Al igual que las tardes de los sábados y los domingos de "aquellos maravillosos años" eran: los deberes, el fútbol y las excursiones; las mañanas del sábado quedaron en el recuerdo como "Viaje a las Estrellas". Era una gozada tirarse en la alfombra frente al televisor a degustar un bocata de anchoas mientras echaban las aventuras exploratorias de la nave Enterprise, insignia de la flota estelar.
En un mundo conocido en su integridad, o eso creía yo, la exploración se vertía en los lejanos espacios siderales. La serie era un refrito de la guerra fría que alimentaba las ansias de aventuras de los críos. No había ninguna pretensión y hasta el ejército americano colaboraba aportando extras; sin embargo la serie devino a "de culto". Entre los personajes destacaba un oficial científico de la Federación Galáctica vulcaniano: "el Señor Spock".
El que desempeñaba el papel era Leonard Nimoy, un hijo de judíos ucranianos emigrados que decidió ser actor y cuyos otros trabajos en el teatro, el cine y la televisión se vieron oscurecidos por este personaje. Finalmente compró los derechos de la serie y produjo varias películas y todo tipo de juegos. El papel del vulcaniano marcó profesionalmente a Nimoy, pese a sus esfuerzos
por no encasillarse que le llevaron a buscar otras vías creativas en la fotografía y la literatura. En 1975, publicó su primera
autobiografía, significativamente titulada "Yo no soy Spock". Sin
embargo, veinte años más tarde, ya reconciliado con el personaje y tras
reconocer lo que le había aportado, publicó en 1995 la segunda y definitiva autobiografía: "Yo soy Spock". Ayer murió a los 83 años habiendo sido un gran actor que consiguió entretener y estimular a los chavales.
Descanse en paz.