceto inicial. 2)
Preparar una segunda sinopsis o escenario de acontecimientos; esta vez
en el orden de su narración, con descripciones detalladas y amplias, y
con anotaciones a un posible cambio de perspectiva o a un incremento del
clímax. Cambiar la sinopsis inicial si fuera necesario, siempre y
cuando se logre un mayor interés dramático. Interpolar o suprimir
incidentes donde se requiera, sin ceñirse a la idea original aunque el
resultado sea una historia completamente diferente a la que se pensó en
un principio. Permitir adiciones y alteraciones siempre y cuando estén
lo suficientemente relacionadas con la formulación de los
acontecimientos. 3) Escribir la historia rápidamente y con fluidez, sin
ser demasiado crítico, siguiendo el punto 2, es decir, de acuerdo al
orden narrativo en la sinopsis. Cambiar los incidentes o el argumento
siempre que el desarrollo del proceso tienda a tal cambio, sin dejarse
influir por el boceto previo. Si el desarrollo de la historia revela
nuevos efectos dramáticos, añadir todo lo que pueda ser positivo,
repasando y reconciliando todas y cada una de las adiciones del nuevo
plan. Insertar o suprimir todo aquello que sea necesario o aconsejable;
probar con diferentes comienzos y diferentes finales, hasta encontrar el
que más se adapte al argumento. Asegurarse de que ensamblan todas las
partes de la historia desde el comienzo hasta el final del relato.
Corregir toda posible superficialidad -palabras, párrafos, incluso
episodios completos- conservando el orden preestablecido. 4) Revisar por
completo el texto, poniendo especial atención en el vocabulario,
sintaxis, ritmo de la prosa, proporción de las partes, sutilezas del
tono, gracia e interés de las composiciones (de escena a escena, de una
acción lenta a otra rápida, de un acontecimiento que tenga que ver con
el tiempo, etc.), la efectividad del comienzo, del final, del clímax, el
suspenso y el interés dramático, la captación de la atmósfera y otros
elementos diversos. 5) Preparar una copia esmerada a máquina, sin
vacilar por ello en acometer una revisión final allí donde sea
necesario. El primero de estos puntos es por lo general una mera idea
mental, una puesta en escena de condiciones y acontecimientos que rondan
en nuestra cabeza, jamás puestas sobre papel hasta que preparo una
detallada sinopsis de estos acontecimientos en orden a su narración. De
forma que a veces comienzo el bosquejo antes de saber cómo voy más tarde
a desarrollarlo.
Considero cuatro tipos diferentes de
cuentos sobrenaturales: uno expresa una aptitud o sentimiento, otro un
concepto plástico, un tercer tipo comunica una situación general,
condición, leyenda o concepto intelectual, y un cuarto muestra una
imagen definitiva o una situación específica de índole dramática. Por
otra parte, las historias fantásticas pueden estar clasificadas en dos
amplias categorías: aquellas en las que lo maravilloso o terrible está
relacionado con algún tipo de condición o fenómeno, y aquéllas en las
que esto concierne a la acción del personaje con un suceso o fenómeno
grotesco.
Cada relato fantástico -hablando en
particular de los cuentos de miedo- puede desarrollar cinco elementos
críticos: a) lo que sirve de núcleo a un horror o anormalidad
(condición, entidad, etc.); b) efectos o desarrollos típicos del horror;
c) el modo de la manifestación de ese horror; d) la forma de reaccionar
ante ese horror; e) los efectos específicos del horror en relación a lo
condiciones dadas.
Al escribir un cuento sobrenatural,
siempre pongo especial atención en la forma de crear una atmósfera
idónea, aplicando el énfasis necesario en el momento adecuado. Nadie
puede, excepto en las revistas populares, presentar un fenómeno
imposible, improbable o inconcebible como si fuera una narración de
actos objetivos. Los cuentos sobre eventos extraordinarios tienen
ciertas complejidades que deben ser superadas para lograr su
credibilidad y esto sólo puede conseguirse tratando el tema con
cuidadoso realismo, excepto a la hora de abordar el hecho sobrenatural.
Este elemento fantástico debe causar impresión y hay que poner gran
cuidado en la construcción emocional; su aparición apenas debe sentirse,
pero tiene que notarse. Si fuese la esencia primordial del cuento,
eclipsaría todos los demás caracteres y acontecimientos, los cuales
deben ser consistentes y naturales, excepto cuando se refieren al hecho
extraordinario. Los acontecimientos espectrales deben ser narrados con
la misma emoción con la que se narraría un suceso extraño en la vida
real. Nunca debe darse por supuesto este suceso sobrenatural. Incluso
cuando los personajes están acostumbrados a ello, hay que crear un
ambiente de terror y angustia que se corresponda con el estado de ánimo
del lector. Un descuidado estilo arruinaría cualquier intento de
escribir fantasía seria.
La atmósfera y no la acción, es el gran
desiderátum de la literatura fantástica. En realidad, todo relato
fantástico debe ser una nítida pincelada de un cierto tipo de
comportamiento humano. Si le damos cualquier otro tipo de prioridad,
podría llegar a convertirse en una obra mediocre, pueril y poco
convincente. El énfasis debe comunicarse con sutileza; indicaciones,
sugerencias vagas que se asocien entre sí, creando una ilusión brumosa
de la extraña realidad de lo irreal. Hay que evitar descripciones
inútiles de sucesos increíbles que no sean significativos.
Estas han sido las reglas o moldes que he
seguido -consciente o inconscientemente- ya que siempre he considerado
con bastante seriedad la creación fantástica. Que mis resultados puedan
llegar a tener éxito es algo bastante discutible, pero de lo que sí
estoy seguro es que, si hubiese ignorado las normas aquí arriba
mencionadas, mis relatos habrían sido mucho peores de lo que son ahora.
Howard Phillips Lovecraft