Como ya sabéis, me gusta buscar el origen de las palabras y en esta ocasión me voy a referir a la palabra indigenismo.
Parece que es una doctrina política referida a la reivindicación de los aborígenes amerindios, y su manifestación más lejana estaría en fray Bartolomé de las Casas (obispo de Chiapas), que escribió en contra del trato que recibían los indígenas al comienzo de la conquista y colonización de América.
En su tiempo, suscitó un debate que llegó, por orden real, hasta la Escuela de Salamanca, de donde salieron los principios fundamentales inspiradores de las leyes de Indias, protectoras de los pueblos tribales.
Pero es en los tiempos modernos cuando la utilización política del termino tendrá especial relevancia. Como sabemos, la independencia de las naciones hispanoamericanas se produjo en el contexto de la ocupación de España por parte de Napoleón; ante la ausencia de autoridad los virreinatos y audiencias actuaron con independencia de hecho. Alegando resistir contra el invasor francés, incrementaron el libre comercio con Inglaterra y los Estados Unidos.
La victoria de los aliados frente a Napoleón llevó a España a una guerra civil, entre realistas y liberales, que en América se enmascaró de lucha por la independencia; de esta forma los criollos independentistas intentaron atraerse a los indios con los mitos indigenistas. Tuvieron menos éxito durante la guerra con España que después, cuando la doctrina se volvió contra ellos por los abusos que cometieron con los indígenas.
La siguiente fase histórica del término aparece en los tiempos actuales, como una derivación de las doctrinas leninistas del imperialismo como última fase del capitalismo; así, los marxistas, casi todos ellos blancos criollos, decían haber encontrado la clave de la historia latinoamericana en la explotación del indio, como si fuese una especie de imperialismo interior.
Citaré al periodista deportivo Eduardo Galeano y su libro "Las Venas Abiertas de América Latina". Otros añadidos al movimiento indigenista se centraron en las universidades norteamericanas que, en los años sesenta, entraron en una beatería multicultural de admiración ante las culturas precolombinas, como los indios Pueblo o la cultura Anasazi. De ahí, la fiebre se contagió a la universidad mejicana con Castaneda y luego a toda América.
Sin haber viajado al nuevo continente, Spengler ya vio que las culturas precolombinas estaban muertas y yo, en un viaje a Yucatán, pude apreciar que los indios se confortaban en la Iglesia Católica.
Puede que Evo Morales adore a La Pachamama, pero sus padres hubieran deseado que se hubiese hecho sacerdote católico.