Nos encontramos en el quinto mes del segundo año de la extraña pandemia del coronavirus y lo máximo que puedo decir es que "creo" que ha habido una epidemia que ha afectado al mundo, cebándose en las personas mayores; nada más.
Dicen que en las guerras la primera víctima es la verdad; en el coronavirus, además, ha habido dos importantes bajas: primero la transparencia y después la protección de datos; ambas defendidas por sendas e importantes leyes. Todo el interés aparente que la UE y nuestros gobiernos ponían en estas materias se ha evaporado; cosas a las que teníamos acceso en el pasado, ahora son secretas y se va a constituir una especie de somatén entre la ciudadanía compuesto por chivatos a los que tendremos que abrir nuestra historia clínica.
Se acabó nuestra independencia personal y el empoderamiento; la Constitución, las leyes, los derechos y la hermandad social; todo va a ser sustituido por el autoritarismo, el control social y más pronto que tarde la obligatoriedad de las "órdenes" so pena de internamiento.
Parece algo ajeno a la casualidad pero tenemos un gobierno ilegítimo surgido de elecciones con graves sospechas de "pucherazo" (plataforma elecciones transparentes ya) que viene que ni pintado para la aplicación, con la excusa del virus, de la agenda 2030 (serás feliz y no tendrás nada).
No quieren saber nada de los países que han gestionado la pandemia preservando las libertades y la economía: Suecia, Corea del Sur o Taiwan; no quieren saber nada de los países que han antepuesto la economía a una supuesta "salud" (siempre relativa): India, Méjico o Brasil. El completo despropósito de unas medidas que no dejan ni dejarán ver una salida al tunel; medidas que o no sirven (mascarillas, cierre de la hostelería, restricción de viajes, hundimiento del turismo o pasaporte COVID), o no son seguras (PCR por inseguridad del código de comparación).
Y todo esto cuando hemos sabido, por sentencia del Tribunal Constitucional, que el Gobierno se equivocó en el primer estado de alarma, y probablemente en el segundo, lo que en cualquier otro sitio hubiera llevado a la dimisión del Presidente.
¿Y qué decir de la vacunación? En los innumerables cambios de la versión oficial, se nos prometía una pretendida inmunidad de grupo pero ahora los laboratorios nos dicen que, por la mutabilidad del virus, los vacunados pueden contagiarse y contagiar. Por lo tanto, los no vacunados no son mayor riesgo que los vacunados; eso sí, se les promete que la enfermedad será más leve. Aun así, el empeño mundial, en el antiguamente llamado mundo occidental, en la vacunación a ultranza, disociando ésta de la propagación del virus, saltándose la Constitución (art. 10,14, 18), la Ley del Medicamento, la Ley de Protección de Datos, la reguladora de la autonomía del paciente, las normas de Nuremberg.
El empeño en hacernos creer que las vacunas han sido testadas y aprobadas (son temporalmente autorizadas por la pandemia), la obligatoriedad del pasaporte COVID frente a los reglamentos y tratados europeos, la barbarie de los "liberales" presidentes de Australia y Canadá, la constante revocación de las medidas por los tribunales (salvo tribunales ajenos a la Ley como el constitucional francés o ciertas salas del Supremo) sin que esto incida en la voluntad de los políticos en presentar esas normas una y otra vez, tiene que tener otra intención distinta a la salud pública; quizá tenga que ver con el íntimo maridaje entre poderes financieros, políticos y laboratorios farmacéuticos; y desde luego, hay una inacción culpable para investigar y poner en marcha tratamientos frente al coronavirus.
Nada nos permite creer que las sucesivas vacunaciones sean capaces de traer la "antigua" normalidad ni que los poderes tengan siquiera esa intención.
http://www.verdadypaciencia.com/2021/08/la-marca-de-la-bestia.html
No hay comentarios:
Publicar un comentario