30 sept 2010

La independencia de Tejas

Entre las amargas experiencias que México tuvo que padecer durante sus años de formación, tal vez la más dura, fue la guerra con los Estados Unidos, entre los años de 1846 y 1848. Su derrota militar fue absoluta, padeció la primera ocupación de su capital y perdió aproximadamente la mitad de su territorio original.



















Sin embrago, esta experiencia dejó algunos resultados positivos, pues contribuyó a que los mejicanos maduraran su sentimiento de nacionalidad. Las causas de esta guerra han sido objeto de muchas especulaciones.


















Pero, sin duda, las raíces del conflicto se encuentran en el desarrollo diferente que tuvieron las sociedades mejicana y norteamericana, cuyas características hacia la mitad del siglo XIX hacían inevitable su encuentro y la derrota de la primera. Desde sus orígenes, el pueblo norteamericano se caracterizó por sus afanes expansionistas.








La compra y la conquista se habían establecido como principios perfectamente legales para la adquisición de tierra; así, desde la fundación de las primeras colonias hasta el rompimiento de las hostilidades con Méjico, su territorio se había extendido de una pequeña franja en la costa del Atlántico hasta los límites con Tejas, Nuevo Méjico y California.


















Diversos elementos contribuyeron a crear este carácter; en primer lugar, su población estuvo integrada por las constantes oleadas de inmigrantes europeos, predominantemente anglosajones, deseosos de mejoramiento económico, y por consiguiente hambrientos de tierras. En segundo lugar, la realización de su anhelo tuvo que vencer problemas como los que presentaba la naturaleza misma, las tribus indígenas y la existencia de otras colonias europeas, todo lo cual afirmó más su deseo de expansión. Para 1840 estos elementos habían determinado la sorprendente movilidad de la sociedad norteamericana.




















Pero también para estas fechas el problema entre el norte y el sur – que siempre existió en los Estados Unidos - se había agudizado. Por lo tanto, la política se había convertido en un juego de compromisos, y uno de ellos fue la guerra con Méjico. En cada uno de los bandos había quienes se opusieron a la guerra, pero, a fin de cuenta, en todos existió el deseo de expansión. El norte ansiaba un puerto en la costa del Pacífico para comerciar con Asia; el sur fortalecer su posición esclavista, y el oeste quería más tierra.




















Además de todo estos, otra característica de los Estados Unidos en la década de 1840 fue un profundo nacionalismo y una gran fe en su sistema político. Estos elementos combinados propiciaron la aparición de la teoría del Destino manifiesto.








El origen de esta teoría se remota al pensamiento puritano del siglo XVII, pero se empezó a caracterizar con tal nombre en 1845, cuando John O´Sullivan acuñó este término.


















En el Destino manifiesto se han incluido una amplia gama de conceptos; pero en aquellos años se le interpretaba como la designación providencial para extender el área de la libertad, o bien como un derecho especial para poseer territorios de los cuales otros pueblos no sacaban provecho alguno. Todo esto, pensaban, era en última instancia en bien de la civilización y la humanidad. Estas ideas llegaron a la casi totalidad de los norteamericanos.







Por su parte, Méjico presentaba un panorama bastante diferente. Su sociedad era definitivamente tradicionalista y estática. Las prolongadas luchas, primero por la independencia y después por la organización política, habían conducido a la bancarrota, al pesimismo y a la inexistencia de un sentimiento de nacionalidad.


















El territorio del norte estaba abandonado y todos los intentos para colonizarlo habían fracasado rotundamente. La escasez de población y la falta de dinamismo social impedían la movilidad de los mejicanos, a pesar de que eran conscientes de su riqueza potencial. Además, las relaciones diplomáticas entre Méjico y los Estados unidos habían sufrido durante la primera década del siglo XIX un progresivo deterioro.







Los principales problemas habían surgido en relación con la cuestión de límites y las constantes presiones del gobierno de los Estados Unidos para obligar a Méjico a vender parte de su territorio. Hubo problemas también por la actitud de los diplomáticos, quienes, cuando no se involucraban en la política interior, hacían arrogantes declaraciones en contra de Méjico.
















Pero uno de los problemas más decisivos lo constituyó el de las declaraciones de ciudadanos norteamericanos por daños ocasionados en sus propiedades. Este problema se resolvió parcialmente en 1842, cuando, después de varias convenciones, Méjico se comprometió a pagar las indemnizaciones correspondientes. Pero dada su mala situación económica, Méjico no pudo cumplir con lo estipulado en tal tratado.














El rompimiento definitivo lo vino a producir la anexión de Tejas. La idea de anexionar ese territorio a la Unión Americana era bastante antigua; sin embargo, hasta 1845 sólo se habían dado tímidos pasos en este sentido. Hacia 1844, la creciente influencia norteamericana en la República de Tejas buscó la integración en los Estados Unidos, la cual tanto norteamericanos como tejanos habían manifestado interés.


















Además, en este mismo año, el candidato demócrata a la presidencia, James Knox Polk, basó su programa electoral en una plataforma expansionista, que favorecía a todas las secciones de los Estados Unidos; el cual, por supuesto, incluía la anexión de Tejas y el territorio de Oregón. Después de fracasar en 1844, la anexión de Texas pudo lograrse la otra, mediante una trampa legal, el 4 de marzo de 1845. El gobierno mejicano protestó de inmediato ante esta medida. Méjico jamás había manifestado que la anexión de tal territorio a la Unión Americana sería considerada como un acto de hostilidad y una causa suficiente para la declaración de guerra. Al decretarse ésta, el ministro, pidió pasaportes, y Méjico rompió las relaciones diplomáticas con los Estados Unidos. En ese momento Tejas se declaró independiente.


















La opinión pública mejicana empezó a exigir la declaración de guerra y la organización de una campaña para recuperar de inmediato a Tejas. El espíritu bélico de los intelectuales mejicanos se apoyaba principalmente en la idea de que la guerra sería el único medio de detener el expansionismo norteamericano. También se consideraba que la guerra era el medio más efectivo para despertar el sentimiento nacional, acabar con las luchas internas y acelerar las reformas que la sociedad y las instituciones necesitaban.









Pero el gobierno de José Joaquín Herrera no compartía estas opiniones. Por ello, siguiendo el consejo de Inglaterra, estuvo dispuesto a reconocer la independencia de Tejas sí ésta se comprometía a rechazar la anexión a los Estados Unidos. Tejas confirmó su incorporación el 4 de julio de 1845. A pesar de ello, Herrera dio un paso más, en pro de un arreglo pacífico, aceptando recibir a un comisionado norteamericano con poderes para llevar a cabo una negociación.









El gobierno de los Estados Unidos envió a John Slidell con el carácter de ministro plenipotenciario, lo que implicaba la reanudación de relaciones entre ambos países, que en momento tan delicado no podía ser aceptada por el gobierno norteamericano. Los mejicanos insistían en exigir a Méjico que reconociera el río Bravo como límite de Tejas y presionar para que vendiera el territorio de California Herrera se negó a recibir a Slidell.








Mientras tanto se había gestado el movimiento de Mariano Paredes Arrillaga, que acusó de traición al presidente en el Plan de San Luis, y prometió declarar la guerra sin tardanza. Con parte del ejército, que debió haber apoyado las líneas mejicanas en el norte, Paredes avanzando hacia la ciudad de Méjico tomó el poder. El nuevo presidente se percató de la debilidad del país y adoptó una política más conciliadora, similar a la de su predecesor. Pero tampoco recibió a Slidell, con lo cual toda posibilidad de arreglo desapareció definitivamente.








La ocupación del noroeste de Méjico se inició en enero de 1846, cuando el general en jefe de las fuerzas norteamericanas, Zachary Taylor, comenzó el avance desde la bahía de Corpus Christi hacia las riberas del río Bravo, después de recibir órdenes escritas de Polk desde el 15 de junio de 1845. Dos meses más tarde, Taylor se atrincheraba frente a la ciudad de Matamoros, donde los mejicanos habían iniciado los preparativos de defensa al mando del general Pedro Ampudia, que fue sustituido poco tiempo después por el general Mariano Arista. Este último había recibido órdenes de obligar a los ejércitos norteamericanos a retirarse a las márgenes del río de los Nueces.









Arista conminó a Taylor a retroceder, y ante su negativa el general mejicano cruzó el río Bravo para cortar la línea entre las fortificaciones en el Bravo y el Frontón de la Isabel.








El 25 de abril una compañía de caballería mejicana sostuvo una escaramuza con las fuerzas norteamericanas al mando del capitán Thorton, resultando vencedores los mejicanos. En Washington, el presidente Polk, ya impaciente, había empezado a preparar una declaración de guerra tomando como bases las indemnizaciones que Méjico no había pagado hasta este momento y la negativa del gobierno mejicano a recibir a Slidell. Pero al ser informado de la escaramuza antes mencionada, la convirtió en el argumento principal de su mensaje enviado al Congreso para pedir la declaración de guerra.








En este mensaje afirmaba que "sangre norteamericana había sido derramada en territorio norteamericano". El Congreso, de inmediato y con una oposición mínima, aceptó la declaración de guerra el 13 de mayo de 1846. Para esta fecha las fuerzas mejicanas habían sufrido ya las dos primeras derrotas en el noroeste, en Palo Alto y La Resaca de Guerrero, los días 8 y 9 de mayo, respectivamente. El 18 de mayo, Taylor ocupaba la ciudad de Matamoros.









En el interior de la República mejicana se preparaban nuevos cambios políticos. Paredes Arrillaga había tenido desde el principio una fuerte oposición. Álvarez se había sublevado en el sur y Yáñez en Jalisco, pidiendo el restablecimiento de la Constitución de 1824 y el retorno de Santa Anna. Además, en la ciudad, las críticas a su administración se habían agudizado a causa de sus tendencias monárquicas y su dilatación en declarar la guerra. Finalmente, el 6 de julio el Congreso mejicano autorizó al gobierno a emplear los recursos del país "para repeler la agresión". A fines de este mismo mes, Paredes se puso al frente de las fuerzas que debían partir al norte.








Pocos días después, el 4 de agosto, la guarnición de a Ciudad de Méjico, al mando del general Mariano Salas, desconoció el plan de Yáñez había lanzado en Guadalajara – El 14 de septiembre, Santa Anna entraba en la capital, y días más tarde se restablecía la Constitución de 1824.








Al tiempo que estos acontecimientos tenían lugar en la capital, el ejército mejicano sufría una nueva derrota en el norte. El general Ampudia, quien había sustituido a Arista después de su retira de Matamoros, recibió órdenes de resistir en Monterrey. Las hostilidades en este punto se iniciaron el 21 de septiembre se vieron en la necesidad de rendirse. Los términos de la rendición establecieron la suspención de hostilidades durante ocho semanas. Al recibir Polk las noticias de dicha capitulación, decidió suspender como general en jefe a Taylor, y dio este nombramiento al general Winfield Scott.








Esta medida fue dictada por consideraciones de orden político, ya que con gloria de sus victorias en Méjico Taylor se estaba convirtiendo en candidato a la presidencia. Taylor recibió órdenes de transferir parte de sus fuerzas a Scott, con lo cual su posición se debilitó, a pesar de que hacia febrero de 1847 las fuerzas del general Wool, que había atacado la parte oeste de Coahuila, sé le sumaron.








Por su parte, Santa Anna poco después de su regreso al país salió rumbo al norte para organizar un ejército, logrando el milagro gracias a su enorme fuerza carismática. No tenía dinero ni armas y sus soldados no estaban adiestrados para la guerra. Santa Anna estableció su cuartel general en San Luis Potosí. En febrero de 1847 ambos ejércitos empezaron su avance desde estos puntos y el día 22 se enfrentaron y liberaron la batalla de la Angostura.







Las fuerzas mejicanas, aunque debilitadas por la deserción, las enfermedades y las marchas forzadas, tomaron la ofensiva y estuvieron a punto de vencer; pero después de dos días de lucha, la falta de recursos obligó a Santa Anna a ordenar la retirada. El desierto y el hambre consumaron el desastre. Una gran cantidad de muertos quedaron a lo largo del camino. Al tiempo que se desarrollaba la ocupación del noroeste, los territorios de California y Nuevo Méjico eran declarados posesión de los Estados Unidos, con la única justificación posible: el derecho de conquista.








El 5 de junio de 1846 los coroneles Stephen W. Kearny y Alexander Doniphan salieron del fuerte Leavenworth, en Missouri, con la comisión de ocupar Nuevo Méjico. Hacia mediados de agosto las principales poblaciones, excepto Santa Fe, estaban en poder de los norteamericanos. Manuel Armijo, gobernador de Nuevo México, había recibido noticias de la ocupación norteamericana desde el 17 de junio, y con la ayuda de los gobiernos de Chihuahua y Durango había iniciado los preparativos para la defensa. Sin embargo, cuando las tropas de Kearny se acercaban a Santa Fe, Armijo, sin causa aparente, decidió retirarse, dejando el campo libre al enemigo. El 18 de agosto los norteamericanos ocuparon Santa Fe, y Nuevo Méjico fue declarado parte de los Estados Unidos. Kearny organizó un gobierno provisional; el mando político quedó en manos de Charles Bent y el militar en las del coronel Sterling Price.








El 25 de septiembre, Kearny salió de Santa Fe rumbo a California. Al parecer este territorio fue tomado sin dificultad alguna, pero a fines de 1846 Armijo y un grupo de mejicanos se rebelaron y pusieron en jaque, por un momento, a la autoridad de los Estados Unidos se impuso por la fuerza. El ejército al mando de Doniphan quedó a cargo de la ocupación de Chihuahua.









El general Heredia comandante general de este estado, y Angel Trías, gobernador del mismo, había organizado una fuerza militar para operar sobre Nuevo Méjico.
Una parte de esta fuerza salió al encuentro de Doniphan y avanzó hasta El Paso del norte. Ambos ejércitos se enfrentaron el 25 de diciembre en el sitio llamado Temascalitos, donde las fuerzas mejicanas resultaron vencidas, siendo ocupada la plaza antes citada. Desde este lugar, Doniphan se aprestó para la ocupación de la Ciudad de Chihuahua, mientras Heredia y Trías redoblaban los esfuerzos para su defensa; pero todo resultó inútil, pues los mejicanos fueron nuevamente vencido el 28 de febrero de 1847 en la batalla de Sacramento.








La anexión del territorio de California era un antiguo proyecto, y desde hacía dos décadas llegaban ya los colonos. Uno de los acontecimientos que puso de manifiesto las intenciones norteamericanas al respecto fue la ocupación del puerto de Monterrey, en 1842, por el comodoro Thomas Jones, quienes a través de la lectura de un periódico atrasado creyeron que se había roto las hostilidades entre su país y Méjico.







El gobierno norteamericano presentó sus excusas y así quedó el asunto. Pero en octubre de 1845 el presidente Polk dio órdenes expresas al cónsul norteamericano en Monterrey, Thomas O. Larkin, de que habilitara a los medios necesarios para anexionar pacíficamente California a los Estados Unidos. Poco tiempo después – en enero de 1846 -, John C. Freemont, al mando de una expedición "científica", pidió autorización para establecerse en las cercanías de Monterrey, que no sólo él fue denegado, sino que sé él ordenó que saliera del territorio mejicano. Freemont se dirigió entonces a Oregón, pero en el camino no recibió de manos de Archibald Gillespie noticias del gobierno de Washington.








Dando marcha atrás se dirigió a la población de Sonoma, donde inició una revuelta con la colaboración de colonos norteamericanos. Como resultado fue proclamada la República del Oso, declarando su independencia de California el 4 de julio de 1846.








Pocos días después arribaron las noticias de la ruptura de hostilidades entre Méjico y los Estado Unidos. Con esto, Freemont se movilizó hacia Monterrey con el fin de apoyar las maniobras de la escuadra norteamericana. El 7 de julio el comodoro John Drake Sloat tomó posesión de Monterrey y declaró a California territorio norteamericano. Dos días más tarde el capitán John B. Montgomery ocupó la bahía de San Francisco.









Aproximadamente un mes después, el comodoro Robert F. Stockton, que sustituyó a Sloat en el mando de la escuadra norteamericana, junto con Freemont, ocupó la población californiana de Los Angeles. La defensa mejicana había sido hasta este momento casi nula por la carencia de recursos y por la división que existía entre las autoridades de la provincia. Pero en el mes de septiembre de 1846 los habitantes de Los Angeles se rebelaron y recuperaron la plaza, y progresivamente fueron ganando terreno en el sur de California. Son embargo, la suerte de este movimiento cambió de signo con la llegada de las fuerzas de Kearny en diciembre del mismo año. Después de las victorias norteamericanas de San Pascual, San Gabriel y la recuperación de Los Angeles el 10 de enero de 1847, California quedó definitivamente en manos de los Estados Unidos.








En el momento en que el norte de Méjico era ocupado por los norteamericanos, en la capital de la República estallaba una nueva guerra civil, conocida como el movimiento de los polkos. A fines de 1846, Antonio López de Santa Anna y Valentín Gómez Farías habían sido nombrados presidente y vicepresidente, respectivamente. Como Santa Anna partió al norte para rechazar la invasión, Gómez Farías quedó al frente del gobierno. Ciertas inquietudes se dejaron sentir entre los habitantes de la Ciudad de Méjico dada la fama de extremista de Gómez Farías, inquietudes que aumentaron cuando el vicepresidente empezó a dar pasos decisivos para la solución a la crisis económica.









La situación era insostenible que podía ayudar al gobierno en el financiamiento de la guerra era la Iglesia; más aún, en su opinión ésta se hallaba definitivamente comprometida en ello, puesto que la nación la reconocía como oficial y única. El 11 de enero de 1847 el Congreso, tras un intenso debate, aprobó una leyque autorizaba al Ejecutivo a obtener quince millones de pesos mediante la hipoteca de algunas propiedades de la Iglesia. El 4 de febrero se libró otro decreto por el que se otorgaban al Ejecutivo facultades para reunir cinco millones de pesos mediante la venta directa de algunas propiedades eclesiásticas.









Los dos decretos constituyeron un rotundo fracaso. Casi todos los encargados de dar curso a los decretos se excusaron de hacerlo; los posibles compradores o prestamistas temían las correspondientes excomuniones y se negaron a proporcionar dinero. Peor la cosas no quedaron ahí, pues muchos ayuntamientos y gobiernos estatales pidieron la derogación de tales medidas y como Gómez Farías insistiera en llevarlas a cabo a toda costa, algunos cuerpos de las guardias nacionales de la Ciudad de Méjico se levantaron en armas pidiendo no sólo la derogación de los dos decretos, sino también la renuncia inmediata del vicepresidente. La lucha duró aproximadamente un mes y terminó con la entrada de Santa Anna en la capital.










Simultáneamente a estos acontecimientos dio comienzo la campaña de occidente. Los puertos mexicanos habían sido bloqueados por la escuadra al mando de comodoro Perry desde que la guerra había sido declarada oficialmente. Pero no fue hasta fines de 1846 que se tomó la ofensiva en este frente, atacándose los puertos de Alvarado, San Juan Bautista, en Tabasco y Tampico. Tampico fue ocupado el 15 de noviembre, después de que santa Anna ordenara su evacuación.








El cambio en las tácticas norteamericanas se inició formalmente el 18 de noviembre de 1846, cuando el presidente Polk nombró general en jefe a Winfield Scott, dándoles órdenes de tomar Veracruz y avanzar sobre la Ciudad de Méjico por la ruta de Cortés. Las razones de este cambio en el mando y la estrategia norteamericanos se debieron a varias circunstancias. Por una parte, Polk temía la creciente popularidad de Taylor, que lo convertía en un rival político en las próximas elecciones. Por otra, la guerra se prolongaba demasiado y los mexicanos, pese a sus constantes derrotas, parecía cada día menos dispuesto a negociar un arreglo. En Méjico la opinión predominante era que se había de obtener al mes una victoria antes de entrar en negociaciones con los Estados Unidos, ya que de otra manera tales conversaciones sólo conducirían a la sanción de las injusticias demandas y pretensiones del gobierno de Washington.









El 9 de marzo de 1847 Scott llegó a las playas de Veracruz e inició de inmediato los trabajos para sitiar la plaza, mientras la población, con mínimos recursos, se aprestaba para la defensa. El día 22 quedó establecido el sitio, que se prolongó por una semana. El capítulo el puerto. Al recibir Santa Anna las noticias de la caída de Veracruz, se puso de nuevo al frente del ejército el 2 de abril. En la presidencia quedó el general Pedro María Anaya. Por su parte el general Scott inició su avance rumbo al interior el 8 del mismo mes. Santa Anna decidió interpretar a los norteamericanos en un lugar cercano a Jalapa llamado Cerro Gordo, donde se libró una batalla el día 18. Debido a un error táctico, lo mexicanos fueron derrotados, pero más grave era que las fuerzas norteamericanas tenían ya el campo libre para ocupar Jalapa y el fuerte de San Carlos en Perote. Además, Scott ordenó al general Worth avanzar hasta puebla.









Después de esta derrota, Santa Anna se dirigió a Orizaba, donde trató de reorganizar el ejército mexicano, y después partió hacia Puebla. Su reputación había recibido un fuerte golpe con el resultado de la última batalla, y por esta razón tanto las autoridades como la población de Puebla se manifestaron poco dispuestas a colaborar en la resistencia. Ante esta situación y luego de una escaramuza en Amozoc, Santa Anna decidió retirarse a la Ciudad de México, y Puebla fue ocupada el 15 de mayo. Entre mayo y agosto de 1847 las fuerzas norteamericanas no avanzaron más allá de Puebla a causa de tres problemas. El primero lo constituyó la falta del contingente necesario para continuar la ocupación; pues las guerrillas mejicanas que operaban entre Veracruz y Puebla obstaculizaban la concentración de las fuerzas en esta última ciudad. El segundo problema era la política norteamericana, ya que el congreso no parecía estar dispuesto a autorizar nuevas erogaciones y el reclutamiento de más hombres porque la guerra empezaba a ser popular en los Estados Unidos.









El último problema derivó de la llegada de Nicholas Trist, comisionado norteamericano enviado para iniciar las conversaciones de paz. Trist, a pesar de haber establecido contacto con las autoridades mexicanas, no logró el éxito en su comisión porque los mejicanos no perdían las esperanzas y seguían tan tercos como al principio de la guerra.










En el momento en que arribaron las comunidades de Trist a la Ciudad de Méjico se habían optado ya por la defensa. Para tal fin se concentraron todas las fuerzas disponibles del ejército regular y las guardias nacionales de la ciudad y de los lugares circunvecinos. Además se formó un cuerpo especial que reclutaba a los desertores norteamericanos de origen irlandés, y al que se denominó batallón de San Patricio. Asimismo se fortificaron las entradas principales de la ciudad, especialmente El Peñón, por donde se esperaba el principal ataque enemigo. El 7 de agosto Scott ordenó el avance hacia la Ciudad de Méjico; una semana más tarde llegaba a sus inmediaciones.









Después de reconocer el terreno, el general norteamericano decidió concentrar el ataque en la parte sur de la ciudad, lo que desorientó a los mejicanos, pues lo esperaban por el oriente. Santa Anna ordenó al general Gabriel Valencia, que se encontraba en la Villa de Guadalupe, que movilizara sus fuerzas hacia San Angel. Pero Valencia desobedeció las órdenes y se situó en Padierna (Contreras), donde fue atacado y derrotado el día 19. Al día siguiente los norteamericanos abrieron fuego sobre la garita de San AntonioAbad y simultáneamente avanzaron hasta el convento de Churubusco, donde lograron una victoria más.









A raíz de estas dos últimas derrotas, las autoridades mejicanas convinieron en aceptar el armisticio ofrecido por Scott y en entablar negociaciones con el comisionado norteamericano. Estas se iniciaron el 27 de agosto y duraron hasta el 6 de septiembre, pero no se llegó a ningún resultado. Trist traía instrucciones de exigir el reconocimiento del río Bravo como límite de Tejas, la venta de Nuevo Méjico y ambas Californias y el derecho de tránsito por el istmo de Tehuantepec. A cambio, los Estados unidos pegarían las reclamaciones que algunos ciudadanos norteamericanos hacían al gobierno mexicano, no exigirían indemnización por gastos de guerra y pagarían a Méjico treinta millones de pesos. Por su parte, los comisionados mexicanos recibieron la recomendación de ceder lo menos posible y trata como si Méjico no hubiera sido derrotado.








El 6 de septiembre, después de intercambiar notas de acusación mutua de haber violado las bases del armisticio, los dos contendientes anunciaron la reanudación de las hostilidades. Dos días más tarde tenía lugar la batalla de Molino del Rey, en la que salieron victoriosos nuevamente los norteamericanos. De ahí se dirigieron a Chapultepec y las garitas de San Cosme y Belén, frentes que atacaron el 13 de septiembre. Este mismo día, por la noche, Santa Anna ordenó la retirada del ejército y la salida de los poderes rumbo a Querétaro. Al mismo tiempo, los miembros del ayuntamiento presentaban la capitulación de la ciudad al jefe del ejército enemigo. La ocupación se llevó a cabo al día siguiente, con una resistencia desesperada por parte de sus habitantes, que no se resignaban a verla ocupada. La lucha duró algunos días y obligó al general Scott a declarar la ciudad en estado de sitio. El 15 de septiembre por la noche ondeaba en el palacio Nacional la bandera de las barras y las estrellas. Después de su salida de la ciudad de Méjico, Santa Anna renunció a las presidencias siendo sustituto por Manuel de la Peña, quien alternó el cargo con Pedro María Anaya que el tratado de paz fue ratificado. Santa Anna mantuvo por algún tiempo el mando del ejército dividido en dos secciones. Una quedó al mando del general Herrera y partió rumbo a Querétaro; la otra, bajo sus órdenes, trató de hostilizar las fuerzas norteamericanas de la capital y de Puebla, misión en la que experimentó un fracaso completo.









Desanimado, Santa Anna se vio forzado a renunciar al mando del ejército y abandonó el país. A pesar de que Méjico estaba definitivamente derrotado y no tenía ni ejército ni recursos, muchos mexicanos insistían en continuar la guerra. Mientras tanto, el ejército norteamericano ocupó casi sin resistencia salvo la presentada por las guerrillas, algunas poblaciones importantes. Además, por aquellos meses cobró ímpetu en los Estados Unidos la idea de anexar todo el territorio mexicano, e incluso algunos liberales mexicanos aplaudían tal posibilidad. Asimismo la población parecía irse acostumbrando a convivir con los invasores. Obrando en consecuencia, el gobierno establecido en la ciudad de Querétaro decidió, en enero 1848, aceptar la propuesta de reanudar las conversaciones formulada por el comisario norteamericano en octubre del año anterior.








Sin embargo, por aquellos días Nicholas Trist había desautorizado por su gobierno y se la había ordenado regresar a Washington, pues habiendo obtenido tan sonadas victorias, el presidente Polk deseaba aumentar las exigencias norteamericanas. No obstante, De la Peña comprometió a Trist a que cumpliera la propuesta empeñada, y éste, viendo el ánimo favorable a la paz, decidió permanecer y entablar las negociaciones. Estas se llevaron a cabo durante el mes de enero, y culminaron el 2 de febrero con el Tratado de Guadalupe Hidalgo. EN él se reconocía el río Bravo como límite meridional de Texas; México cedía a los Estados Unidos los territorios de Nuevo Méjico y Alta California, y el gobierno de los Estado Unidos se comprometía a pagar las reclamaciones de sus ciudadanos contra el gobierno mexicano, ano exigir ninguna compensación por los gastos de guerra y a pagar quince millones de pesos por los territorios cedidos.









Polk recibió el tratado con disgusto, pero a causa de las elecciones decidió presentarlo enseguida al senado para su aprobación pese a que Trist había actuado sin legítima autoridad. El Senado de los Estados Unidos lo aprobó el 10 de marzo y el Congreso Mejicano el 24 de mayo. Cuatro días más tarde se llevó en Querétaro el canje de ratificaciones, y de inmediato se inició la evacuación del territorio mexicano. El 15 de junio los poderes federales volvían a la Ciudad de Méjico, con lo que se daba fin a la más desastrosa guerra que Méjico haya tenido en su historia.
Las causas de la derrota mejicana fueron diversas. En realidad, Méjico contaba con un ejército ficticio: existía un cuadro de oficiales, pero se carecía de la tropa que aquellos habían de mandar. Para colmo, los oficiales se dejaron envolver por los partidarios políticos y permanecían en constante rivalidad. Además, el armamento era inadecuado y los recursos mínimos. Por otra parte, la población carecía de un verdadero sentimiento de nacionalidad y el pesimismo había minado los estratos sociales más consientes. Dadas estas condiciones, la guerra resultó en cierto modo benéfico a pesar de sus evidentes resultados negativos. Dejó la semilla de un nacionalismo más extendida, ayudó a la maduración de la política mexicana, que vio aparecer partidos políticos durante las décadas siguientes librarían la batalla final para dirimir el futuro político de la nación. La guerra dejó, pues, a Méjico en una encrucijada, pero el país, después de la toma de conciencia, había de defender su soberanía con mayor seguridad.








Por su parte, los Estados Unidos salieron de la guerra convertidos en una potencia continental. Su futuro progreso material fue en gran medida un resultado de ella, pero al consolidar sus afanes expansionistas se aceleró la lucha que desde años atrás se veía perfilado entre el norte y el sur. Así, a pesar de ser los victoriosos, se encontraron profundamente divididos y fueron víctimas de una guerra muy sangrienta. Vista con la perspectiva, se puede afirmar, contra la tradicional creencia mexicana, que la guerra fue esencial para el desarrollo de los países y que, a pesar del trauma de la derrota y de la pérdida de territorio, no dejó de haber resultados positivos para los mexicanos. Una nueva generación más consciente había vivido el desastre y se empeñaría en lograr una nueva actitud.

Historia de la alimentación

A lo largo del tiempo, los nómadas en su discurrir por el mundo fueron trasladando, poco a poco, los alimentos que encontraban a los diferentes espacios geográficos. Pero no siempre fue así, en el Paleolítico vivían sobre el terreno con lo que les daba la naturaleza en ese lugar.




















En los tiempos actuales de la globalización, existe también una globalización de los alimentos y la gastronomía; las grandes empresas que producen alimentos en cada país quieren introducirlos en otros que hasta ahora no los tenían en su dieta. En eso son ayudados por la población inmigrante que conserva algunos de sus hábitos alimentarios. Las empresas nacionales se dan cuenta de esto y comienzan a fabricar en España alimentos foráneos. Si ir más lejos Guipúzcoa es un gran productor de Kiwis de gran calidad, y compite con Nueva Zelanda.



































Teniendo en cuenta que las grandes civilizaciones se han forjado en áreas dedicadas a un cereal básico, nuestra civilización se habría hecho en el trigo; ésta sería el área del Nilo y de los ríos Tigris y Eúfrates. Habría otras áreas, como la de los ríos Ganges e Indo, la de los ríos Azul y Amarillo en China que es el área del arroz, África tendría extensas zonas dedicadas al área del mijo y en América los amerindios crearon, antes de la llegada de los europeos, el área del maíz con las grandes civilizaciones maya-azteca e incaica.





















El trigo tiene sus orígenes en la antigua Mesopotamia. Las más antiguas evidencias arqueológicas del cultivo de trigo vienen de Siria, Jordania, Turquía e Iraq. Hace alrededor de 8 milenios, una mutación o una hibridación ocurrió en el trigo silvestre, dando por resultado una planta tetraploide con semillas más grandes, la cual no podría haberse diseminado con el viento. Existen hallazgos de restos carbonizados de granos de trigo almidonero (Triticum dicoccoides) y huellas de granos en barro cocido en Jarmo (Iraq septentrional), que datan del año 6700 a. C.





















La historia del pan en la alimentación corre paralela a la historia del uso de los cereales por parte del hombre. El pan es un producto directo del procesado manual de los cereales (procesado que con posterioridad se transformó en mecánico) y es muy posible que fuese la primera aplicación alimenticia de estos. El pan, el aceite y el vino quizás fuesen los primeros alimentos procesados en la historia de la humanidad.






















Algunos historiadores suponen que el hombre conoció el vino antes de que aprendiera a cultivar las uvas, posiblemente desde que el género Vitis, que comprende todas las vides domésticas, hizo su aparición en la era Terciaria. No se sabe cuándo ocurrió esto, pero se han encontrado algunos restos arqueológicos vitícolas que pueden ayudarnos a poner una fecha aproximada. Se conoce una cepa fósil de más de 50 millones de años, la Vitis sezanensis, que se ha encontrado en la región de Champagne y sería parecida a cierta variedad actual que se cultiva en California.






















Restos de viña salvaje se han encontrado en el centro de Francia, en el suroeste de Suiza, en el Alto Rhin, en la cuenca del Danubio, en Ucrania y en España. La Vitis labrusca se cultiva todavía en el nordeste de Estados Unidos, en Colombia, Brasil, Suiza, en el norte de Italia y en zonas de África y Asia. Entre las especies de viña silvestre, la llamada caucásica dominaba en Asia Menor, donde hasta tiempos recientes se vendimiaban sus uvas.




















Aunque no puede asegurarse que el Oriente Medio haya sido la cuna de la viña domesticada, es decir, de la Vitis vinifera, sí se sabe que la Vitis vinifera silvestris sobrevivió durante la era glacial entre el Mar Caspio y el Golfo Pérsico. De esta planta derivan tres especies importantísimas: la Vitis vinifera pontica, procedente de Mesopotamia, Armenia y Asia Menor, que fue llevada a Europa por los fenicios y dio origen a algunos de los vidueños blancos actuales; la Vitis vinifera occidentalis, cultivada a orillas del Nilo, que es la madre de la pinot noir; y la Vitis vinifera orientalis, cultivada en el valle del Jordán, que podría ser la antepasada de la cepa chasselas.




















No es posible entender la cultura gastronómica actual sin entender la globalización de los alimentos, así el cordero viene de Asia, el arroz lo trajeron los árabes desde la India, la variedad de alubias que ahora comemos viene de América y ha desplazado a las alubias europeas del medievo, la patata es singular entre los alimentos llegados de América, los españoles la trajimos para dar de comer a los cerdos y con eso se salvó del hambre a Irlanda, los pobres ingleses, parte de Alemania y los países nórdicos. De América trajimos el tomate y el pimiento, fracasamos con el árbol del pan que no tuvo éxito en Europa.



























¿Qué pasará con la carne de canguro?

Obama

Comentaba, hace unos meses en este mismo blog, la necesidad de elaborar un sistema que permita acceder a los puestos de responsabilidad y gestión en el gobierno a personas preparadas y con el cerebro bien amueblado.









No pretendo comparar la situación de España con la de los USA, teniendo en cuenta la gran cantidad de contrapesos que existen allí y la mediocridad de nuestra política, al fin y al cabo Obama es profesor de la universidad de Chicago.




















Sin embargo, tras una campaña magnífica frente a un electorado cansado de Bush, ante la novedad y la esperanza, supo ganar y alzarse con una gran victoria. Claro que otra cosa es saber gobernar, tener realmente un plan para salir de la crisis, tener en definitiva ideas claras.


















La crisis se cimentó sobre el agotamiento del ciclo económico, alimentado por una delirante política de bajos tipos de interés, ajenos al mercado, dictados por ucases de Alan Greenspan para mayor gloria de los dirigentes políticos. La crisis no se agravó por el mercado sino por la intervención, la mala intervención con regulaciones que establecían cupos de crédito en función de la pertenencia a barrios o minorías.







Si la FED no hubiese llevado las tasas de interés a niveles artificialmente bajos, jamás habrían aparecido los especuladores, que utilizaron carry trades y un apalancamiento fantástico. Sí, hubo otros errores del gobierno que contribuyeron a las burbujas de varios activos y a inestabilidades asociadas en los mercados inmobiliarios, por ejemplo. Sin embargo, el principal facilitador fue la Reserva Federal y su política monetaria ultra expansiva.








Entre otras cosas, fue la laxitud monetaria de la Reserva Federal la que derivó en la caída del dólar frente al euro y en el aumento espectacular de los precios de las materias primas que llegó a su clímax en julio del 2008.


















Obama intentó solucionar el problema incrementando de manera descomunal y también injusta el gasto público, multiplicando la oferta de Bush sobre el recuerdo de lo que ocurrió en 1929 y olvidando que los tiempos y circunstancias son otros.







Obama prometió salir de Irak y ganar en Afganistán, dando fechas absurdamente al enemigo lo que probablemente provoque la derrota. Obama es un ignorante de la Historia y eso le llevará al fracaso.















Es muy significativo el caso del general McChrystal; como el general estaba desesperado de la ignorancia y estupidez de los políticos, o lo que es peor de las malditas conspiraciones de poder personal, decidió dar un órdago a la administración provocando un escándalo con declaraciones a la revista Rolling Stone.






Y claro como consecuencia Obama despide a McChrystal en Afganistán. El presidente de EU acepta la renuncia del comandante de las tropas de la OTAN en el país asiático y lo reemplaza por David Petraeus.





































Una nueva encuesta publicada este jueves vuelve a poner en entredicho las posibilidades del presidente de Estados Unidos, Barack Obama, de repetir victoria en los comicios presidenciales de 2012, ya que el 54 por ciento de los entrevistados considera que no se merece la reelección.














Según un sondeo de Gallup realizado a 1.029 personas entre el 14 y 17 de octubre con un margen de error del 4 por ciento, sólo el 39 por ciento de los estadounidenses cree que Obama debería seguir en la Casa Blanca, informa la cadena norteamericana CNN.















Para las elecciones legislativas de noviembre sorprende la aparición del fenómeno Tea Party.






Esta es la cuarta edición del bus del "Tea Party Express". Las otras tres, realizadas durante el periodo de primarias, se saldaron con rotundos éxitos, pues ayudaron a la victoria de candidatos como Scott Brown, o Sharron Angle. En este tour, el más ambicioso, se recorrerá el país de costa a costa, pasando por los estados clave en estas elecciones. Después de cruzar estados como California, Texas, Ohio, Pennsylvania terminará un día antes de la contienda en New Hampshire.

Ciclos de civilización

Como ya dije en otra entrada del blog (aquí), no creo que sea incompatible la seriedad de la ciencia y la alta cultura con ratos de diversión más relajada y sencilla como es el caso de los libros pulp y las historietas de Conan el bárbaro.















El universo de la trama se reduce a fantasear sobre la existencia de civilizaciones perdidas, grandes ciclos que cuando desaparecen dan lugar a regresiones hasta el paleolítico. Así, en las historias de Conan, se nos habla de Conan de Cimmeria que fue el sucesor de un personaje anterior de Robert E. Howard: Kull de Atlantis.







Durante meses estuvo Howard en busca de un nuevo personaje para el floreciente mercado de venta de relatos pulp de principios del decenio de 1930. En octubre de 1931, presentó un relato corto titulado People of the Dark (La gente de la oscuridad) a una nueva revista titulada Strange Tales of Mystery and Terror (Relatos extraños de misterio y terror) en junio de 1932.


















En dicha historia aparece Conan, un guerrero de pelo negro protegido por una deidad llamada Crom, que los estudiosos de Howard creen que fue un esbozo de lo que vendría después.







En febrero de 1932, Howard tomó unas vacaciones en una ciudad fronteriza en la parte baja del río Bravo para disfrutar de la cultura local. Durante este viaje concibió el personaje de Conan y escribió el poema Cimmeria, gran parte del cual contiene extractos de "Las Vidas Paralelas", de Plutarco.








Según ciertos autores es muy probable que se inspirara en el libro de Thomas Bulfinch The Outline of Mythology (El esbozo de la mitología, 1913) para la concepción de su Era Hiboria. Tras el viaje reescribió la historia de Kull, By This Axe I Rule! (¡Con este hacha gobierno!, mayo 1929) con un nuevo título, The Phoenix on the Sword (El fénix en la espada) y con Conan como protagonista, en febrero de 1932. También escribió The Frost Giant's Daughter (La Hija del Gigante de Hielo), inspirada en el mito griego de Dafne, y envió ambas a la revista Weird Tales, aunque sólo la primera fue aceptada y publicada en diciembre de 1932.
















Esta revista pulp norteamericana de ciencia ficción, fantasía y terror se hizo famosa por publicar relatos de notables autores como Howard Phillips Lovecraft, Clark Ashton Smith, Tennessee Williams, Robert Bloch, Seabury Quinn y otros. La gran aceptación de The Phoenix on the Sword por parte de los lectores causó que el editor, Farnsworth Wright, pidiera a Howard que escribiera un ensayo de 8.000 palabras en el que se detallara la época de Conan.

















Howard escribió entonces el ensayo titulado The Hyborian Age (La Edad Hiboria) y lo usó como directriz para el trazado de su próximo relato, The Tower of the Elephant (La Torre del Elefante), el primero que integraba su nueva concepción de la Era Hiboria.








Al describir el final cataclísmico de la Era Thuria, el período en el que se sitúan los relatos de su personaje Kull de Atlantis, Howard unificó ambos escenarios ficticios en un único universo compartido. Otros relatos de Howard establecieron también un nexo con el mundo real: The Haunter of the Ring, situado en la actualidad, incluye la descripción de un artefacto hiborio y Kings of the Night trasladó adelante en el tiempo a Kull para hacerlo combatir contra las legiones romanas.

















Todo esto son versiones del eterno retorno, en el que nuestra imaginación se complace en que lo que pasa a ocurrido ya una y mil veces.

Hawking contra Dios

En su nuevo libro, titulado en inglés "The Grand Design" (El Gran Diseño) y que sale a las librerías el 9 de septiembre, una semana antes de la visita del Papa a Gran Bretaña, Hawking sostiene que la moderna ciencia no deja lugar a la existencia de un Dios creador del Universo.














En esta obra, escrita al alimón con el físico estadounidense Leonard Mlodinow, Hawking rechaza, según el adelanto periodístico, la hipótesis de Isaac Newton según la cual el Universo no puede haber surgido del caos, gracias sólo a las leyes de la naturaleza, sino que tuvo que haber intervenido Dios en su creación.






Según Hawking, el primer golpe asestado a esta teoría fue la observación en 1992 de un planeta que giraba en órbita en torno a una estrella distinta de nuestro Sol.






Eso hace que las coincidencias de las condiciones planetarias de nuestro sistema (la feliz combinación de distancia Tierra-Sol y masa solar) sean mucho menos singulares y no tan determinantes como prueba de que la Tierra fue cuidadosamente diseñada (por Dios) para solaz de los humanos, escribe Hawking.















Según Hawking, que fue hasta el año pasado profesor de matemáticas de la universidad de Cambridge, puesto que ocupó en su día el propio Newton, es probable que existan no sólo otros planetas sino también otros universos, es decir un multiuniverso.








En opinión del científico, si la intención de Dios era crear al hombre, esos otros universos serían perfectamente redundantes.


















El conocido biólogo ateo Richard Dawkins se felicitó de la conclusión a la que parece haber llegado su colega Hawking: "Es exactamente lo que afirmamos nosotros. No conozco los detalles de la física, pero es lo que he sospechado siempre".


En su libro, Hawking no excluye la posibilidad de que haya vida también en otros universos y señala que la crítica está próxima a elaborar una teoría de todo, un marco único capaz de explicar las propiedades de la naturaleza.














Eso es algo, recuerda The Times, que han estado buscando los físicos desde la época de Einstein, aunque hasta el momento ha sido imposible reconciliar la teoría cuántica, que da cuenta del mundo subatómico, con la de la gravedad, que explica la interacción de los objetos a escala cósmica.
Hawking aventura que la llamada teoría-M, proposición que unifica las distintas teorías de las supercuerdas, conseguirá ese objetivo.







"La teoría-M es la teoría unificada con la que soñaba Einstein. El hecho de que nosotros, los seres humanos, que somos tan sólo conjuntos de partículas fundamentales de la naturaleza, estemos ya tan cerca de comprender las leyes que nos gobiernan y rigen el universo es todo un triunfo", escribe el astrofísico.















Salvando el hecho del oportunismo comercial de Hawking, del que ya había hecho gala en otras ocasiones, la auténtica raiz de la controversia ya había sido resuelta por el filósofo de la ciencia Wittgentein: Dios sostiene el mundo y se manifiesta, no en el mundo científico sino en otros. El mundo científico habla de interacciones, de comportamientos, es decir las cosas son como su funcionamiento, pero hay otros mundos en sí que no son objeto de la ciencia.









"Creo que la mejor forma de describir la realidad es decir que, cuando la tengo delante, me asombro ante la existencia del mundo. Me siento entonces inclinado a usar frases tales como: "Qué extraordinario que las cosas existan" o “Qué extraordinario que el
mundo exista”; “se trata de lo que podríamos llamar la vivencia de sentirse absolutamente seguro. Me refiero a aquel estado anímico en el que nos sentimos inclinados a decir: Estoy seguro, pase lo que pase, nada puede dañarme”.







"Cuando hablamos de Dios y de que lo ve todo, y cuando nos arrodillamos y le oramos, todos nuestros términos y acciones se asemejan a partes de una gran y compleja alegoría que lo representa como un ser humano de enorme poder cuya
gracia tratamos de ganarnos, etc., etc. Pero esta alegoría describe también la experiencia a la que acabo de aludir. Porque la primera de ellas es, según creo, exactamente aquello a lo que la gente se refiere cuando dice que Dios ha creado el mundo; y la experiencia de la absoluta seguridad ha sido descrita diciendo que nos sentimos seguros en las manos de Dios. Una tercera vivencia de este tipo es la sentirse culpable y queda también descrita por la frase: Dios condena nuestra conducta.”
















Su posición empirista le llevó a negar la posibilidad de un acceso intelectual, racional a dichas realidades; consideró que en el mundo están presentes sólo los hechos, por lo que concluyó que Dios no se revela en el mundo (“Tractatus”, 6.432) y que ningún conocimiento relativo al mundo puede darle un sentido a éste y a la vida.







Wittgenstein dedica pocas y breves sentencias a este concepto, por lo que no es nada fácil aclarar su sentido; de cualquier modo, los escasos textos permiten las siguientes consideraciones: lo místico se relaciona con la religión y con el sentido último del mundo, el objeto de lo místico es Dios y los valores éticos y estéticos absolutos, la experiencia mística no es una experiencia cognoscitiva sino un sentimiento, el objeto del sentimiento místico no se ofrece en el mundo no es un hecho y sólo de los hechos cabe el conocimiento; sin embargo, hay otras formas de relacionarse con lo que hay, con lo existente, distinta a la relación cognoscitiva y aunque Wittgenstein en absoluto explica en qué consiste, sugiere que está del lado de los sentimientos: “Sentir el mundo como un todo limitado es lo místico” (“Tractatus”, 6.45); esta experiencia es inefable, no se puede decir pues está más allá de los límites del lenguaje: “¿No es ésta la razón de que los hombres que han llegado a ver claro el sentido de la vida, después de mucho dudar, no sepan decir en qué consiste este sentido?” (“Tractatus”, 6.521), de ahí la recomendación última del Tractatus “De lo que no se puede hablar, mejor es callarse”.
















En mi modesta opinión, querer inferir, desde una sola dimensión existencial, el mismísimo sentido del todo, es sencillamente peligroso cuando no una imprudencia.




Las ideas del filósofo Jaspers sobre la Teoría de la Realidad nos muestran claramente la riqueza y pluralidad de enfoques a la hora de describir e interpretar aquello que existe. El conocimiento permite tres enfoques distintos: La realidad exterior, el objeto, lo existente para sí, la conciencia.
Y lo que es en sí y no puede ser comprendido por ninguna de las anteriores categorías.












Cualquiera de las tres manifestaciones de la realidad nos permite hacer una descripción de aquello que existe, pero la descripción completa, siempre es imposible.
Desde una de las visiones parciales del ser, es imposible extraer conclusiones válidas no contrastadas con otros métodos de conocimiento. Además, ¿qué validez tiene, como forma última de entender el existente, una forma de conocimiento dependiente del modelo en vigor, sometida a la subjetividad y a los prejuicios más de lo que se creía, aunque maravillosamente válido como instrumento?
Incluso desde la visión parcial de la Ciencia, podemos afirmar: En Ciencia, aquello no contrastable con la experimentación, carece de validez… ¿Acaso la existencia de Dios lo es?












La teoría de cuerdas es un modelo fundamental de la física que básicamente asume que las partículas materiales aparentemente puntuales son en realidad "estados vibracionales" de un objeto extendido más básico llamado "cuerda" o "filamento".









De acuerdo con esta propuesta, un electrón no es un "punto" sin estructura interna y de dimensión cero, sino una cuerda minúscula que vibra en un espacio-tiempo de más de cuatro dimensiones. Un punto no puede hacer nada más que moverse en un espacio tridimensional. De esta manera con esta teoría, a nivel "microscópico" se percibiría que el electrón no es en realidad un punto, sino una cuerda en forma de lazo.








Una cuerda puede hacer algo además de moverse; puede oscilar de diferentes maneras. Si oscila de cierta manera, entonces, macroscópicamente veríamos un electrón; pero si oscila de otra manera, entonces veríamos un fotón, o un quark, o cualquier otra partícula del modelo estándar. Esta teoría, ampliada con otras como la de las supercuerdas o la Teoría M, pretende alejarse de la concepción del punto-partícula.















El filósofo de la ciencia Mario Bunge ha manifestado recientemente: La consistencia, la sofisticación y la belleza nunca son suficientes en la investigación científica. La Teoría de cuerdas es sospechosa (de pseudociencia). Parece científica porque aborda un problema abierto que es a la vez importante y difícil, el de construir una teoría cuántica de la gravitación. Pero la teoría postula que el espacio físico tiene seis o siete dimensiones, en lugar de cuatro, simplemente para asegurarse consistencia matemática. Puesto que estas dimensiones extra son inobservables, y puesto que la teoría se ha resistido a la confirmación experimental durante más de tres décadas, parece ciencia ficción, o al menos, ciencia fallida.





La física de partículas está inflada con sofisticadas teorías matemáticas que postulan la existencia de entidades extrañas que no interactúan de forma apreciable, o para nada en absoluto, con la materia ordinaria, y como consecuencia, quedan a salvo al ser indetectables. Puesto que estas teorías se encuentran en discrepancia con el conjunto de la Física, y violan el requerimiento de falsacionismo, pueden calificarse de pseudocientíficas, incluso aunque lleven pululando un cuarto de siglo y se sigan publicando en las revistas científicas más prestigiosas.











Para llegar al modelo del Big Bang, muchos científicos, con diversos estudios, han ido construyendo el camino que lleva a la génesis de esta explicación. Los trabajos de Alexander Friedman, del año 1922, y de Georges Lemaître, de 1927, utilizaron la teoría de la relatividad para demostrar que el universo estaba en movimiento constante.






Poco después, en 1929, el astrónomo estadounidense Edwin Hubble (1889-1953) descubrió galaxias más allá de la Vía Láctea que se alejaban de nosotros, como si el Universo se expandiera constantemente. En 1948, el físico ruso nacionalizado estadounidense, George Gamow (1904-1968), planteó que el universo se creó a partir de una gran explosión (Big Bang). Recientemente, ingenios espaciales puestos en órbita (COBE) han conseguido "oír" los vestigios de esta gigantesca explosión primigenia.







Dependiendo de la cantidad de materia en el Universo, éste puede expandirse indefinidamente o frenar su expansión lentamente, hasta producirse una contracción universal. El fin de esa contracción se conoce con un término contrario al Big Bang: el Big Crunch o Gran Colapso. Si el Universo se encuentra en un punto crítico, puede mantenerse estable ad eternum.







La teoría del Big Bang se desarrolló a partir de observaciones y avances teóricos. Por medio de observaciones, en la década de 1910, el astrónomo estadounidense Vesto Slipher y, después de él, Carl Wilhelm Wirtz, de Estrasburgo, determinaron que la mayor parte de las nebulosas espirales se alejan de la Tierra; pero no llegaron a darse cuenta de las implicaciones cosmológicas de esta observación, ni tampoco del hecho de que las supuestas nebulosas eran en realidad galaxias exteriores a nuestra Vía Láctea.







Además, la teoría de Albert Einstein sobre la relatividad general (segunda década del siglo XX) no admite soluciones estáticas (es decir, el Universo debe estar en expansión o en contracción), resultado que él mismo consideró equivocado, y trató de corregirlo agregando la constante cosmológica. El primero en aplicar formalmente la relatividad a la cosmología, sin considerar la constante cosmológica, fue Alexander Friedman, cuyas ecuaciones describen el Universo Friedman-Lemaître-Robertson-Walker, que puede expandirse o contraerse.







Entre 1927 y 1930, el padre jesuita belga Georges Lemaître obtuvo independientemente las ecuaciones Friedman-Lemaître-Robertson-Walker y propuso, sobre la base de la recesión de las nebulosas espirales, que el Universo se inició con la explosión de un átomo primigenio, lo que más tarde se denominó "Big Bang".







En 1929, Edwin Hubble realizó observaciones que sirvieron de fundamento para comprobar la teoría de Lemaître. Hubble probó que las nebulosas espirales son galaxias y midió sus distancias observando las estrellas variables cefeidas en galaxias distantes. Descubrió que las galaxias se alejan unas de otras a velocidades (relativas a la Tierra) directamente proporcionales a su distancia. Este hecho se conoce ahora como la ley de Hubble (véase Edwin Hubble: Marinero de las nebulosas, texto escrito por Edward Christianson).







Según el principio cosmológico, el alejamiento de las galaxias sugería que el Universo está en expansión. Esta idea originó dos hipótesis opuestas. La primera era la teoría Big Bang de Lemaître, apoyada y desarrollada por George Gamow. La segunda posibilidad era el modelo de la teoría del estado estacionario de Fred Hoyle, según la cual se genera nueva materia mientras las galaxias se alejan entre sí. En este modelo, el Universo es básicamente el mismo en un momento dado en el tiempo.






Durante muchos años hubo un número de adeptos similar para cada teoría. Con el pasar de los años, las evidencias observacionales apoyaron la idea de que el Universo evolucionó a partir de un estado denso y caliente. Desde el descubrimiento de la radiación de fondo de microondas, en 1965, ésta ha sido considerada la mejor teoría para explicar el origen y evolución del cosmos. Antes de finales de los años sesenta, muchos cosmólogos pensaban que la singularidad infinitamente densa del tiempo inicial en el modelo cosmológico de Friedman era una sobreidealización, y que el Universo se contraería antes de empezar a expandirse nuevamente. Ésta es la teoría de Richard Tolman de un Universo oscilante.







En los años 1960, Stephen Hawking y otros demostraron que esta idea no era factible, y que la singularidad es un componente esencial de la gravedad de Einstein. Esto llevó a la mayoría de los cosmólogos a aceptar la teoría del Big Bang, según la cual el Universo que observamos se inició hace un tiempo finito.







Prácticamente todos los trabajos teóricos actuales en cosmología tratan de ampliar o concretar aspectos de la teoría del Big Bang. Gran parte del trabajo actual en cosmología trata de entender cómo se formaron las galaxias en el contexto del Big Bang, comprender lo que allí ocurrió y cotejar nuevas observaciones con la teoría fundamental.







A finales de los años 1990 y principios del siglo XXI, se lograron grandes avances en la cosmología del Big Bang como resultado de importantes adelantos en telescopía, en combinación con grandes cantidades de datos satelitales de COBE, el telescopio espacial Hubble y WMAP. Estos datos han permitido a los cosmólogos calcular muchos de los parámetros del Big Bang hasta un nuevo nivel de precisión, y han conducido al descubrimiento inesperado de que el Universo está en aceleración