Cada vez que pienso en la transición, me pregunto cómo es posible que ETA actuase tan libremente hasta el punto de poner en riesgo la democracia española. ¿Qué pasó en aquellas fechas en las que, como cuenta Mario Onaindía, ETA eran 5 y 4 estaban en la cárcel?
Algunos piensan que había que ganarse la bendición de Giscard d'Estaing, del Vaticano o de los Estados Unidos para ser admitidos en el club de las naciones europeas occidentales y, que por lo tanto, se les dejaba hacer esperando que se cayeran del caballo en la puerta de Damasco, abandonaran las armas y se integraran en la vida política.
Otros piensan que se les permitió actuar para utilizarlos políticamente, para impedir protestas, encuadrar a la ciudadanía e incluso eliminar estorbos. Yo, sin embargo, hablaré de otro aspecto que no suele ser debatido; lo que llamo el Dunkerque policial ocurrido en España al principio de la transición.
Cuando se produjo el cambio de régimen, hubo descontento en ámbitos militares y policiales; el nuevo régimen temía al Bunker y, sobre todo, al enlace que éste podía tener en el ejército y la policía, por eso se bañaba constantemente en la opinión pública y buscaba consenso y votaciones masivas a favor de la situación.
En ese momento, Suárez se sacó de la manga la llamada reserva transitoria, con la intención oficial de reducir el número excesivo de militares y policías. Era un tipo de pase a la reserva, una excedencia especial que permitía retirarse cobrando las retribuciones básicas y la antigüedad al completo, sólo se perdían los complementos pero estaba permitido trabajar en otra cosa hasta el retiro definitivo, en donde no se reducía ninguna parte de la pensión.
En aquel momento, se estaba reformando la Ley de Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, de manera que muchas de las misiones de las fuerzas policiales pasaban a ser desempeñadas por empresas de seguridad privadas; así pues, esto creaba un auténtico banco de posibles empleos para ex policías y ex militares.
Claro, lo uno por lo otro, muchos aceptaron este trato; y entre los que se marcharon abundaban los que habían formado parte de la policía antiterrorista o estaban destinados en Vascongadas; de manera que, teniendo en cuenta que no ha nacido el policía que traspase a otros sus contactos y chivatos, y menos a jóvenes inexpertos, durante un puñado de años hubo un vacío en la calle ocupado por ETA.
Si a esto añadimos la creciente presencia nacionalista en las instituciones autonómicas y municipales, nos podemos explicar cuánto le costó a la policía recuperar algo de terreno y las consecuencias que eso tuvo para las víctimas.