Día de la fiesta nacional, como todos los años se manifestarán por las calles de España grupos de hispanoamericanos protestando por lo que llaman el genocidio indio; y es que nuestra fiesta se celebra el día de la raza, es una fiesta inclusiva que engloba a todos los pueblos iberoamericanos. Las manifestaciones están propiciadas por cierta izquierda que ahora se agrupa alrededor de PODEMOS. Estamos ante el enésimo cuento de la hegemonía de Laclau. La verdad puede que sea difícil pero es verdad; verdad relativa según las pruebas conocidas en cada momento.
A lo largo de la historia las civilizaciones se han extendido en proporción a su fuerza, traspasando su armazón tecnológico y así el comodoro Perry impulsó la revolución Meiji en Japón o las potencias colonialistas han impuesto el artefacto Estado-nación en el mundo entero, independientemente de la tradición de esos pueblos primero colonizados y posteriormente descolonizados. España en cuanto parte de Occidente, pero también como civilización española, trasladó Europa a Iberoamérica y sí, los pueblos tuvieron que someterse; era la hora de Occidente, la hora de España. Tampoco debe olvidarse que tanto los aztecas como los incas eran pueblos invasores que oprimían a otros pueblos vencidos, y ésta constituye la gran contradicción de los indigenistas y tercermundistas que hacen del imperialismo su principal lucha, olvidando que los pueblos precolombinos eran tan imperialistas como los europeos. Los aztecas habían venido del norte y masacraban a los pueblos vencidos en la guerra. A la llegada de los españoles, para muchos indígenas mexicanos, los imperialistas eran los aztecas y Hernán Cortés fue visto en un primer momento como un libertador, y para los propios aztecas era el retorno del vengador Quetzalcóatl. A los escasos españoles les habría resultado muy difícil la conquista de México de no haber contado con la ayuda de cientos de miles de indios tlaxcaltecas que se sumaron al ejército invasor, animados por el deseo de venganza contra los aztecas.
A lo largo de la historia las civilizaciones se han extendido en proporción a su fuerza, traspasando su armazón tecnológico y así el comodoro Perry impulsó la revolución Meiji en Japón o las potencias colonialistas han impuesto el artefacto Estado-nación en el mundo entero, independientemente de la tradición de esos pueblos primero colonizados y posteriormente descolonizados. España en cuanto parte de Occidente, pero también como civilización española, trasladó Europa a Iberoamérica y sí, los pueblos tuvieron que someterse; era la hora de Occidente, la hora de España. Tampoco debe olvidarse que tanto los aztecas como los incas eran pueblos invasores que oprimían a otros pueblos vencidos, y ésta constituye la gran contradicción de los indigenistas y tercermundistas que hacen del imperialismo su principal lucha, olvidando que los pueblos precolombinos eran tan imperialistas como los europeos. Los aztecas habían venido del norte y masacraban a los pueblos vencidos en la guerra. A la llegada de los españoles, para muchos indígenas mexicanos, los imperialistas eran los aztecas y Hernán Cortés fue visto en un primer momento como un libertador, y para los propios aztecas era el retorno del vengador Quetzalcóatl. A los escasos españoles les habría resultado muy difícil la conquista de México de no haber contado con la ayuda de cientos de miles de indios tlaxcaltecas que se sumaron al ejército invasor, animados por el deseo de venganza contra los aztecas.
Los incas también
habían invadido las tierras que ocupaban; desde la pequeña ciudad insalubre de
Cuzco, a la que estaban relegados al comienzo, fueron dominando a sus vecinos
por la violencia, los aimará entre ellos, imponiéndoles su lengua, su religión,
su cultura. Del mismo modo que Cortés, Pizarro obtuvo el apoyo de tribus
rivales para derrotar a los incas, contó con la ayuda de Huáscar para derrotar
a Atahualpa.
En cuanto al descenso demográfico indio después de la conquista, su causa hay que buscarla menos en la espada de los conquistadores y más en las enfermedades contagiosas, la viruela y el sarampión, transmitidas por estos a poblaciones carentes de defensas inmunitarias. La mentira demográfica, además, ha engordado las cifras. La América precolombina era casi un desierto: sus dos principales polos de población, Perú y México, no contaban cada uno más de tres o cuatro millones de habitantes y el resto de las dos Américas más o menos otro tanto (léase La population du monde. De l'antiquité à 2050, Bordas, 1991).
España hizo el papel que Roma había desempeñado en España: civilizar, proceso inevitable, con la creación de pueblos mestizos, universidades y una cultura universal. Roma destruyó pueblos, hizo desaparecer culturas pero la península ibérica entró en el mundo. Si España no hubiese actuado en América, otras potencias (quizá hasta China) sí lo hubieran hecho. No comulgo con los que elevan a la categoría de mito nacional a los conspiradores de Las Cabezas de San Juan, creo en el sencillo patriotismo de los soldados británicos: "con el Rey con razón o sin ella". Ya cambiaremos al Rey, primero la nación.
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