Tras el declive acelerado del comunismo –producto tanto del incumplimiento de sus promesas como del abandono de la clase trabajadora– los trabajadores especializados del primer mundo han dejado de identificarse con la izquierda. En consecuencia, los partidos de izquierda en Estados Unidos y Europa –o, en realidad, en todo Occidente– se ven obligados a buscar nuevas causas para presentarse a las elecciones y mantener su supuesta superioridad moral. La corrección política se ha convertido en el modus operandi de esa izquierda y, en parte, de quienes no se definen como tal.
Se promoverán causas identitarias y pseudorreligiosas para sostener una masa electoral. Los grandes empresarios e inversores se aliarán con esta izquierda, que ha abandonado el socialismo, para instaurar una dictadura perfecta en la que tanto el Estado como estos magnates conserven siempre el control: es la dictadura de aquellos que no se sienten constreñidos ni vigilados. Sin darnos cuenta, la censura y las causas políticamente correctas han logrado la hegemonía.
La imposición, a través de la ingeniería social, de la denominada Agenda 2030 –que pretende enfrentar problemas, más o menos reales– solo es posible restringiendo la libertad de opinión y expresión, tal y como lo planteó el ecologista James Lovelock. Esto equivale a poner en suspenso la democracia, es decir, a suprimirla de forma permanente, ya que siempre se inventarán excusas para ello.
En Estados Unidos, los secretarios de departamentos y ministros deben someterse a un examen en el Senado. Esta medida se implementó para evitar que los presidentes electos nombraran “a cualquiera” para dichos cargos. Inicialmente, solo se evaluaba el currículum, pero con el tiempo se han incorporado otros criterios, como el cumplimiento cívico, antecedentes penales, conducta adecuada e incluso acusaciones infundadas realizadas por mujeres. Hoy en día, se examinan incluso las opiniones y la corrección política, cada vez más restrictiva; puede ocurrir, por ejemplo, que un presidente antiabortista se vea imposibilitado de nombrar a un ministro con ideas afines debido al rechazo del Senado.
El objetivo de eliminar la censura parecía haberse alcanzado tras la posguerra mundial, cuando proliferaron periódicos, revistas, emisoras de radio y televisión, tanto regionales como nacionales, e incluso panfletos. Sin embargo, estos medios fueron paulatinamente concentrándose en manos de unos pocos. Aunque se creía que existía diversidad, se censuraban elementos como las cartas al director. Hoy en día, con Internet –herramienta promovida por el Estado– se pensaba que se garantizaría la completa libertad de expresión; no obstante, pronto se exigió la censura y el control de las redes sociales, e incluso de publicaciones y blogs. Con la excusa de la guerra en Ucrania, se ha prohibido el acceso a publicaciones rusas en la Unión Europea, cuando en vísperas de la Segunda Guerra Mundial aún se difundía el periódico nazi en Estados Unidos.
Se habla de la influencia de bots rusos en las redes sociales, como si la CIA, el BND, el MI6 y el CNI no actuaran de manera similar. Existen tres formas de interferir en unas elecciones: atacar a los candidatos, manipular las papeletas (o actas o votos por correo) e impedir que la gente vote; ninguna de estas prácticas se ha registrado en Rumania. Se cree que la población se dejará engañar por los rusos, cuando en realidad lo que hacen es censurar sin límites.
El objetivo de la maquinaria que ha logrado controlar Europa es evitar que gane en las elecciones cualquier candidato que resulte incómodo para sus intereses, decidiendo unilateralmente sin informar a los parlamentos nacionales, sin debate y sin consultar a la ciudadanía. Esta situación podría conducirnos a un desastre sin precedentes.
https://www.cesarvidal.tv/videos/editorial-el-discurso-de-vance-en-munich-17-02-25
https://www.vozpopuli.com/opinion/las-tosecitas-de-europa.html
https://www.vozpopuli.com/altavoz/cultura/no-tengais-miedo-europa-se-tu-misma.html
https://www.vozpopuli.com/opinion/hitler-owens-roosvelt.html
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