Maquiavelo, vagando por la desierta playa que es el infierno, encuentra a Montesquieu. Tras expresarse su admiración mutua, ambos comienzan a conversar sobre la organización política de los pueblos.
Maquiavelo sostiene que, aunque la historia avance y las sociedades evolucionen, la fuerza y la astucia siguen siendo los elementos fundamentales para gobernar un país. Montesquieu, en cambio, afirma que la evolución política de las sociedades les impide renunciar a las libertades que han ido adquiriendo, y desafía a Maquiavelo a explicarle cómo convertiría un Estado fundado sobre instituciones representativas y familiarizado con la libertad en un régimen despótico.
Maquiavelo procede entonces a explicar cómo tomaría el poder y cuáles serían sus primeros pasos, entre ellos el de hacer aprobar una constitución.
De esta forma Maquiavelo tiene la excusa para desentrañar ante nuestros ojos la mecánica fría del poder, la clara realidad del imposible crecimiento moral de la humanidad. Así, nos aparece la hipocresía como un homenaje del vicio a la virtud pero también aparece el cinismo como un homenaje de la virtud al vicio.
Reproduciré uno de los diálogos que nos viene al pelo de lo que está ocurriendo estos días:
"Existen poblaciones gigantescas obligadas al trabajo a causa de su pobreza; tal como antes lo fueron por la esclavitud. ¿Qué importan, os lo pregunto, a su felicidad todas vuestras ficciones parlamentarias? Vuestro gran movimiento político no ha conseguido en definitiva sino el triunfo de una minoría privilegiada por el azar, tal como la antigua nobleza lo era por el nacimiento. ¿Qué importa al proletario doblegado por su labor, extenuado bajo el peso de su destino, el que algunos oradores tengan el derecho a expresarse, que algunos periodistas ejerzan el derecho de escribir? […]"
Diálogo en el Infierno entre Maquiavelo y Montesquieu
Maurice Joly
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