En el horizonte, lo que aparece es el fin de la soberanía para los países de la zona euro y la entronización de una Alta Autoridad Europea Económico-Financiera. Las medidas de esta autoridad abrirían la puerta a bonos europeos y a la compra de deuda por parte del BCE, el precio: la pérdida de los restos de independencia de España.
Alemania habrá conseguido, sesenta y cinco años después, la victoria y la dirección de Europa. La Alta Autoridad, impuesta por los alemanes, ya que pagan, propondrá una unificación fiscal de la zona euro y fuertes limitaciones al endeudamiento a mayor gloria de las empresas alemanas. Como no tenemos la posibilidad de bajar los tipos de interés y devaluar la moneda, ya sólo nos quedará para competir: los salarios a la baja y aumentar las horas de trabajo.
Para conseguir esto, se suprimirá la negociación colectiva, cada empresa negociará por separado, se suprimirá el límite de horas semanales de trabajo y, claro, se flexibilizará el despido. España no estará en condiciones de oponerse porque a pesar de que nuestra deuda pública no es la de peor estado en Europa, la deuda privada es descomunal, con todo el sistema bancario quebrado si se hicieran balances reales.
Por lo tanto a tragar; el Gobierno que venga tendrá que enfrentarse a una reestructuración y saneamiento del sistema bancario y a convencer a los sindicatos del fin de los convenios sectoriales o provinciales junto con la bajada de salarios reales, aumentando el tiempo de trabajo.
Qué Dios nos pille confesados, e ilumine al que venga, dado que la tarea es hercúlea.