El 11 de marzo del año 2004 se produjo en España el mayor atentado terrorista de la historia de Europa. Las consecuencias del mismo fueron demoledoras para la consistencia del régimen y España entró en un agujero negro en el que todavía nos encontramos.
En este artículo Pío Moa lo expone con claridad.
11-m: autores y beneficiarios
La
versión oficial sobre el 11-m tiene evidentes fallos: pruebas falsas
rechazadas pero sin investigar su autoría, ausencia de autor
intelectual, confusión sobre el designio del atentado y razón de la
fecha elegida, destrucción apresurada de pruebas, equívocos sobre el
explosivo utilizado, etc.
Otra dificultad de la versión oficial
consiste en la atribución del atentado a un grupo de personajes de
confusa entidad política, entre ellos un minero esquizofrénico, y varios
confidentes de la policía. Este último dato habría exigido una
investigación a fondo, de haber sido ellos los autores reales.
Los
defensores de la versión oficial arguyen que es imposible que tantos
policías, jueces, fiscales y periodistas interviniesen en la acción y su
posterior falsificación. Pero no es preciso tal complicidad masiva.
Muy pocas personas pueden haberlo hecho, cooperando otras por
ignorancia o conveniencia. Y ciertamente existen jueces, periodistas,
policías y fiscales corruptos o dispuestos a corromperse.
Otro argumento a favor de la versión oficial es que después de tanto
tiempo, la verdad habría salido a la luz por un lado u otro, pero ello
no es necesariamente así: la versión oficial sobre el 23-f se mantuvo
durante muchos años, no hace tanto que empezaron a desvelarse sus
entresijos y todavía no es conocida del todo. Y sigue habiendo gente que
cree tal cual la versión antigua.
Los defensores de la
versión oficial acusan a quienes la ponen en duda de “conspiranoicos”.
Pero lo cierto es que detrás de todo atentado existe una conspiración.
Un golpe así no lo realizan unos mindundis que pasaban por allí y a
quienes se les ocurre la idea sin un designio preciso y coincidiendo la
fecha por casualidad con el fin de una campaña electoral.
Hay atentados impresionantes que sin embargo no tienen consecuencias
políticas de relieve. Por ejemplo, el asesinato de Carrero Blanco,
contra lo que algunos se empeñan en creer, no alteró la evolución del
régimen, que después del Vaticano II no tenía otra opción que transitar
en el sentido en que lo hizo. El propio Carrero, como otros muchos
dirigentes, estaba pensando en una transición lo más tranquila posible,
aunque los criterios no estuvieran del todo claros. Sin embargo, el
atentado del 11-m ha tenido repercusiones políticas difíciles de
exagerar.
La primera repercusión evidente puede expresarse
así: el atentado ayudó significativamente a la victoria electoral del
PSOE. O quizá no fue tanto el atentado mismo como su rápida utilización
para derivar hacia el PP la responsabilidad de la matanza, dejando a los
terroristas en segundo plano y ofreciéndoles una especie de
justificación por la intervención española en Irak.
A su
vez, la victoria electoral del PSOE trajo consigo otras consecuencias
fundamentales: a) Fueron retiradas las tropas españolas que en Irak
ayudaban a la reconstrucción del país. El dato es interesante porque
las tropas, que no habían participado en la invasión, estaban ayudando a
los irakíes contra grupos como los que, según la versión oficial,
habían realizado el atentado de Madrid. b) La ETA, que se hallaba al
borde del precipicio por la política de Aznar fue rescatada mediante
negociaciones clandestinas, ocultas a la opinión pública, premiándose
sus crímenes con relegalización, dinero público, presencia
internacional, promesa de liberación de sus presos, etc. c) Los
separatistas catalanes fueron obsequiados con un práctico reconocimiento
de soberanía al parlamento regional y con un nuevo estatuto que nadie
pedía entonces y fue votado minoritariamente; pero que dejaba en
residual la presencia del estado, como se felicitó el socialista
Maragall. d) Fue impuesta, a través de la semisoviética ley de memoria
histórica y otras acciones, la condena radical del franquismo, y por
tanto, implícitamente, de la transición democrática y la monarquía
salidas de él. Con ello se imponía la “ruptura” que izquierdas y
separatistas habían intentado en la transición, contra la decisión
popular muy mayoritaria del referéndum de diciembre de 1976.
Difícilmente un atentado habría podido tener consecuencias políticas de
mayor alcance.
Por consiguiente, si bien seguimos sin
conocer a los autores reales del atentado, están bien claros sus
beneficiarios políticos: PSOE, ETA, separatistas y, más indirectamente,
los islamistas. El cui prodest, no es una prueba de autoría,
aunque sí un indicio. Sabemos también quiénes han sido los grandes
perjudicados: España, la democracia y el estado de derecho. El PP de
Rajoy continuó luego la política de Zapatero, hasta llegar a
la situación actual, cada vez más peligrosa.
Pío Moa, Blog de La Gaceta
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