Decía don Julio Caro Baroja, el gran antropólogo, etnógrafo y etnólogo español, que hemos acostumbrado a nuestro espíritu a ver Europa como si estuviéramos en el siglo XVIII. Una Europa fundamentalmente estable con un clima previsible que permite producir alimentos y que tiene suficientes reservas como para permitirse avanzar en economía, ciencia y crecimiento demográfico, incluso con guerras de familia. Pero en otras etapas el mundo es más caótico, destructivo y negro. No hay fotos fijas y las fuerzas económicas desatadas que nos mostraron Ferguson y Adam Smith llevan en su seno el embrión de la destrucción y transformación de la realidad social.
Así pues, las etapas del devenir humano se dividen entre esas que son estables "clásicas", con alta natalidad y bajas migraciones, y las etapas inestables, caóticas y con fuertes movimientos poblacionales; etapas de grandes crisis, que en griego quiere decir "cambios", que son rápidos y profundos. Periodos como el fin de la crisis del año 1000 que dará lugar a una estabilidad y desarrollo desconocidos en la etapa cálida medieval y que posteriormente dará lugar al caótico periodo de la peste negra y la pequeña edad del hielo, llena de guerras y cambios.
Del periodo de estabilidad cultural que alimenta la idea de nación, llegamos hasta el actual periodo de Occidente en el que domina el miedo; las creencias se pierden y domina el vacío; la población decae y parece que el cielo caerá sobre nuestras cabezas.
Una de las características de los periodos inestables es el movimiento masivo de poblaciones que la sociología llama völkerwanderung. Etapas clásicas de la civilización asiria fueron destruidas durante siglos para reaparecer 300 años después en otro periodo clásico, recuperando la lengua y la civilización; o el caso de los acadios, bárbaros que conquistan a la civilizada Sumeria, que tras el mestizaje subsiguiente renacerá, gracias a su superioridad, en el mundo caldeo-mesopotámico.
O qué decir de los grandes imperios como el Romano o el Chino, tan influyentes uno en otro aunque desconociendo cada uno la existencia del otro. O Israel destruido tras la diáspora en época del emperador Adriano y reaparecido en 1948 gracias a la decisión de un grupo de políticos y al remordimiento por el holocausto.
Spengler dio fecha al momento culmen de Occidente; lo hizo coincidiendo con el Congreso de Viena; era el tiempo de Metternich y las metas de la civilización parecían bien encarriladas. Pensaba que la decadencia sería lenta y en cierta medida plácida pero nada más ajeno a la realidad. Todo, el soporte del colonialismo, la ausencia de guerras, el juego de la política ha sido diferente. Si los socialistas utópicos pretendían arreglar el sistema con parches voluntarios, los pensadores críticos ponen de manifiesto sus agujeros: Marx los planes y programas incompetentes, según él, con las contradicciones, Nietzsche el punto de vista moral de la civilización y Freud la independencia de la voluntad, el libre albedrío del yo.
Tras un siglo en el que hemos visto dos guerras mundiales y el enfrentamiento global de la Guerra Fría, nos enfrentamos a la realización del "plan de Kalergi" que pasa por la homogeneización de un mundo anómico, sin tradición alguna, un caos que permita el dominio de la élite. Se preconiza el fin de la libertad y la malversación de la democracia.
Es curioso que se busque la preservación de especies biológicas y la destrucción de todas las culturas y tradiciones, la desaparición de etnias y linajes. Se acaban las mayorías religiosas, se acaban las civilizaciones y la estabilidad, se patrocina la muerte de la diversidad y la muerte física.
2 comentarios:
No sé si el plan Kalergui es real o no pero como unos cardan la lana y otros llevan la fama tenemos a Barbara Lerner Spectre y el movimiento Paideia.
https://es.metapedia.org/wiki/Marxismo_cultural
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