1 abr 2011

Literatura, formas literarias

En estos tiempos sólo una minoría de letraheridos se atreve a escribir un poco, claro me refiero a quienes no son profesionales de la escritura, de esta forma la mayoría no escribimos nada.





















Antiguamente la gente solía escribir cartas e incluso llevaba diarios, pero hoy día, con el teléfono o los medios de comunicación audiovisuales, esto no es necesario. Si nos vamos de vacaciones las postales, con cuatro vulgaridades, llegan después de nosotros que aparecemos llenos de fotos y películas.





















En el trabajo tampoco hay que romperse la cabeza escribiendo, hay informes proforma, correo electrónico y todo se realiza con un esfuerzo de escritura mínimo.























Con la lectura pasa lo mismo, como entretenimiento de las masas llegó tarde a España; y cuando tuvimos una masa crítica de lectores, hijos de lectores con libros en casa, ya existían los medios audiovisuales, películas, juegos etc., que competían con el libro.








La gente, salvo los muy introducidos en el mundo del libro, lee poco, hay sí un grupo que lee con más intensidad que, según las estadísticas, son mayoritariamente las mujeres de mediana edad que de jóvenes fueron lectoras y, habiendo criado ya a sus hijos, retoman la costumbre.









La gente usa el instrumento de la lectura en las necesidades del trabajo o en la vida diaria (las instrucciones del vídeo), a veces lee las páginas deportivas del periódico, a veces nada. Con la comprensión lectora ocurre lo que se puede esperar después de lo que he dicho, la gente no entiende textos complejos ajenos a su especialidad.























Tradicionalmente, y como digo al margen de los profesionales y los muy aficionados, había algunas profesiones que se jactaban de tener un buen nivel de control del lenguaje, entre ellas destacaban: los profesionales del Derecho, ya que el significado de una palabra o una coma pueden variar el significado de una Ley, junto con los licenciados en letras, filólogos, lingüistas, lexicógrafos y algunos profesores especializados. Claro que esto era en el pasado ya que hoy día se puede dudar. Sirva esto como excusa para mí y como homenaje a la casi extinta galaxia Gutenberg.




















Los géneros o formas literarias podemos resumirlos en: verso, prosa, teatro y literatura didáctica como el ensayo. Dentro de la prosa es posible citar la oratoria, como declamación de un texto escrito o conferencia, también hablar de la novela, la narración más popular hoy en día junto con el cuento, narración de pequeño tamaño. El teatro es una sucesión de escenas o diálogos, con uno o varios interlocutores, que se puede declamar o representar, aunque ahí ya salimos de la literatura y entramos en las artes escénicas.








Dentro del género didáctico tenemos el ensayo, que es una exposición literaria de una posición científica o filosófica; un caso particular, la memoria científica es la sucesión de artículos que narran el desarrollo de un trabajo de investigación haciéndolo reproducible, gracias a adecuarlo al método científico. Estos géneros o formas son herederos de otros clásicos como son la lírica, la épica, la dramaturgia, la dialéctica etc.

La España de las tres culturas II

Como he comentado aquí, se ha impuesto la especie de que existió semejante lugar idílico y, contra la razón y la lógica, fuera de los ambientes académicos de la Historia, te encuentras una vez sí y otra también con este mito de las tres culturas. Como ha dicho el historiador Claudio Sánchez Albornoz las religiones dogmáticas no permiten el sincretismo y chocan entre sí necesariamente.

















A pesar de que la historiografía oficial, tanto la tradicional como la republicana, entiende la evolución del pasado español desde un mundo particular pero católico e inequívocamente occidental y europeo, la polémica nace por las opiniones del filólogo español Américo Castro en relación a la convivencia tolerante y a la mutua influencia de los árabes y los judíos con el cristianismo español.







Castro señaló la importancia que en la cultura española tuvo la religiosidad, y en concreto las minorías judías y musulmanas que fueron marginadas por la dominante cultura cristiana.
















Estudió, especialmente, los aspectos sociales de esta segregación en la literatura española, y sus consecuencias a través del problema de los judeoconversos y los marranos, que germinó una identidad conflictiva y un problemático concepto de España nacido en el Siglo de Oro, que denominó "Edad Conflictiva".
















Señaló la supervivencia de "castas" separadas, incluso después de las conversiones masivas a que dio lugar la monarquía de los Reyes Católicos, y el papel que jugaron en ello los estatutos de limpieza de sangre. Al respecto, polemizó violentamente con Claudio Sánchez Albornoz, en una de los episodios más vivos del llamado debate sobre el "Ser de España".








Juan Goytisolo es seguidor de Castro y, en su obra literaria, realiza una reivindicación de ese pretendido pasado tolerante, Arcadia feliz, dando la vuelta como a un calcetín al argumentario de Marcelino Menéndez Pelayo en su "Historia de los Heterodoxos Españoles". Goytisolo, por otro lado un escritor muy interesante, recrea en su literatura un Islam mítico, que no se compadece con los reiterados fracasos del maridaje entre la civilización islámica y la modernidad.















Ahora, me he enterado de que el embajador español en Washington Jorge Dezcallar ha dado una recepción para celebrar la victoria islámica en la batalla del río Guadalete; no sabes si reír o llorar ante semejantes payasos, con tal de no reconocer los hechos de formación de nuestra unidad nacional serían capaces de destruir la nación. Yo aventuro esta razón para explicar el porqué lo hacen.
















Lo evidente es que España construyó un imperio gigantesco, en la mayor parte del cual se sigue hablando español, que exploró el océano Pacífico y puso en comunicación y comercio, por primera vez en la historia, a todos los continentes habitados, cuando las demás potencias europeas apenas iban más allá de la piratería. Y que afrontó el expansionismo otómano, el francés y el de la internacional protestante, cada uno de ellos superior materialmente a España; y si bien no alcanzó a derrotar por completo a ninguno de ellos, los venció una y otra vez, los contuvo y finalmente les marcó límites.







Simultáneamente desplegó una cultura potente y original en literatura, pensamiento, arquitectura, música y pintura. La visión de un país económicamente menesteroso, repleto de parásitos, falto de gente capacitada en casi cualquier terreno, cruel y fanático pero impotente, tiene el interés de su gran difusión, pero no es por ello menos absurda.

Granada

Como occidentales, somos hijos de la civilización clásica pero sobrinos de la islámica. Los sabios como Averroes y Avicena fueron los transmisores, hacia Occidente, de grandes conocimientos del mundo clásico oriental.








En Granada aparece la más preclara arquitectura arábigo bizantina y no podemos olvidar que también es heredera de los godos.





















El Reino nazarí de Granada fue un Estado islámico de la Edad Media situado en el sur de la Península Ibérica, con capital en la ciudad de Granada. Fundado en 1238 por el nazarí Muhammed I ibn Nasr, su último rey fue Boabdil el Chico, derrocado por los Reyes Católicos el 2 de enero de 1492 tras la toma de la ciudad de Granada, que puso fin a la Guerra de Granada. Tras esto fue definitivamente incorporado a la Corona de Castilla como reino cristiano de Granada. El Reino nazarí de Granada fue el último estado de al-Ándalus.






















La capital nazarí, Granada, se convirtió en los siglos XIV y XV en una de las ciudades más prósperas de una Europa devastada por la crisis del siglo XIV. Era un centro comercial y cultural de primer orden que llegó a contar con unos 165.000 habitantes y del que se conservan importantísimos monumentos como la Alhambra y el Generalife. En el Albaicín vivían los artesanos y el resto de la población ocupó la parte llana hacia el sur, con grandes industrias, aduanas y la madrasa (المدرسة). Hoy en día quedan numerosos vestigios como la Alcaicería, el Corral del Carbón o el trazado de las calles hasta la antigua puerta de Birrambla.


















Los árabes fueron conquistadores rapidísimos y dueños de extensas regiones en Asia, África y Europa; tomaron de ellas sus elementos artísticos y los fundieron en un estilo propio, siempre con las variantes debidas a la región dominada. En cuanto a la arquitectura, les suministraron sus elementos componentes a los edificios que hallaron en los aludidos países, sobre todo en Persia, Siria, Egipto y España.









Y una vez formado el estilo árabe en dichos países, y extendido a otros ya sujetos a la dominación mahometana, ejerció notable influencia en los estilos occidentales que iban sucediéndose en Europa, llevándoles algunos elementos constructivos y decorativos de Oriente, sobre todo persas, y contribuyendo al progreso de las artes menores e industriales de Europa, singularmente en España.




















Esta aportación de elementos persas y arábigos en las artes de Occidente ha podido observarse en diferentes estilos arquitectónicos, y aun ha de verse repetida con más detalles en la arquitectura mudéjar y en diferentes industrias artísticas.



















La Granada actual es una ciudad española que tiene en herencia esos orígenes, pero que fuera de esto es completamente española; los cafetines árabes del Albaicín son el resultado de la moderna inmigración magrebí, fundamentalmente llegada de Marruecos tras 1980. La primera vez que estuve ahí, en la calle Cuchillería, había artesanos europeos, pero ahora todo parece islámico.








Menos mal que la ermita de San Andrés está más alta y en lugar más señalado que la nueva mezquita islámica.

El antisemitismo

Se ha publicado, últimamente, un libro del escritor Umberto Eco sobre el antisemitismo: "El Cementerio de Praga". Como en todos sus libros se da un gran despliegue de erudición y conocimientos sobre los más diversos temas pero con una trama que es sencilla, inteligente y sin complicaciones psicológicas. No se puede hablar de gran literatura pero sí de divulgación compleja.























En este libro, se abordan las aventuras de un conspirador que, en el París de 1897, representa el nacimiento del antisemitismo moderno. El capitán Simonini, un piamontés afincado en dicha ciudad se dedica a falsificar documentos. Desde joven ligado al noble arte del engaño, ha dedicado su vida a ser espía y falsificador, a moverse en arenas movedizas entre gobiernos europeos y oscuros grupos religiosos.









Su historia nos llevará, precisamente, hasta el cementerio de Praga, donde conseguiremos entender ese confuso siglo XIX y alguna que otra verdad sorprendente del siglo XX… Está escrito al más puro estilo folletinesco (ilustraciones incluidas).





















Como he indicado aquí, los judíos habían ocupado un nicho en los territorios del Imperio Romano y, aunque eran tolerados, había roces por su negativa a adorar al emperador, pero esto se atemperaba ya que, como practicantes de una religión nacional, no hacían proselitismo en el resto de la población.









En el mundo cristiano realizaban ciertas tareas consideradas impuras o pecaminosas, como el crédito con interés, pero necesarias. Habiendo surgido el cristianismo como religión apostólica, en el seno de el propio judaísmo, se daban persecuciones periódicas asociadas a las crisis económicas.








En el mundo islámico estaban relativamente mejor tolerados haciendo las mismas tareas que en el mundo cristiano, aunque al igual que los cristianos estaban sujetos a un impuesto especial.





















En los siglos XVI y XVII, en España, se desarrolla una estrategia de división en la sociedad entre cristianos viejos y nuevos que eleva un escalón más el antisemitismo; ya no es sólo que los judíos descienden de quienes mataron a Cristo sino que aun la conversión sincera no cura de esos orígenes. Las expulsiones son el resultado de esta idea moderna de la homogeneidad poblacional y se produjeron en toda Europa.





















Y de ahí llegamos al mundo contemporáneo, con las teorizaciones racistas en Gobineau y Chamberlain que, desarrolladas cancerosamente, desembocarán en los nazis.

La contradicción II

El día 14 de febrero del año 2011, se produjo en Huesca una manifestación donde estaban hermanados ecologistas, partidarios de dar el 0.7 del PIB para el desarrollo, enemigos de la globalización, partidarios del multiculturalismo, y todos tan anchos estaban en lucha por... diferentes y excluyentes cosas, si hacemos caso a la teoría de esas ideologías.








En realidad, como en todos los movimientos de este estilo, no tienen ni idea de lo que significa realmente lo que piensan y, desde luego, todos tienen su origen en USA donde está el comienzo de la modernidad tardía. Si uno es partidario de la defensa ecológica del medio ambiente no puede ser a la vez partidario del desarrollo en el Tercer Mundo, cualquier cosa que eso signifique ahora. Y qué decir de los partidarios del multiculturalismo que lo son a la vez del desarrollo de lo autóctono hasta el punto de hacerlo exclusivo (culturetas regionales).








Determinada caterva de personajes vive cargada de "razón" y no tiene que molestarse en explicar lo que piensa o conocer el origen de su pensamiento, como ocurría en el movimiento beatnik o en el de los jóvenes airados ingleses o en el mayo del 68.

La soberanía en el siglo XXI

En El Mundo del 25 de febrero, Felipe Fernández Armesto escribe un artículo en el que se analiza la vigencia actual del concepto de soberanía. El fundamento del escrito es que, según el autor, la soberanía es un concepto insignificante por pasado de moda y que Mas, presidente de la Generalidad de Cataluña, se equivoca luchando por ella para su región.























Se hace, en él, un análisis genealógico a los conceptos de soberanía, Estado y nación, realizando también una aplicación en los casos de España, Reino Unido y los USA.









Nos habla el artículo de las naciones como comunidades imaginadas (Gellner), que no tienen existencia fuera de las mentes de quienes sienten pertenecer a ellas. Según eso, la soberanía carece de sentido en un mundo globalizado como el actual, en el que las decisiones se toman en diversos ámbitos supranacionales.
















En su estudio temporal, establece que la genealogía del término soberanía no tiene que ver con el poder del Estado Absoluto sino con la jerarquización. Es evidente que en parte tiene razón, la época de las naciones casi absolutamente independientes ha pasado a la historia. Ocurre un poco como en la teoría del caos, si una mariposa bate alas en Vladivostok surge un huracán en Cuba, es decir que las decisiones político económicas se toman en foros internacionales ajenos al Estado-nación.









Sin embargo, los encargados de aplicar las políticas a nivel local siguen siendo los Estados. Los nacionalistas catalanes, ante la debilidad del Estado, se creen en condiciones de llevar a cabo el sueño de Prat de la Riba: autogobernarse, en la medida de lo posible, al margen de España y mangonear en España.















El argumento del artículo sirve también para demostrar la poca necesidad que Cataluña cree tener de España, ya que la compensación histórica del mercado cautivo piensan que continuará por proximidad, manteniéndose abierto ese mercado, por estar todos en Europa.

















De acuerdo que la tesis de Fernandez Armesto es real; el marco estatal lleva tiempo siendo superado y la articulación de las fuerzas protagonistas del mercado global influye decisivamente en las políticas, pero no hay que olvidar que esto ya estaba produciéndose de manera intensa en 1940 y la hipertrofia del nacionalismo desató la Segunda Guerra Mundial.














Como dice Anthony D. Smith: "pocas ideologías poseen el poder y la resonancia del nacionalismo, y ningún otro movimiento político o lenguaje simbólico tiene un atractivo y una fuerza comparables". Y yo añadiría que una de esas fuerzas sería la religión, incluso que lo más peligroso es una conjunción entre el fenómeno nacional y el religioso.

La lengua árabe

Resulta fascinante la capacidad de expansión de la lengua árabe que se produjo tras la Hégira, es decir tras el comienzo de las conquistas del islam y la unificación de las tribus en la posesión del mundo civilizado, objetivo que casi consiguen.






















Esta expansión es obra del genio de Mahoma, y su capacidad para extender su religión y su Imperio a través de una caballería árabe sin apenas impedimenta, viviendo sobre el terreno, que obtenía mujeres en el país conquistado; dejando en retaguardia un exiguo grupo de hombres dedicados, con la poligamia, a producir el recambio generacional y con campañas pagadas con impuestos a cristianos y judíos, ya que los idólatras no eran admitidos.





















Pues bien, a la conquista militar y la conquista genética siguió la conquista cultural y alcanzó incluso aquellos lugares como Turquía, Persia o Berbería donde las otras dos fueron incompletas o incluso no se produjeron.























El mundo islámico debe conocer el árabe, incluso cuando en el país esta lengua no se hable, como lengua de cultura y vehículo de civilización; porque el Corán está escrito por Dios con la mano de Mahoma, de manera que la tradición dice que: a pesar de que Mahoma había conocido y estudiado las doctrinas judía y cristiana, era analfabeto y sólo pudo ser Dios quien guió su mano.
























Ésta es la razón por la que el Corán, al contrario que la Biblia, no se puede traducir y es necesario conocer el árabe. De este modo, en Turquía acabó por escribirse el turco con caracteres árabes y otro tanto pasó en Irán con el persa y en Paquistán con el urdú.






















No es hasta el siglo XIX, en pleno periodo de reflujo islámico, que los estudiosos de esos países empezaron a rastrear los signos de sus lenguas y que empezaron a traducirse del árabe obras no coránicas; en Occidente se traducían obras del árabe y los árabes traducían obras científicas o filosóficas clásicas y cristianas desde el siglo VIII, dándose también el fenómeno de traducir escritos del árabe al turco, persa etc., o escribir árabe y estos idiomas con caracteres latinos, eso sí, cambiando el sentido de la lectura de derecha a izquierda a de izquierda a derecha.










La cultura árabe, enriquecida con el poso cultural greco-latino oriental y con el desarrollo de la cultura mesopotámica, bizantina e islámica, no es la raíz de nuestra civilización occidental, más bien de raíz directa greco latina, pero influye en ella fuertemente.






















El mundo islámico nos influye por el desarrollo de las matemáticas, algorítmica y con la adopción en Occidente de los números árabes; también con la química, la medicina e incluso trayendo a España y al norte de África las formas de la arquitectura bizantina corregida y aumentada.









En este fenómeno, tuvo fuerte influencia la Escuela de Traductores de Toledo. Si observamos las maravillas de Granada podemos rastrear la habilidad de los islámico españoles para desarrollar la arquitectura bizantina hasta límites nunca producidos en Bizancio.