En el mundo feliz, la simple posibilidad de que un deseo no se cumpla es inimaginable. Todos han de ser felices y llevar con disgusto una trayectoria negativa es simplemente poco cortés. Aldous Huxley viajó a Méjico para descubrir la droga de la felicidad, el soma; experimentó con peyote, psilocibina, beleño...Soñó con el universo Yaqui y escribió una novela en la que las máquinas sustituían a los adultos y todo el mundo se realizaba y era joven.
Antiguamente existió una pequeña clase social, la de los rentistas; un grupo de personas que heredaban en su juventud una cierta capacidad económica lo que les daba una desahogada libertad. Alcanzar ese estatus costaba cierto trabajo y disciplina, y cuando las condiciones económicas dieron lugar a inflación, desaparecieron. Las nuevas generaciones actuales se eternizan en trabajos mal pagados y viven de sus padres y de subvenciones; les dicen que la pobreza digna es bella, les proporcionan juguetes tecnológicos y que todos estamos en deuda con ellos, saben que no van a crecer, tener hijos y prosperar, no ven salida. Es la creación de nuestros tiempos, es PODEMOS.
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