"Adán y Eva, de haber existido, debieron compartir la manzana del pecado original con no menos de 100.000 compañeros de especie" "En la historia de la humanidad, la población nunca ha sido menor de ese número", según los últimos estudios del biólogo español Francisco Ayala.
Una teoría más, si no viniera del autor de 600 artículos científicos y asesor del presidente estadounidense Bill Clinton en cuestiones relacionadas con la ciencia.
El investigador madrileño, afincado en EEUU, descarta que la extensión del hombre a toda la Tierra comenzara gracias a la activa procreación de la pareja bíblica. "Nunca hubo un Adán y Eva", asegura. Ayala ha basado su estudio cuyos primeros resultados fueron publicados el pasado año en la revista Science en el análisis genético de nuestros antepasados. Y eso incluye el momento en el que supuestamente aparecieron Adán y Eva.
Una de las conclusiones sacadas a través del DNA de homínidos hallados en distintos yacimientos arqueológicos es que "desde hace 4,5 millones de años, las poblaciones humanas nunca han sido inferiores a los 100.000 individuos".
No es de extrañar que su trabajo sobre la evolución humana haya obligado al profesor Ayala a dejar un hueco en su agenda para defenderse de los pleitos que las iglesias cristianas más conservadoras le han puesto en EEUU.
A pesar de ello, el científico español, que pronunció ayer una conferencia en la Fundación Central Hispano, afirmó que sus trabajos cada vez se ven desde un punto de vista más positivo desde esas iglesias. "Incluso me han llamado para que les ayude a interpretar la historia a partir de los descubrimientos científicos. De lo contrario saben que no sobrevivirán al siglo XXI", comentó el investigador de la Universidad de California durante su estancia en Madrid.
Francisco J. Ayala repasó sus últimas teorías evolutivas, entre las que destacó el paso clave que supuso que nuestros ancestros dejaran de andar a cuatro patas para hacerlo erguidos. "Las manos se transformaron en medios de manipulación y eso dio paso a un aumento del cerebro, forzado por las posibilidades de utilizar esas extremidades", según el científico.
A partir de ahí, el hombre desarrolló lo que el investigador español llama "la evolución cultural". Es decir, la capacidad que dio nacimiento al lenguaje, el arte o la política, y que ha permitido al hombre reinar en el planeta sobre el resto de los seres vivos en un corto espacio de tiempo. Cortísimo, teniendo en cuenta que nuestra especie tiene sólo 4,5 millones de años y los primeros organismos vivos datan de hace 3.600 millones de años.
Para Ayala, el verdadero progreso del hombre no se ha basado en los cambios biológicos que han ido variando el aspecto de la humanidad, sino en la evolución cultural. "Un modo de adaptación al ambiente mucho más eficaz que la evolución biológica dice el científico, por ser más rápida y porque no depende de la ocurrencia aleatoria de mutaciones genéticas".
De ahí la conclusión del miembro de la Academia Nacional de Ciencias de EEUU: "Aunque la capacidad de comportamiento ético es consecuencia de la evolución biológica, ésta no determina la moralidad, que es una de las grandes aportaciones del desarrollo cultural".
Y así, volviendo a la Biblia, los 10 Mandamientos no serían una consecuencia de la evolución biológica y sí de la herencia cultural que se propaga de generación en generación. En pocas palabras: "si somos buenos (o malos), es porque lo hemos aprendido de nuestros ancestros".
Se me ocurren algunas cosas dignas de aclaración por parte de Ayala. Debería explicarnos mejor cómo refuta la teoría de los genéticos en relación con el DNA mitocondrial que nos llevaría a una primera hembra humana (Lucy) y el cromosoma Y que nos llevaría a un primer humano macho.
Debería explicar cómo consigue, la naturaleza, realizar un proceso extremadamente complejo, que no conseguimos comprender en todos sus pasos, y hacerlo simultáneamente en varios miles de parejas que evolucionan al hombre moderno, y que esas parejas sean fértiles.
Los estudios de los genéticos han descubierto que el hombre moderno, en su totalidad, forma parte de la misma especie.
Un homínido tan cercano a nosotros como el Neanderthal, con numerosos restos en varios yacimientos, no comparte con nosotros el material genético y mucho menos lo comparten los anteriores homínidos.
Por otro lado es muy superficial su análisis de la religión, quizá debería releer a Mircea Eliade que llama al hombre animal religioso, quien sabe de su individualidad y finitud. Mientras exista la muerte habrá misterio y pulsión religiosa.