Dentro de la crítica a la democracia española actual, y en general a la "occidental", única existente, a las dificultades para seleccionar a los políticos en los puestos de gestión, representación y fontanería interna, se aprecia el problema difícilmente encarable de la corrupción.
No abunda en nuestra sociedad el temor de Dios o el temor a la quiebra del "honor", quizá hay pocos políticos honorables, queda, sin embargo, el castigo, la cárcel, y no parece que las condenas, por un cúmulo de razones, disuadan adecuadamente. Solemos mezclar en el asunto cosas que en sí son muy diferentes, y el pueblo intuye la diferencia; así, las comisiones del Rey Juan Carlos que ejercía el papel de conseguidor internacional de contratos para las empresas españolas en Oriente Medio que es un lugar en el que, por circunstancias históricas, no tendrían muchas posibilidades de trabajo. El famoso 3% del clan Pujol que se cobró la inversión inicial en el control de la autonomía catalana y la puesta en marcha de un proyecto político y "personal", pero que no despertaba excesiva animadversión porque garantizaba el negocio a las empresas paganas aunque tuvieran que asumir el coste.
Tras estos casos, ciertamente soportados por el pueblo ya que no ve peligrar su pecunio aparentemente, la corrupción sistémica de Andalucía, con los eres, cursos de formación y el saqueo presupuestario que protagonizó el PSOE, es numéricamente escandalosa y favorece a una parte del electorado frente a otra; su efecto es demoledor para el crecimiento de la comunidad autónoma.
En siguiente lugar, aparecen las mordidas a las empresas concursales para financiar campañas, muy mal vistas en el resto de España, y en eso la derecha ve mal la corrupción socialista...y la propia, los Bárcenas y compañía.
Por último está la peor corrupción, la peor vista, que es la actuación de una agencia tributaria extractiva y unas leyes fiscales que convierten a España en un infierno cleptocrático, uno de los países con mayor esfuerzo fiscal del mundo, sin contar la colusión de los bufetes especializados en materia hacendística.
El segundo aspecto a revisar es la corrupción puramente política, como lo fue en el régimen anterior la permanencia y persistencia en el poder por derecho de "victoria", sin encomendarse en ningun momento al pueblo. Qué decir de nuestra actual democracia que tiene como objetivo ganar la reelección a los cuatro años de manera que se huye de cualquier plan de desarrollo inteligente a más largo plazo. La demagogia y el populismo, que no es sólo de los partidos así llamados sino de todos los de poder, están llevando a España a una quiebra histórica en el orden económico, demográfico, social y político, con ausencia de estado de derecho.
El régimen democrático está en manos de grandes inversores en medios de comunicación con la secuela de la agenda 2030, la doctrina de la UNESCO, el club Bildelberg, la Trilateral y el emporio occidental de la colusión corrupta.
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