Escuchando a ciertos intelectuales se llega a la conclusión de que el fenómeno de la guerra es síntoma de atraso, que en el futuro, gracias al crecimiento moral de la humanidad, no habrá guerras y los conflictos se resolverán de manera pacífica. Así parecen creerlo los movimientos pacifistas cuando se anuncian con caricaturas de violentos hombres primitivos, casi monos, y angelicales hombres modernos.
A mi parecer, no se puede estar más alejado de la realidad; como ya he indicado en otras entradas el fenómeno de la guerra es consustancial a la naturaleza del ser humano, éste podrá actuar mejor o peor, ser un santo o un demonio pero la humanidad en su conjunto no crece moralmente.
A mi parecer, no se puede estar más alejado de la realidad; como ya he indicado en otras entradas el fenómeno de la guerra es consustancial a la naturaleza del ser humano, éste podrá actuar mejor o peor, ser un santo o un demonio pero la humanidad en su conjunto no crece moralmente.
Puede haber más riqueza, más información, más conocimiento pero también surgen otros conflictos y otros problemas. Nuestro pecado original, el ángel malo de nuestra naturaleza, crea constantemente situaciones de balance de poder, y la guerra como decía Clausewitz no es más que la continuación de la política por otros medios.
La guerra se asocia a la tecnología y a la civilización, y un pacifista inteligente debe saber que siempre habrá guerras como siempre habrá pestes. Lo que hay que hacer es gestionar las crisis para evitar la guerra en cada situación. Dicen que de cada diez guerras posibles sólo una se produce, y es de la única que nos acordamos.
Hay situaciones en que se han dado guerras que no beneficiaban a ningún contendiente, que quizá se podrían haber evitado inteligentemente, como la Primera Guerra Mundial; otras guerras eran difícilmente evitables y se han producido como la Segunda Guerra Mundial con un Hitler que había construido una economía de guerra que la hacía inevitable.
Hay situaciones de gran riesgo que, sin embargo, han conseguido salvarse, como la implosión de la URSS y los conflictos con Ucrania, en las que el miedo, más o menos realista, a la destrucción mutua asegurada ha tenido sin duda que ver.
La paz dependerá siempre de la gestión diplomática de los países civilizados y no de artefactos tipo "La ONU" con estructuras burocráticas en las que el voto de Zimbabue vale lo mismo que el de USA.
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