En España tradicionalmente ha habido dos tipos humanos, el chapucero y el héroe que desempeña una tarea imposible. Hoy quiero hablar de las raíces del antielitismo hispano y su consecuencia fundamental la chapuza. La lucha contra el elitismo en España se ve en nuestra historia pero también en las páginas de periódicos y revistas, qué decir en la pantalla de una televisión vendida a lo chabacano. Seres informes denigran e insultan cualquier signo de excelencia que haya, animando a jóvenes y viejos a hundirse en el lodazal.
Sin embargo hasta para ser malignos hemos de ser excelentes; los diletantes, en tiempos, elevaban el sibaritismo a la categoría de arte. En contraposición en los países de nuestro entorno, sobre todo en los países sajones, el incremento de la calidad impresiona; hoy son buenos en cualquier cosa también los segundones (ver el cine americano).
Sin embargo hasta para ser malignos hemos de ser excelentes; los diletantes, en tiempos, elevaban el sibaritismo a la categoría de arte. En contraposición en los países de nuestro entorno, sobre todo en los países sajones, el incremento de la calidad impresiona; hoy son buenos en cualquier cosa también los segundones (ver el cine americano).
Es necesario buscar la excelencia incluso en la bohemia de Baudelaire, en la Praga de Kafka y el buen soldado Švejk. Pero no, en España lo que prima es el socialismo frailuno.
He aquí un escrito de Ortega el gran reivindicador de las élites y la excelencia en España; el maestro en el erial.
Desde su posición de demócrata liberal, Ortega considera la hiperdemocracia como la extensión ilegítima de la igualdad política y jurídica a otros ámbitos (moral, cultural,estético, espiritual, etc.) siendo alguna de las principales consecuencias la degradación moral y cultural, la desmoralización de la vida intelectual y colectiva, así como el peligro de la aparición de regímenes totalitarios tales como el comunismo y el fascismo.
La minoría está formada por individuos que han de servir de ejemplo moral, de punto de referencia de valores, ideales y deberes éticos; según Ortega en una saludable dinámica social, las masas tienen que seguirlas, reconocer su excelencia, darse cuenta de que ellas encarnan lo mejor. Por esta razón sostiene Ortega que la sociedad humana es, en su misma esencia, arstocrática- en el sentido etimológico descrito anteriormente-, puesto que está constituida por una unidad dinámica formada por una minoría cualificada, excelente, a la que las masas han de reconocer su ejemplaridad y actuar en consecuencia.
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