El presidente de Méjico, López Obrador, ha protagonizado un episodio chusco a propósito del próximo aniversario de la conquista, por parte de Hernán Cortés y su ejército, del Imperio Azteca.
Sin pestañear, ha exigido al Rey de España, y al Papa, que pidan perdón por los abusos cometidos en la conquista.
La respuesta, a bote pronto, del ministerio de exteriores español, en boca de Josep Borrel, es jocosa; no se pedirá perdón y España tampoco exigirá a Francia que pida perdón por la invasión napoleónica ni a Italia por la romanización (tampoco al Califa por la invasión islámica).
Los observadores ven en el populista un intento de desviar la atención por los, más bien magros, logros de su gestión, en un país como Méjico, en vías de desarrollo pero atenazado por las bolsas de paro y pobreza, y también por la guerra contra el "narco".
El dominio de la clase criolla desde la independencia es descomunal, incluso él (L.O.) desciende, no ya de criollos sino de emigrantes españoles. Su mujer, al parecer inspiradora de las misivas, es de ascendencia criolla y alemana.
Al margen de la contumacia en no entender que quien conquistó Méjico no fue el "Estado Español" sino el Reino de Castilla (ya desaparecido) y que no conquistó el "Estado Mejicano" sino el Imperio Azteca (ya desaparecido).
López averguenza a los mejicanos y llevando al absurdo, más, su demanda es como si el actual alcalde de Londres (de origen paquistaní) tuviera que pedir perdón por los abusos del Imperio Británico.
Creo que el largo brazo de PODEMOS, y de Ernesto Laclau, no están lejos de tan estrambótica petición.
Es bueno que ante el conflicto que se avecina en España sepamos donde está el enemigo.
P.D. Sobre los logros de la hispanización es conveniente releer al norteamericano Charles F. Lummis, blanco, anglosajón y protestante pero estudioso de la frontera.
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