Hoy se cumplen 18 años de la muerte de un buen amigo en accidente de tráfico. A lo largo de nuestra vida todos hemos tenido gente próxima que ha muerto en esas circunstancias absolutamente estúpidas. Podemos analizar los riesgos en cualquier medio de locomoción, incluso en autobús, y son pequeños; sin embargo en coche particular casi podemos decir que sobra la palabra accidente, estamos ante la crónica de una muerte anunciada. Desde aquel compañero de colegio desaparecido con toda su familia, aquel otro muerto regresando de la mili o de la universidad, no nos sorprende.
Las autoridades se empeñan en arduas campañas recaudatorias pero los problemas de educación vial y de supresión de puntos negros siguen. Recuerdo que hace unos años leí las memorias, de la época republicana, de Gil Robles, ya se sabe que este tipo de memorias tienen datos fiables sobre todo en los detalles sin importancia, en ellas deja caer de pasada que en cierta campaña electoral sufrió un accidente de tráfico, pero lo cuenta como si fuese algo raro, estrambótico.
No; hoy día, los accidentes son el equivalente a las antiguas guerras coloniales, diezman a la juventud junto con las drogas y dejan un reguero de vidas truncadas. Hasta la guerra de Vietnam se midió en términos de bajas comparativas a un año de accidentes de tráfico en USA; un muerto es una tragedia pero 50.000 es una estadística.
Hasta siempre Chema.
En memoria de José María Aramendía +10 de junio de 1994.
No hay comentarios:
Publicar un comentario