Debajo de la Historia, pero en la historia, hay unas corrientes soterradas que hacen y fuerzan el desarrollo de lo visible según las circunstancias. Es por ello que, extrañamente, al menos algunas fases de la Historia se parezcan.
A partir de la Guerra de la Independencia, la influencia de ese acontecimiento en las corrientes históricas ha posibilitado 3 ciclos temporales con ciertas similitudes. Un primer ciclo desde 1808 hasta 1868 con la penetración de nuevas ideas y la división de España en dos bloques ideológicos: un bloque afecto a las novedades de la ilustración y la revolución francesa, y otro tradicional que entiende el ser de España como una especie de reconquista espiritual.
La francesada y las tres guerras carlistas son consecuencia de lo dicho.
El segundo ciclo comienza tras la catástrofe de la 1ª República y el cantonalismo. En él los liberales, cuyas peleas habían causado tanta inestabilidad en el periodo anterior, decidieron compartir el poder, alternándose en él sus partidos liberal y conservador, y restaurando la monarquía borbónica. Se experimentó un crecimiento sostenido y acumulativo, y se restauró la nación.
El régimen, sin embargo, sufrió el desgaste de la pérdida de las últimas colonias en América y el Pacífico, de manera que el pueblo perdió poco a poco la fe en la situación, o más que el pueblo la intelectualidad.
Los desastres de la guerra en el Rif, en la que en un día murieron cerca de 10.000 españoles, ocasionaron motines y una fuerte desestabilización; la dictadura posterior de Miguel Primo de Rivera enderezó temporalmente la situación pero la crisis de 1929 se la llevó por delante.
El deterioro de la II República culminó en una bestial guerra civil que, tras la victoria de Franco, dio lugar a una larga dictadura modernizadora, en el terreno económico, y que culminó con una segunda restauración en la cual nos encontramos.
La transición surge de un pacto con la oposición y desemboca en una democracia con luces y sombras pero intercambiable con las de nuestro entorno.
El nuevo cambio de ciclo se adivina en las crisis aquí citadas. Así, hoy vuelve a jugarse la subsistencia de la nación y posiblemente una nueva república, sin que los nuevos republicanos den la sensación de haber aprendido gran cosa de las dos anteriores. Todo esto nos remite a la baja calidad de las clases dirigentes en España con la consecuencia de la debilidad del pensamiento y análisis político nacional.
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