En el hervidero político español, en el que ningún despropósito
adicional parece que vaya a sorprender ni tampoco la ausencia total de contención, ha surgido como por ensalmo,
con ocasión de la celebración institucional del aniversario de la
Constitución, un nuevo caso capaz de asombrar al ciudadano más avisado.
El ministro Wert, aludiendo a las feroces críticas que nacionalistas y socialistas han lanzado sobre su proyectada reforma de la enseñanza obligatoria (los unos porque adelantan la fisura de su totalitario sistema de inmersión lingüística y los otros porque creen arrumbado su ilusorio método para aparentar la igualdad de todos los españoles mediante el expediente del aprobado general), citando a Miguel Hernández, señaló: "como el toro me crezco en el castigo".
Ya tenemos nuevo tema de conversación que oculte la cruda realidad de nuestras cuatro crisis, a saber: crisis moral, crisis nacional, crisis económica y crisis política. ¿Realmente es tan demencial querer que los hijos de hablantes en castellano se eduquen fundamentalmente en esa lengua? ¿Qué pasará con los hijos de los funcionarios del Estado, militares y policías que un día pueden estar en otros destinos? Cuando los diputados de Esquerra le gritan a Wert que aparte la mano de "sus" hijos, ¿hablan de representar a "todos" los padres de Cataluña? ¿Por qué no dejan elegir a los padres? Son preguntas sin respuesta en este corral de comedias en que se ha convertido España.
El ministro Wert, aludiendo a las feroces críticas que nacionalistas y socialistas han lanzado sobre su proyectada reforma de la enseñanza obligatoria (los unos porque adelantan la fisura de su totalitario sistema de inmersión lingüística y los otros porque creen arrumbado su ilusorio método para aparentar la igualdad de todos los españoles mediante el expediente del aprobado general), citando a Miguel Hernández, señaló: "como el toro me crezco en el castigo".
Ya tenemos nuevo tema de conversación que oculte la cruda realidad de nuestras cuatro crisis, a saber: crisis moral, crisis nacional, crisis económica y crisis política. ¿Realmente es tan demencial querer que los hijos de hablantes en castellano se eduquen fundamentalmente en esa lengua? ¿Qué pasará con los hijos de los funcionarios del Estado, militares y policías que un día pueden estar en otros destinos? Cuando los diputados de Esquerra le gritan a Wert que aparte la mano de "sus" hijos, ¿hablan de representar a "todos" los padres de Cataluña? ¿Por qué no dejan elegir a los padres? Son preguntas sin respuesta en este corral de comedias en que se ha convertido España.
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