A finales de mayo, nos hicieron creer que la exitosa moción
de censura de Sánchez desembocaría en unas elecciones anticipadas pero muy
pronto, la realidad y el propio Sánchez nos disuadieron. Habría continuidad el
resto de la legislatura, con pactos aprobados por los separatistas catalanes y
Bildu; una suerte de frente popular cochambroso envuelto en papel buenista.
En agosto, Sánchez propuso, lo de las ocurrencias lo lleva
bien, hacer un Consejo de Ministros en Barcelona, precisamente el 21 de diciembre,
el mismo día de las elecciones catalanas del 155. Después, todos han visto lo
que ha pasado, la arrogancia, amenaza, manipulación y apoderamiento de la calle
por los rebeldes capitaneados por Torra, paradógicamente Presidente de la
Generalidad.
Pues bien, se ha producido a costa de una reunión con Torra
en formato bilateral y sin nombrar a la Constitución. Torra ha dado luz verde
al techo de gasto, los presos golpistas han abandonado su "huelga de
hambre" y todo se fía a la continuidad del corcho Sánchez en Moncloa.
Los "barones" del PSOE ven, con creciente pánico,
la llegada de las elecciones municipales y autonómicas del 26 de mayo y Torra
debe de escenificar su agresiva oposición a España, cosa que hizo, sólo minutos
después, en Barcelona.
Los cortes de carreteras, movilizaciones y agresiones
supremacistas han continuado, sin sobrepasar ciertos límites, y el conflicto
incivil se aproxima a velocidad de vértigo.
Ada Colau ha desempeñado el papel de convidado de piedra
acatando las órdenes del marqués de Galapagar, que ya sueña con una
insurrección en toda España.
Bien se prepara 2019.
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