Cuentan las crónicas que en la ciudad de Troya, Casandra, hija del Rey Príamo, había sido agraciada, o maldecida, con el poder de adivinar las posibles desgracias de su pueblo con tiempo para evitarlas pero a la vez la maldición aseguraba que quienes deberían de actuar no le iban a creer.
Este tiempo que nos ha tocado vivir ha producido muchas personas con este síndrome. Se es capaz de ver la dinámica negativa de los acontecimientos y nadie quiere creerlo para ponerle remedio.
Todos decían que Mas no lograría ser investido pero ha logrado que un peón suyo lo sea para desempeñar él el papel de líder en la sombra, como si de un Putin cualquiera se tratara. Todos creen que habrá nuevas elecciones pero lo que habrá es un gobierno de izquierda que venderá la unidad de España, en cuanto a derecho de los españoles, con el cuento imposible del derecho a decidir (sólo el pueblo español lo tiene); si contra derecho se otorga a una parte, el conflicto y la ruptura están servidos. La desafección de la izquierda hacia la patria sólo es comparable a su odio a nuestra historia y a nuestra tradición.
La nueva izquierda obsesionada con batallas transversales defenderá la ruptura del Estado de la burguesía para entregar los trozos a las burguesías regionales. Se trata de colocar fronteras dicursivas en todas las cuestiones, para crear conflictos y bandos, excepto en la propiedad privada de los medios de producción que eso no se toca.
Zapatero puso el huevo pero la serpiente está a punto de nacer.
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