Recuerdo que en su día (1989) vi la película Gringo Viejo; es la historia de la aventura final en la que el periodista norteamericano Ambrose Bierce pierde la vida en la revolución mejicana. La muerte real de Ambrose no se conoce, sólo se sabe que fue en la revolución; pero con guión basado en una novela de Fuentes, el director Luis Puenzo realiza esta hermosa película.
Durante la Revolución de México, convergen tres vidas y dos culturas: Harriet, profesora americana que viaja al país azteca para encontrar un sentido a su vida; Arroyo, general del ejército mejicano, cuya vida gira en torno a la Revolución y a su amor por Harriet; y por último Ambrose Bierce, periodista, cuentista famoso y aventurero retirado que, a sus 71 años, cabalga por el desierto para unirse a la revolución y vivir así el último episodio de su vida. Nunca se sabrá con seguridad si es la verdadera manera como murió Bierce o no, porque el autor de la novela, Carlos Fuentes, había sabido de ese posible fin por amigos en el norte de Méjico.
La personalidad del aventurero, su férrea moral presbiteriana, se rebela contra la hipocresía dominante en las altas esferas de su país y decide echarse al monte para morir en Méjico.
Junto a la lúcida y exacta forma de hablar y de escribir de Carlos Fuentes, había una cierta frialdad, que no hay que confundir con desprecio sino con objetividad, para encarar cuestiones normalmente sujetas, entre los hispanos, a la sentimentalidad exagerada. Analizaba las cuestiones con la exactitud y la cortesía de un francés y aunque a veces se le echaba en cara su actitud, esa objetividad servía para la crítica tranquila de cualquier realidad, por nefasta que fuera, en el mundo hispanoamericano.
Descanse en paz el gran escritor y periodista.
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