Brenan no se escapa a un fallo común a la práctica totalidad de los historiadores que han tocado ese periodo negro de nuestra historia, y que es la mentira por omisión, sea esta inconsciente o deliberada.












En la mayoría de los casos, los hechos relatados responden a la realidad, pero hay otros que se ocultan de acuerdo con la tendencia política del autor, y eso produce una pintura distorsionada de la situación y, por supuesto, los análisis del autor se realizan sobre los datos presentados, haciendo que tales análisis sufran la misma distorsión.
















Cuestiones como la liquidación del POUM por sus supuestos aliados son pasadas casi como una minucia, asunto en el que Eric Blair, más conocido por George Orwell, con toda seguridad tampoco estaría de acuerdo, y no otorga demasiada importancia a temas como las sacas de la cárcel de Madrid y la subsiguiente masacre de Paracuellos.







La visión de Brenan es, como la de la mayoría de los historiadores que han tratado esa época, descaradamente hemipléjica y, al igual que en los demás casos, lo es por motivos ideológicos que le llevan a falsear la realidad mediante la selección de los hechos.







Todo lo anterior no significa que el libro no tenga valor alguno; antes al contrario, aun con las carencias señaladas, muestra pinturas bastante insólitas de personajes y situaciones.















La descripción del origen del carácter español, a la manera de Julio Caro Baroja, la identificación y análisis de los movimientos carlista y anarquista, la evolución de la Iglesia desde su posición de iglesia del pueblo en los siglos XVI, XVII, y XVIII hasta la francesada, la cuestión de las colectividades comunales rurales que el autor rastrea hasta la Reconquista, la Escuela de Salamanca y la larga lucha de la Guardia Civil y sus antecedentes con los elementos anarquistas, bandidos, Mano Negra y carbonarios, da una muestra fácil de asimilar de la especificidad española.