En este extraño mundo que nos ha tocado vivir, asistimos al espectáculo grotesco de una pretendida izquierda que apuesta conpulsivamente por prohibir todo aquello que se le ocurre.
En mi juventud, todavía estaban humeantes las ascuas de aquella izquierda gozosa salida de todo el espectro ideológico de mayo 1968, pero militante de un cierto anarquismo más bien anarcoide.
Prohibido prohibir decían, una sociedad más libre, un futuro radiante; en definitiva, un mundo joven.
No, ahora crean constantemente fronteras artificiosas, atacando la intimidad de las personas e inmiscuyéndose en la vida a caballo de la corrección política.
No, ahora crean constantemente fronteras artificiosas, atacando la intimidad de las personas e inmiscuyéndose en la vida a caballo de la corrección política.
En aquella época, el poder también pretendía reprimir las ansias de libertad y los excesos, había cargas policiales y muchos protestantes inquietos resultaban heridos, generalmente leves. En el tiempo actual, son los policías las víctimas de un odio cainita inimaginable y ajeno a cualquier sentimiento lúdico. No hay sonrisas en las "revoluciones" de hoy sino agresión y violencia.
Están decididos a trasladarnos a un nuevo conflicto, como en el pasado más oscuro.
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