Cuenta Marc Bloch, en su ensayo "La Extraña Derrota", que una de las variables determinantes en la guerra es la distancia, pero no medida en metros sino en tiempo. Hasta hace muy poco, en mi infancia sin ir más lejos, la distancia entre el mundo islámico y Europa era muy grande; en sus sociedades proliferaban empleos tradicionales casi inexistentes en Europa, la transferencia tecnológica era menor que ahora y nadie soñaba con una invasión islámica, eso era cosa de los libros de Historia; pero el mundo de la globalización lo ha cambiado todo; extensos barrios de París, Berlín, calles de Madrid, de Barcelona son auténticos ghettos musulmanes; paralelamente la tercera generación de musulmanes europeos está más conectada a su civilización por los medios de comunicación audiovisuales vía satélite y por Internet.
En un Occidente que ha perdido el norte, el mundo musulmán ha encontrado su misión: la conquista de Europa. Un estudio de la universidad de Casablanca a propósito del relativismo en el mundo árabe produjo asombro y desazón a sus autores, musulmanes ellos mismos. Éste es uno de los grandes problemas de Europa hoy, la existencia de terroristas asesinos, ejércitos islámicos etc., independientemente de las manos que mezan la cuna, son consecuencias de este caldo de cultivo. La naturaleza violenta del Islam es intrínseca en su religión, la ausencia de aggiornamento, la implicación de la religión en la política y el integrismo religioso nos abocan a guerras asimétricas que se van a desempeñar no en Iraq o Palestina sino como ahora en París esto es sólo el comienzo.
En recuerdo de los caídos en Charlie Hebdo, en París.
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