Tradicionalmente la vida del ser humano civilizado ha estado acompañada de las pestes, las epidemias, las pandemias y las endemias. Aun hoy, el crecimiento exponencial del conocimiento y la técnica no ha conseguido erradicar el fenómeno.
En los últimos tiempos, desde la gran pandemia de gripe de 1918 (240.000 fallecidos en España): las gripes estacionales especialmente virulentas de 1956, 1968, la gripe aviar de 2003 y 2010, en las que una hibridación del virus que se recombina ha privado a la humanidad de la inmunidad natural o adquirida por la vacuna, el VIH que enferma a plazo (una media de 13 años) pero que ha conseguido cronificarse o la malaria con 100 millones de contagiados (40 millones de infectados anualmente) afortunadamente leves son problemas sanitarios de gran magnitud. Hay otras epidemias (dengue, Zika, fiebre amarilla o del Nilo y la encefalopatía espongiforme) que afectan a tiempos y lugares en concreto y frente a eso el ser humano global (hiperglobal ahora) que ha conseguido vencer a una peste que mató mucho (y en muchas ocasiones) en la antigüedad, la bubónica y la viruela, vencida en 1977, el sarampión, la poliomielitis, las toxiinfecciones entéricas muy controladas por higiene medioambiental y el desarrollo de vacunas.
El tipo de pandemia respiratoria del S.R.A.S 2 (2019-2020) ha tardado 100 años en repetir 1918.
Existe la posibilidad de investigar el virus, ver su genoma, estudiar sus características, su comportamiento, su virulencia, su capacidad de contagio (1-3.6 frente a 1-1.2 de la gripe estacional) y su carga vírica necesaria. Se han podido realizar confinamientos (con altísimo coste económico), utilización de mascarillas, medicamentos antivíricos, rescatados de otras utilidades, pero aún no se ha podido doblegar.
¿Cifras? Calculo que sin medidas hubiera causado 240.000 muertos en España, hoy en día. Con medidas más leves 200.000 muertos en dos años, suponiendo tratamiento y vacuna al final. En las actuales circunstancias puede haber 66.000 en una temporada hasta octubre, y señalados por muerte confirmada, con test, entre 22.000 y 66.000, según el número de pruebas que las autoridades quieran utilizar.
Ha habido graves errores; como el subestimar los avisos de la OMS y los chinos, empujados por el oftalmólogo heroico de Wuhan, que denunció a su país y le obligó a informar; no son fiables los números dados por la República Popular China.
La no utilización masiva de pruebas de anticuerpos IGG y los test PCR, sensible y específico.
Los resultados sociales, políticos y económicos serán descomunales; habrá que despedirse del mundo anterior. Hundimiento económico, estatismo, pérdida de intimidad y por lo tanto de libertad. En definitiva, un freno radical al avance de la globalización.
Las consecuencias definitivas son desconocidas en su totalidad, puede llegar una destructiva guerra internacional y en España graves conflictos civiles.