El presidente de la CEOE, Juan Rosell, se ha despachado, una vez más, a gusto contra los funcionarios públicos, pidiendo la disminución de su número y exigiendo la pérdida de lo que él llama privilegios. Rosell proclama que vivíamos por encima de nuestras posibilidades.
Y lo cierto es que por número de habitantes, por PIB y por la complejidad de su Administración, España no es de los que tienen más en la UE; sin que esto quiera decir que no se deba corregir los problemas de descoordinación, duplicidad y el florecimiento de empresas públicas de servicios, totalmente innecesarias, propiciadas por los políticos
Rosell pertenece a esa casta de cortadores del cupón que en España son la "élite" empresarial, y es perfectamente consciente de que para negociar con los sindicatos, lo que de verdad le interesa, es necesario crear unos muñecos del pim pam pum como los empleados públicos.
Al amigo Rosell, quizá, le encantaría que quedase sin efecto la condición de inamovible del funcionario público, lo que permitiría regresar a la figura del cesante, anterior a la reforma de Bravo Murillo, y ante la dependencia del funcionario del político de turno, facilitar los negocios de los empresarios que viven de la teta del Estado y de paso facilitar el clientelismo y la corrupción.
¿Quiénes vivían por encima de sus posibilidades? ¿El mileurista? ¿El funcionario? ¿El parado que cobra la ayuda?
La desfachatez de este tipo es "de libro", pero si algo es cierto es que hemos estado manteniendo muy por encima de nuestras posibilidades a todo un circo político y a una pléyade de vividores, aprovechados, sinvergüenzas y granujas que pueblan la casta política, financiera y empresarial de este bendito país.
Mucho descontrol y astronómicos beneficios empresariales de empresas que contrataban continuamente con las distintas Administraciones, que, si analizamos las cuentas, la obra al final la hacía la contrata, de la subcontrata, de la subcontrata de la que ganó el concurso, por una fracción de lo que realmente le costó al bolsillo de los contribuyentes españoles (o europeos, si fue con cargo a los fondos estructurales). La red viaria española debería estar hecha con un adoquinado de oro macizo, por lo menos.
Eso explica cómo al salir de la política nuestros políticos acaban de consejeros en grandes empresas y bancos, aunque su gestión hubiese sido una soberana mierda pinchada en un palo. Si nos ponemos a investigar un poco, encontramos a muchos parientes directos de éstos copando puestos en estas empresas, con sueldos muy por encima del mercado y muy por encima de su currículum profesional. ¿Cuánto nos ha estado costando esta sangría?
Y cuanta responsabilidad de lo que hoy pasa la tienen estos mismos tipejos que nos quieren apretar a nosotros el cinturón, mientras ellos no se apean ni un ápice de un estilo de vida VIP. Esto sucede en un país, en el cual, hasta el alcalde del último pueblo se pone el sueldo que le sale de la vara de mando o un coche oficial que pagamos todos. Un país con un excesivo número de municipios para la población existente.
Rosell, que fue periodista antes que empresario, sabe la fuerza que tienen las campañas de opinión y que una mentira repetida mil veces se convierte en verdad; es un político que fundó un partido en la transición (¿por cuenta de quién?) Es lo contrario del capitán de empresa que desarrolla una idea innovadora, que crea negocio vendiendo ordenadores, programas o fregonas.