Transcribo un artículo crítico aparecido en "El Confidencial", quizá incluso demasiado teniendo en cuenta las competencias reales y el hecho de que todas las democracias tienen defectos también la norteamericana, con el discurso de la corona en Navidad.
Algunas de las cifras que se dan en tono catastrofista son dudosas como ya indiqué aquí pero en general se puede compartir algo de la indignación.
AA
El discurso
de Felipe VI ha sido unánimemente alabado por partidos (incluido
Podemos) y medios por haber tenido la grandilocuencia de repetir los tres síntomas que todo el mundo utiliza para describir la situación española: corrupción, paro y Cataluña.
Su grandilocuencia no está, por tanto, en la vulgaridad de esa
descripción, sino en haber elevado esos tres hechos visibles a la
categoría de causas ocultas de tan desdichados fenómenos. El nuevo rey
es un metafísico, convierte los síntomas en diagnósticos
y cree poder remediar las dolencias por el solo hecho de mencionarlas.
Con ello, Felipe VI se inscribe en la larga lista de reyes con el don
divino de curar enfermedades dejándose tocar por los que las padecían.
El problema de los reyes taumaturgos es que no son capaces de curar
nada.
Diagnóstico es “conocer la naturaleza de una enfermedad
mediante la observación de sus síntomas”, y si algo ha demostrado el rey
es no tener ni idea de la naturaleza de la nuestra. Ni siquiera ha
mencionado a los grandes culpables, las oligarquías política y financiera,
proponiendo, además, que sean los agentes patógenos que la han
producido los encargados de curarla, es decir, de eliminarse ellos
mismos. ¿Está quizás proponiendo que, como a la muerte de Franco, se
autoinmole toda la clase política? Nada más lejos, ya que en su discurso
para la salvación de España convoca a todos “los agentes políticos,
económicos y sociales a que se unan permanentemente en interés de la
ciudadanía”. O sea, a los mismos que nos han arruinado y a quienes
importa una higa el interés de la ciudadanía.
En
su discurso para la salvación de España convoca a todos 'los agentes
políticos, económicos y sociales a que se unan permanentemente en
interés de la ciudadanía'. O sea, a los mismos que nos han arruinado y a
quienes importa una higa el interés de la ciudadanía
Pero
más allá de esta confusión infantil entre síntomas y diagnóstico, y la
absurda llamada como salvadores a los causantes del hundimiento, el
discurso define la nueva mentalidad real con la proclamación de lo que
nadie se había percatado: “La unidad histórica y política de España”.
Esta original idea descansa en otro descubrimiento sensacional que los
historiadores repetirán como la gran contribución de Felipe VI a la
filosofía política universal: “Lo que hace de España una nación con una
fuerza única es la suma de nuestras diferencias”. Es decir, la fuerza de
España está en los avances espectaculares de la secesión de Cataluña
y del País Vasco. Para rematar y perfeccionar su descubrimiento añade
que se debe “seguir construyendo todos juntos un proyecto que respete la
pluralidad”, la suma de nuestras diferencias es lo que define a España.
Menos mal que no la ha calificado como país de países, como acaba de
hacer en Cataluña Pablo Iglesias.
El monarca
“mejor preparado”, según la propaganda oficial, debería saber que la
nación es la nación y eso no es un producto de la voluntad de nadie, y
debería proclamar alto y claro que España no es una cuestión decidible,
que el derecho a decidir no está reconocido en ningún ordenamiento
jurídico del mundo. Decide solamente quien puede, y legitimidad para
decidir solamente la tienen los titulares de algún derecho subjetivo.
¿En cuál se amparan los separatistas catalanes y vascos para legitimar
su derecho a decidir? En ninguno, pues el derecho de autodeterminación
solamente está reconocido para los pueblos colonizados
por otro Estado. Si el monarca o Don Pablo Iglesias conocieran
mínimamente a Marx sabrían que, refiriéndose específicamente a España y
Francia, escribió que “el derecho de autodeterminación no existe en ninguna nación
de las que lograron su unidad política antes de la Revolución
Francesa”. Para el marxismo-leninismo no hay mayor enemigo del
proletariado que el nacionalismo, pues es absolutamente incompatible con la solidaridad inherente a la condición de clase obrera.
Afirma
también el rey que hay que regenerar la democracia. ¿De qué democracia
habla? ¿Acaso ha existido alguna vez democracia en España? ¿Acaso existe
separación entre el legislativo y el ejecutivo? ¿Acaso existe
independencia en el Tribunal Constitucional o en el Consejo General del
Poder Judicial? ¿Acaso las instituciones esenciales en el
funcionamiento de la nación son independientes? Está claro que el monarca “mejor preparado” no tiene ni idea
de lo que habla pues no sabe que en España ni siquiera existe
representación política, porque los diputados solo representan al jefe
de partido que los pone en la lista y no al que no puede más que votar
listas de partido, en lugar de a personas singulares. España no solo carece de democracia, sino incluso de sistema parlamentario.
Para ser el monarca “mejor preparado” ignora cómo funciona su país
y la naturaleza del régimen de partidos estatales que sostiene a la
monarquía. Menos mal que ahora cuenta con el apoyo del nuevo partido
estatal: Podemos. “Nadie en la España de hoy es adversario de nadie”. Él
lo sabe muy bien porque en una visita a Cataluña un independentista le
niega el saludo y el príncipe, entonces, después de no saber lo que
responder, vuelve sobre sus pasos y se humilla él y humilla a España
para preguntar a ese botarate maleducado por qué no lo quería saludar,
un episodio que recuerda la no menos humillante petición de perdón del rey Juan Carlos prometiendo compungido que nunca más cazaría elefantes.
Para
ser el monarca 'mejor preparado', ignora cómo funciona su país y la
naturaleza del régimen de partidos estatales que sostiene a la
monarquía. Menos mal que ahora cuenta con el apoyo del nuevo partido
estatal: Podemos
Y además, por si fuera poco, está la
corrupción, ante la que aparentó contundencia mediante gesticulaciones
mecánicas ensayadas que no traducían emoción correspondiente. ¿Por qué
no se escandaliza ante la reducción de los plazos
procesales para la instrucción de las causas referentes a delincuentes
políticos, lo que en la práctica garantiza la total impunidad
de los casos de corrupción más clamorosos y de las tramas de corrupción
organizadas? En palabras del presidente del Supremo, el Sr. Lesmes,
está hecha para los robagallinas. ¿O por qué no se indigna por
que las denuncias presentadas ante la cúpula del PP –María Dolores de
Cospedal y Esperanza Aguirre– de casos flagrantes de corrupción en
Madrid, en vez de investigarse, vayan directamente a la papelera? ¿Es
eso lo que entiende el monarca por luchar contra la corrupción “sin
contemplaciones”?
Después de este discurso, ¿qué les va a decir el rey a los españoles cuando estos comprueben que en 2015 no habrá recuperación
alguna para la inmensa mayoría, sino más deuda, que llegará al máximo
de todos los tiempos, con unas necesidades de emisión de más del 25% del
PIB, lo que arruinará el futuro de varias generaciones y traerá más
desigualdad, más pobreza y menos libertad? ¿O por qué no se ha
preguntado su Majestad cómo es posible que España sea el segundo país de
Europa en pobreza infantil, con un tercio de los niños
viviendo en la miseria o en riesgo de exclusión social? Un sufrimiento
casi inimaginable de los niños de hoy que será una bomba social
aterradora mañana, y de lo que son culpables los agentes sociales a los
que convoca para sacarnos de la crisis. ¿Es así como su Majestad piensa
garantizar nuestro Estado de bienestar?
Después
de este discurso, ¿qué les va a decir el rey a los españoles cuando
estos comprueben que en 2015 no habrá recuperación alguna para la
inmensa mayoría?
¿Qué les va a decir a los asalariados
que han visto reducida su participación en la riqueza nacional en 40.000
millones de euros desde que gobierna Rajoy, y que en 2015 verán
recortadas sus percepciones en otros 13.000-14.000 millones? ¿O cómo no
se ha preguntado cómo es posible que España sea el país europeo con mayor desigualdad entre ricos y pobres,
o por qué el Gobierno de Rajoy, al contrario que en otros países, no
solo no ha reducido la desigualdad, sino que la ha acentuado? ¿O cómo es
posible que sea el único país desarrollado donde el salario medio de
los dos millones de enchufados del sector público –41.000 euros/año–
casi dobla el del sector privado –24.000 euros/año–, lo contrario del
resto del mundo? ¿Es así como se “recupera la confianza de los
ciudadanos en nuestras instituciones”?
¿Qué les va a decir a los
8,5 millones de pensionistas, cuyo sistema está quebrado y que para
garantizar su sostenibilidad hay que recortar las pensiones en al menos
un 30%? ¿Qué les va a explicar a los 400.000 parados que en 2015 se
quedarán sin prestaciones, mientras Rajoy pone a disposición de las
comunidades autónomas y ayuntamientos más despilfarradores, ineptos y
corruptos, facilidades financieras que totalizarán los
40.000 millones de euros con el fin de mantener gasto corriente y para
que contraten a decenas de miles de nuevos parientes y amigos? ¿No
habíamos quedado en que hay que ser implacables contra la corrupción? ¿Y esto qué es? ¿No es acaso corrupción institucional a gran escala?
¿Qué
les va a decir a las generaciones futuras, de las que más de la mitad
nunca encontrará trabajo, y a los que lo encuentren, Rajoy solo ofrece
trabajos basura con sueldos medios entre 600 y 800 euros? ¿Qué les va a
decir, en fin, a las decenas de millones de contribuyentes cuando
comprueben que en 2015 pagarán más impuestos que en 2014
y no menos, como el farsante de Rajoy les ha prometido? Su Majestad no
ha dicho nada de los problemas concretos de los españoles, solo ha
mencionado lo banal, lo sabido por todos, y propuesto que sean los
culpables del desastre quienes lo arreglen, ¡realmente asombroso! Felipe
VI no va a contribuir a solucionar ningún problema, porque, al igual
que su padre, es parte del mismo.
* Antonio García Trevijano es
pensador político. Sus obras, traducidas a varios idiomas, son las
únicas existentes de un pensador español vivo en la Biblioteca del
Congreso de los EEUU.