24 ene 2015

La corrupción política

Dentro de los efectos visibles que producen las crisis de las que está aquejado nuestro país es desasosegante para nuestra sociedad, comparativamente a hace unos años empobrecida y en paro, la constante aparición de corrupción política.





Sin embargo para los observatorios sobre el fenómeno en el ámbito internacional, que se resisten a caer en las ensoñaciones de los media y que utilizan información de primera mano bebida en las fuentes directas de los agentes económicos, nuestro nivel de corrupción es el mismo que el de los países de nuestro entorno, Francia e Italia. Se investiga sólo un tercio de los Estados que hay en el mundo por unas u otras razones, ya sea por su importancia estratégica, su tamaño, su economía o la cantidad de sus materias primas; arriba con menos corrupción aparece Noruega, abajo chapoteando en la basura aparece Zimbabwe. 
No quiere decir que los mejor situados no tengan corrupción sino que ésta aparece menos. Países como USA han creado la figura del lobby, una forma de legalizar la corrupción institucionalizándola.












En nuestro país, la percepción de la corrupción va acompañada de una guerra entre dos grupos de comunicación, quienes dirimen sus disputas a patadas en el culo de los políticos en función de sus lineas ideológicas y de su necesidad económica.
Otra de las cosas que se observan investigando el caso español es el aspecto sistémico de nuestra particular corrupción. La necesidad de financiación de los muy numerosos ayuntamientos españoles que a partir del cambio de régimen sufrieron la asignación de importantes competencias sin adecuar sus fuentes de financiación, lo que obliga a llevar a cabo recalificaciones para beneficiar a determinados promotores; la necesidad de financiación de los partidos políticos sujetos a campañas cada vez más caras y numerosas, con más gastos de vida interior y la aparición del conseguidor quien ficha clientes que paguen a través de procesos concursales amañados y que también  cobra. 





En la otra orilla, determinados empresarios no es que se pongan a tiro sino que son ellos mismos quienes tientan en ese ruedo, y por otro lado unos jueces ávidos de notoriedad con pocos medios hacen que los procesos de instrucción se eternicen, dando una imagen pésima.








La realidad es que la corrupción se persigue y sale a la luz como el pus cuando se saja una infección pero la impresión es la contraria. 
La corrupción de verdad está inmersa en una graduación de escala en la que abajo aparecen corruptelas más hijas de la ignorancia y la mala gestión que de la intención prevaricadora, como la utilización de bonos de viaje y tarjetas representativas. La prevaricación, el cohecho y el tráfico de influencias aparecen en lo más alto. 







¿Qué soluciones hay para esto? Aquí y en Sebastopol como la gente no teme pecar ni aprecia el deshonor de su conducta, sólo la cárcel con condenas más duras, con procesos más rápidos y con más medios puede servir para limitar el fenómeno. La cuestión no es sólo que haya políticos honrados; la cuestión es que se minimice el poder que ejercen los políticos para limitar, así, sus opciones para corromperse. La mejor forma de no caer en la tentación es que la tentación no exista.







La implementación de mejores sistemas de vigilancia y financiación de los partidos, así como una selección de los gestores públicos más adecuada, donde debieran enfrentarse al escrutinio de los electores a cuerpo limpio, es tarea inmediata y necesaria; la persecución debe incluir la mala gestión sin más, haciendo responsable al funcionario público antes que a la administración que también bajo la figura de la responsabilidad subsidiaria. 


Ver: "La Corrupción Política", Javier Pradera (Galaxia Gutenberg) -  iiiSeguir leyendo: http://www.libertaddigital.com/opinion/percival-manglano/hay-algun-politico-honrado-en-espana-73860/

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