Ya al final de mi vida de pecador, mientras, canoso y decrépito como el mundo, espero el momento de perderme en el abismo sin fondo de la divinidad desierta y silenciosa, participando así de la luz inefable de las inteligencias angélicas, en esta celda del querido monasterio de Melk, donde aún me retiene mi cuerpo pesado y enfermo, me dispongo a dejar constancia sobre este pergamino de los hechos asombrosos y terribles que me fue dado presenciar en mi juventud, repitiendo verbatim cuanto vi y oí, y sin aventurar interpretación alguna, para dejar, en cierto modo, a los que vengan después (si es que antes no llega el Anticristo) signos de signos, sobre los que pueda ejercerse la plegaria del desciframiento.
Umberto Eco, "El Nombre de la Rosa"
Lo que más me sorprendió de todo fue la ausencia de tiempo, después de haber dependido de él durante toda mi vida. Moverte en la noche perpetua hace que se extinga todo propósito y acción, toda pasión y voluntad.
Garganta Profunda en "Camino Bendito"
Entonces, ¿no hay nada después de la vida? No. No en la forma necesariamente espacio temporal de la experiencia. Pero, en un orden de apariencia en el que no juega el tiempo, esta noción de después carece de sentido. El pensamiento puro no puede, claro, brindarnos una garantía de que algo así existe. Pero puede eliminar los obstáculos aparentes para que podamos concebirlo como posible. Esto es lo que Kant ha conseguido con sus análisis y esto es, para mi, su importancia filosófica.
Erwin Schrödinger en "Mente y Materia"
Quizá en los momentos finales de la existencia, exista una dislocación radical del tiempo y el espacio, quizá en el límite estemos hablado de la vida, la vida en el sueño final.
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