Interesante artículo de Pío Moa sobre el balance de nuestra democracia. Parece que hay mucho que mejorar.
Está claro que la actual democracia marcha francamente mal:
balcanización cada vez más amenazante, corrupción rampante de los
partidos, crisis económica y envilecimiento de las condiciones de
trabajo, competencia de demagogias entre partidos, intentos de subsumir
la cultura española como apéndice de la anglosajona y de disolver la
nación española como una región manejada por la burocracia de Bruselas,
permanencia de Gibraltar como humillante injuria permanente de un país
supuestamente amigo, desprestigio de la justicia , hispanofobia
general... Podríamos seguir. No, el balance de cuarenta años es
peor que mediocre, es sencillamente amenazante para la permanencia de
España como una nación unida en que podamos convivir unos y otros en
libertad. Y de nada vale desviar la mirada o perderse en el
frívolo e indecente cotorreo que quiere pasar por análisis político en
la mayoría de los medios de difusión.
¿Cuál es la causa de
estas miserias? Dicen tenerlo claro los más variados personajes y
partidos políticos. La ETA, gentes del PSOE, también del PP, los de
Podemos, los separatistas, etc., aseguran que la raíz de los males está
en el franquismo, que pesa como una pesadilla deformante sobre la
democracia. Últimamente ha querido “teorizarlo” el periodista inglés Tom
Burns, desde un enfoque pretendidamente liberal. Una de las maldiciones
del liberalismo español ha sido su frívola querencia por los partidos
totalitarios y balcanizadores, ya denunciada por el abuelo de Burns, Gregorio Marañón, bien arrepentido de sus devaneos republicanos.
Uno podría tomar en consideración la tesis si, efectivamente, el
franquismo hubiera permanecido de alguna manera. Pero con toda evidencia
no ha sido así: su aparato estatal fue desmantelado y prácticamente
todos los políticos, desde De Juana Chaos o Josu Ternera hasta Soraya o
Rajoy, pasando por Pujol, Mas, Zapatero, Felipe González, Villalobos,
Aido, Cospedal, Guerra, Aznar, etc., jueces delincuentes como Garzón,
no digamos los viejos como el héroe de Paracuellos o Arzallus, han
presumido de antifranquismo. Es más, han hecho de su antifranquismo un
sello demostrativo de su espíritu pretendidamente democrático. Si
algo demuestra el hecho de que terroristas, socialistas proetarras,
derechistas corruptos, separatistas y otros se declaren y obren como
antifranquistas, es que la causa real de los males de la democracia
reside precisamente en el antifranquismo.
La
distorsión de la historia ha sido tan gigantesca que se ha querido
presentar a la ETA como herencia de aquel régimen, cuando el grupo
terrorista es precisamente, herencia del antifranquismo, no solo por su
declarado carácter sino porque todos los antifranquistas, de izquierda y
de derecha, en España, resto de Europa o Argelia, la han hecho grande. Vivimos,
como decía tan acertadamente Julián Marías, inmersos en la mentira
profesionalizada. Y subvencionada con dinero todos, una corrupción más, y
muy de fondo.
Según el señor Burns, en el franquismo el poder lo controló siempre la misma persona y lo administró un partido único.
Ni hubo partido único, pues el Movimiento era un aparato pequeño y con
escaso presupuesto, ni Franco “controlaba” en exclusiva el poder. La
cúpula del franquismo tuvo siempre de una calidad profesional –y creo
que también moral, tampoco es muy difícil-- superior a lo que vino
después, y por algo dejó un país próspero, con abundante clase media y
políticamente moderado. Y sigue el señor Burns: La España de la Hoja
del Lunes pasó a tener la oferta plural de la información digital, pero
la gobernanza de su ciudadanía siguió en manos de un estamento político
sellado, compacto y endogámico. Es como decir que la Inglaterra de
la masiva prensa sensacionalista y semipornográfica pasó a la época
digital. Como en todo el mundo, por lo demás. En cuanto al “estamento
político”, el primer partido salido directamente del franquismo, la UCD,
saltó en pedazos en pocos años; el PSOE cuyos dirigentes habían
militado en la oposición –es verdad que una oposición “de cuento”—, hubo
de rehacer sus cuadros dirigentes. En fin, un estamento que, lejos de
continuar al del franquismo, se ha definido por su decisión de romper
radicalmente con él en palabras y hechos. Por lo demás, estamentos así
existen en todos los países. En Inglaterra, la clase política siempre fue enormemente oligárquica y clasista, salida principalmente de Oxford y Cambridge.
Como prueba de su asombroso aserto, Burns afirma que la democracia española se
distinguió por el hiperliderazgo, la jerarquización del mando, el
dirigismo y la aversión a la transparencia y a la rendición de cuentas.
Bueno, en todas partes ocurre. Pensemos en el hiperliderazgo de
Margaret Thatcher, en la jerarquización clasista tradicional de la
política inglesa. En cuanto a la aversión a la transparencia y la
rendición de cuentas, se dan en todos los partidos del mundo. Para
evitarlos están las oposiciones y la prensa. En España, como en otros
países, parte de la prensa ha descubierto las corrupciones de los
partidos y les ha obligado a rendir cuentas. No es que la prensa en España (o en Inglaterra) sea un modelo de objetividad y honradez, pero algo es algo.
Dice también Burns que la constitución del 78 se hizo excluyendo normas de fluidos mecanismos correctores para su continua puesta a punto y mejora. Una constitución no puede estarse “mejorando” continuamente. Y la experiencia, que no parece decir nada al señor Burns, es que todos
los partidos han presionado desde entonces para acentuar los rasgos
balcanizantes e hispanófobos, por lo que debemos agradecer que
no se haya modificado gran cosa, pese a sus evidentísimos defectos y a
haber sido conculcada mil veces. Las modificaciones las ha hecho un más
que deplorable Tribunal Constitucional para “hacer constitucional lo que
es anticonstitucional”.
En fin, los “análisis” de siempre. En la transición se abrió un dilema: o
basarse en la espléndida herencia social y económica legada por aquel
régimen, o la “ruptura”, el rechazo a esa herencia para enlazar con la
“legitimidad” del Frente Popular, es decir, con la miseria y los odios
del pasado. El pueblo demostró masivamente en el referéndum
del 76 que estaba por lo primero, pero el rupturismo no ha cesado de
avanzar con sus ímpetus disgregadores, su enorme corrupción no solo ni
principalmente económica, y con las demás taras hoy tan evidentes. Hasta
culminar en la ley de memoria histórica que pretende convertir en víctimas a los chekistas y asesinos del Frente Popular.
Contrariamente
a estos análisis, creo que la regeneración de la democracia pasa por
recuperar la verdad histórica frente a una falsificación sistemática que
deforma y envenena el presente. Y que sin ello, todo seguirá yendo a
peor
Cabe señalar que el señor Burns
es caballero de la Orden del Imperio Británico, (Esperanza Aguirre
también es “Dama comendadora”), diseñada para premiar a servidores o
agentes distinguidos de dicho imperio. El imperio de Gibraltar,
casualmente. Quizá esto ayude a entender el curioso antifranquismo del
señor Burns. Después de todo, Franco convirtió el peñón en una ruina para Inglaterra.
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