España es Europa geográficamente y espiritualmente (la cristiandad) pero nada tiene que ver con la unión política ni con el movimiento europeo. Nuestro viejo espíritu quizá persista, incluso demográficamente, en alguna parte de las inmensidades hispanoamericanas pero se pierde incesantemente entre nosotros a manos de una caterva de ideas y políticos de un falso progresismo.
El Imperio español fue desmoronándose, y hace cien años terminó de desaparecer como tal Imperio real. ¿Perdió con ello España definitivamente su identidad? No me corresponde a mí contestar. Pero si algo de esta identidad permanece tras el naufragio, mayores peligros le acometerán cuando la pretendan insertar en la nueva identidad que sus políticos quieren a cualquier medio conseguir para ella, a saber, la identidad europea. Sobre todo si esta nueva identidad se lleva a costa del desmembramiento de su unidad.
Los intereses objetivos de los Estados hegemónicos de la Unión Europea -que es la Europa del capitalismo y de la OTAN- tenderán, en principio, a favorecer ese despedazamiento real (aunque no sea nominal) de la unidad de España para así poder negociar desde las posiciones del león con las eventuales nacionalidades soberanistas futuras (asombrosamente la "izquierda socialista" suele considerar la inserción de España en la Europa capitalista como un objetivo central de su programa de izquierda).
El Imperio español desapareció hace cien años pero queda flotando como "comunidad hispánica" y ésta es ya una alternativa real al islamismo tercermundista y al protestantismo capitalista.
¿Quiere decir esto que hemos de salir de la UE y de la OTAN? No por cierto, lo que hemos de comprender es que nuestra relación con Hispanoamérica es por amor y nuestra relación con aquellas es por interés. Luchar por nuestros intereses, en una UE que regrese a ser lo que fue en principio y una OTAN cuyo hegemón comprenda nuestra posición, es la única manera de empezar a encarar nuestras crisis: moral, demográfica, nacional y económica.