Parece que, por fin, se ha acabado con el culebrón del atunero de curioso nombre, y que no ha habido bajas, de lo que nos congratulamos todos.
Sin embargo, no han quedado claras una serie de cosas: ¿es verdad que el atunero viajaba bajo bandera de conveniencia? ¿Es verdad que no siguió las indicaciones del servicio de información de la OTAN que señalaba zonas de pesca más seguras? ¿Quién ha pagado el rescate? Son preguntas sin respuesta en la debilidad del Estado.
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