Emotiva despedida al político e intelectual vasco fallecido el 17 de julio. Hombre de izquierdas, rebelde contra toda autocracia supo enfrentarse a ETA jugándose la vida. Gran ejemplo en estos tristes tiempos en que la izquierda que tiene memoria para todo, no la tiene para valorar la unidad de España.
Juan Cruz en El País
El paisaje recuperado de José
Ramón Recalde
Deja tras de sí la admiración que transmitía este
hombre de pie, alzado desde siempre contra quienes trataron de oscurecer la
vida libre de los ciudadanos vascos
Jose Ramon Recalde en el año
2004. Jesus Uriarte
Como al poeta León Felipe,
la barbarie asesina le quiso quitar la vida, pero no le pudo quitar ni la voz a
José Ramón Recalde, librero, intelectual, ser humano vasco que amaba Donosti
sobre todas las cosas, pero que quería la libertad antes que nada. Por eso
quisieron matarlo; ahora lo ha matado la vida. Recalde deja tras de sí la
admiración que transmitía este hombre de pie, alzado desde siempre contra
quienes trataron de oscurecer la vida libre de los ciudadanos vascos.
Tras aquel atentado que pudo
borrarle el paisaje de vivir, ahí siguió su voz malherida, sus ojos serenos y
claros, su sonrisa y su risa, diciendo no a todo lo que se opuso a la libertad
de Euskadi, de España. José Ramón Recalde sufrió aquel atentado ominoso y su
vida luego fue un ejemplo de cómo se pueden recuperar no sólo la voz, sino el
paisaje y la libertad.
A los que no hayan sufrido
la usurpación del paisaje, a los que hemos vivido la experiencia de libertad
que nos mostraron héroes civiles como Recalde, tenía que conmovernos, y
ponernos en acción, las pérdidas principales de aquellos vascos que fueron
perseguidos en su propio país hasta la muerte: la tierra, la libertad de andar
por ella, el paisaje íntimo de su vida, el que les alegró la mirada hasta que
quisieron tapiarlo con el horror del secuestro y del atentado.
Cuando la Eta declaró que no
seguiría matando (aunque luego siguió), le pedí a Recalde que me llevara a su
paisaje favorito, en lo alto de San Sebastián, un banco humilde desde el que
veía la ciudad, que era para él, gran librero, un libro abierto. Pero entonces
(porque Eta va a seguir matando, estaba seguro), no quiso ir a ese paraje.
Mucho tiempo después, cuando ya parecía que era verdad, que Eta ya no era
aquella amenaza, nos llevó a Jesús Uriarte, el fotógrafo, y a este cronista, a
ese paisaje que le habían hurtado tanto tiempo los que atentaron contra él,
contra su voz, contra su libertad.
Ya había recuperado su voz,
y ya gozaba de la libertad que no pudieron lesionarle del todo, porque Recalde
recuperó la voz, y siguió haciendo de su testimonio un modo de ayudar a otros a
salir del silencio, a renunciar a la comodidad del olvido y, también, a la
tentación del rencor. Como Albert Camus, él no estaba equipado para el rencor,
y eso lo hizo un ciudadano reflexivo, radicalmente contrario a los extremos,
incluido el extremo máximo de la venganza. Ya podía ir al Barrio Viejo; aquel
paseo de unos minutos, que había sido imposible tiempo atrás, ahora era una
fiesta. Ese viaje simple, ese trayecto se convertía en un símbolo de libertad y
de alegría. Acaso esos minutos tan humildes simbolizan ahora el estado de
barbarie que vivió el País Vasco y que sufrió, entre muchos, José Ramón
Recalde, el buen librero que vio cómo Lagun, su librería, la suya y la de, su
mujer, la gran María Teresa Castells, recibía la misma metralla que un día le
alcanzó a él.
No sólo se ganó el paisaje
que le habían robado los asesinos sino que se ganó el respeto a acusarlos,
desde la razón, como sujetos indeseables que querían el mal para su pueblo
proclamando, con la valentía mentirosa que les daban las pistolas, que ellos
eran los que iban a liberar a su pueblo. Desflecados esos argumentos, uno a
uno, él siguió hablando con la fuerza indudable (e innumerable) de la voz
herida.
José Ramón Recalde, el
hombre tranquilo que luchó con su paz interior contra los que arrastraron el
paisaje de Euskadi por la ciénaga triste de la sangre. Ahora ese paisaje vuelve
a ser el de José Ramón Recalde, un hombre de paz, una voz de la paz.
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