En San Sebastián hay un rincón muy hermoso y algo triste. En el centro de unos jardines neoclásicos obra de Ducasse, un prestigioso jardinero francés, puede verse un pequeño estanque con patos y otras aves acuáticas. El jardincillo de estilo neoclásico inglés pero con influencias de la jardinería chino-japonesa, tan de moda gracias al comercio con oriente, semeja una pequeña y cuidada selva verde con árboles, cañizos, setos y nenúfares.
Hay un puentecito que permite atravesar el estanque. Todo está situado en una de las más emblemáticas plazas de la capital guipuzcoana, la Plaza de Guipúzcoa, en ella construyó el arquitecto José de Goicoa el palacio de la Diputación de Guipúzcoa en las décadas 70 y 80 del siglo XIX. En dicho palacio, en la parte más alta de la fachada, hay una serie de figuras que representan a los grandes marinos guipuzcoanos: descubridores de mundos, militares, navegantes en general.
Que no son todos pero representan a todos, también a los comerciantes, pescadores, aquellos que sirviendo primero a Castilla y después a España apuntalaron imperios y los sostuvieron en la decadencia, retrasando la pérdida de la hegemonía española y de paso permitiendo que, hasta hoy, haya una comunidad de naciones de habla española.
Su especialidad fue resistir y ganar, fieles a su Dios, a su patria y a su rey. Triste contrapunto a lo que hoy sucede donde unos políticos etnicistas quieren reeditar guerras civiles y olvidan cuidadosamente la memoria de estos héroes, donde otros políticos mediocres e incompetentes nos llevan, desde Madrid, al desastre en medio de un odioso baile de San Vito. De todas formas, ¡gloria a los marinos guipuzcoanos!
Blas de Lezo y Olabarrieta
Cosme Damián Churruca y Elorza
Juan Sebastián Elcano
Miguel López de Legazpi
Miguel de Oquendo y Segura
Miguel de Aguinaga y Mendigoitia
Andrés de Urdaneta y Cerain
José Manuel de Goicoa y Labart
Semper fidelis.
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