Reflexiones en la página de "Recuperar Navarra" a propósito del famoso derecho a decidir que defiende un partido con aspiraciones a gobernar toda España y que, si Dios no lo remedia, será uno de los cuatro más votados, que quiere aumentar el gasto dando la independencia a parte del territorio y de la riqueza de los españoles, que tiene en sus filas a un antiguo jefe de estado mayor.
El derecho a decidir puede ser todo lo contrario a la
democracia
Que los ciudadanos voten puede parecer la idea más
democrática posible, pero fácilmente se puede convertir también en la más
antidemocrática.
Hay un acertijo que dice que un bate y una pelota de
baseball cuestan 1,10 euros. Si el bate cuesta un euro más que la pelota,
¿cuánto cuesta la pelota? Casi todo el mundo contesta rápido y lo hace diciendo
que el bate cuesta 1 euro y la pelota 0,10. Error, el bate cuesta 1,05 y la
pelota 0,05. Algo así pasa cuando se contesta rápido y sin pensar sobre lo
democrático que es el derecho a decidir.
Cuando un grupo de personas vota para decidir algo, la
democracia consiste en que la mayoría gana y la minoría acata la decisión de la
mayoría. Si la minoría decide hacer una votación por su cuenta para no acatar
la decisión de la mayoría, eso no es la democracia sino todo lo contrario a la
democracia. Es un ardid para no aceptar el resultado de una votación
democrática. Eligiendo a conveniencia el sujeto de la votación se puede alterar
a conveniencia el resultado de la elección. Pensemos algunos ejemplos.
El cementerio nuclear
Hace algunos meses, la Junta de Castilla la Mancha vetó la construcción
de un cementerio de residuos nucleares en la localidad de Villar de Cañas. El
pueblo quería el cementerio. Al pueblo no se le reconoció el derecho a decidir.
Si el sujeto de decisión era el pueblo, el resultado era uno; si se tomaba como
sujeto de decisión la comunidad autónoma, el resultado era otro.
El referéndum de Leiza sobre la ikurriña
Hace unos años en Leiza, como en Villava, se quiso celebrar
un referéndum para decidir si se colocaba o no la ikurriña en el balcón del
Ayuntamiento. Aparentemente parece muy democrático que la gente del pueblo
decida, ¿pero no es una forma de que en un trozo de Navarra se desacate la
voluntad mayoritaria del conjunto de los navarros? Eso que parece democrático,
¿no es entonces todo lo contrario a la democracia?
Droga, inmigración, impuestos y pena de muerte
En España no es legal la pena de muerte o el tráfico de
heroína, ¿podrían una comunidad, una provincia, un pueblo, incluso un barrio,
legalizar la pena de muerte, el tráfico de heroína, la expulsión de los
gitanos, la no entrada de inmigrantes o la creación de un paraíso fiscal?
La plaza Conde Rodezno
Pensemos si no en el caso del cambio de nombre de la plaza
Conde Rodezno. Si se hubiera hecho un referéndum, ¿debería haber elegido el
nombre toda Pamplona o sólo los vecinos del barrio? ¿Hubiera salido el mismo
resultado según quién eligiera? Si hubieran elegido sólo los vecinos, de hecho,
puede que se hubiera mantenido el nombre de Conde Rodezno. Claro que a lo mejor
no se hubiera incluido esa opción en la pregunta, de modo que también en ese
sentido se puede predeterminar o evitar un resultado, aunque el procedimiento
aparentemente sea consultivo y democrático.
El derecho de las regiones ricas a separarse de las regiones
pobres
El derecho a decidir, por otro lado, es algo que casi
siempre vemos asociado al nacionalismo y como una demanda separatista.
Jurídicamente, lo único que existe en el derecho internacional es el derecho a
la autodeterminación exclusivamente de los territorios coloniales, separados de
su metrópoli y de su régimen jurídico (no pueden existir colonias españolas
dentro de España), y aún así, según la
ONU, con una clara limitación:
“El territorio de una colonia u otro territorio no autónomo
tiene, en virtud de la Carta
de las Naciones Unidas, una condición jurídica distinta y separada de la del
territorio del Estado que lo administra, y esa condición jurídica distinta y
separada conforme a la Carta
existirá hasta que el pueblo de la colonia o territorio no autónomo haya
ejercido su derecho de libre determinación de conformidad con la Carta y, en particular, con
sus propósitos y principios”.
“Ninguna de las disposiciones de los párrafos precedentes se
entenderá en el sentido de que autoriza o fomenta cualquier acción encaminada a
quebrantar o menospreciar, total o parcialmente, la integridad territorial de
Estados soberanos e independientes que se conduzcan de conformidad con el
principio de la igualdad de derechos y de la libre determinación de los pueblos
antes descritos y estén, por tanto dotados de un gobierno que represente a la
totalidad del pueblo perteneciente al territorio, sin distinción por motivo de
raza, credo o color”.
Es por todo lo anterior que el nacionalismo ya no habla de
derecho a la autodeterminación, que es inaplicable a la CAV o a Cataluña, sino de un
evanescente derecho a decidir, no se sabe qué, no se sabe quién.
El sujeto a decidir del pueblo vasco, por ejemplo, ¿cuál
sería? ¿Qué es el pueblo vasco? ¿Hay un gen que lo identifique? ¿Son vascos
todos los habitantes de Navarra? ¿Sólo los que hablan vascuence? ¿Sólo los que
tocan el chistu? ¿Tendrían que decidir los habitantes de la CAV, más los de Navarra, más
los del País Vasco francés? ¿Quedaría vinculada Navarra por toda esta gente?
Respecto al pueblo catalán, ¿es un pueblo distinto que el de
Mallorca, el de Valencia o incluso el del Rosellón? ¿O cualquier grupo de
personas puede ser el sujeto de decisión de cualquier cosa sobre cualquier
materia en cualquier sitio? Eso, como veíamos, es dinamitar la democracia, no
reforzarla.
Reconociendo el derecho a decidir, se está reconociendo el
derecho a decidir de las regiones ricas a separarse de las regiones pobres, y
de este modo dejar de financiarlas y cortar cualquier redistribución de renta
interterritorial. No es casual que las regiones independentistas suelan ser
siempre regiones ricas. Paradójicamente, en España la izquierda defiende con
ardor este dislate, particularmente la extrema izquierda.
Por todo lo anterior queda claro que el llamado “derecho a
decidir” no existe en el derecho internacional, tiene unos límites conceptuales
sumamente difusos y puede acabar siendo no una expresión democrática, sino todo
lo contrario a la democracia. Pero queda por señalar que el derecho a decidir
tiene todavía otro límite, si cabe más importante.
No todo lo que decida una mayoría democráticamente es
aceptable
Por ejemplo, la mayoría no puede aprobar en referéndum
fusilar a la minoría, ni se puede pedir a las personas de la minoría que, si
son demócratas de corazón, acepten ser fusilados.
Hay unos derechos fundamentales (podríamos decir naturales)
que no pueden ser objeto de votación, sino que son inalienables, derechos cuyo
no reconocimiento es ya una injusticia. Es por esto que se puede hablar de
leyes injustas (algo puede ser legal y sin embargo injusto), o por lo que los
nazis pudieron ser condenados por sus crímenes pese a haber actuado conforme a
la legislación nazi, aunque fuera una legislación respaldada en origen por una
mayoría de votos.
Decíamos que la mayoría no puede aprobar en referéndum
fusilar a la minoría, y seguramente todo el mundo entiende que esto no sería
democrático aunque se votara democráticamente. Pero el derecho a decidir es un
poco como si la minoría fusilara a la mayoría. Es decir, el derecho a decidir
del que solemos hablar en España consiste en algo tan antidemocrático como que
la minoría se separe de la mayoría para decidir por su cuenta, que es un poco
como sacar del censo a la mayoría para que decida sólo la minoría, lo cual es a
todos los efectos como liquidar a la mayoría, siquiera civilmente, sin
necesidad de fusilarla, aunque el efecto sea el mismo.
Otra cosa que puede suceder con los referéndum es que no
sirvan para nada. Podemos votar si queremos una renta básica universal de
100.000 euros o si no queremos ser bombardeados por el ISIS, pero en el
probable caso de que gane el no, es improbable que el ISIS no nos vaya a poner
una bomba por eso.
Más que un poder cercano, lo que mola es un poder pequeño
Cuidado, nos encantan los referéndum, la participación y la
horizontalidad del poder, pero por un lado como hemos visto pueden tener su
reverso tenebroso y, por otra parte ya están los demás para recitar
continuamente las cualidades maravillosas de los referéndums.