Decía Saint Just que se debía dejar al pueblo la vida privada, por ser lo único que éste realmente tiene, aquello de lo que es dueño.
La historia de la vida cotidiana estudia las manifestaciones tenidas por menos importantes en la Historia: "la cotidianidad, lo íntimo, la sensibilidad, la sociabilidad, los afectos; lo que indaga sobre las representaciones sociales del amor, la pareja, la niñez, la sexualidad, la familia, el honor o el gusto. La línea divisoria entre público y privado es muy difusa. Precisamente, esta historiografía trata de demostrar cómo se definen ambas esferas en sociedades y épocas determinadas".
Una de las cuestiones centrales de la disciplina es la dilucidación de las distintas esferas en las que transcurren los cambiantes conceptos de lo público y lo privado, en el espacio y el tiempo, en distintos periodos históricos, formaciones sociales y civilizaciones.
Dependiendo del enfoque, puede tener dimensiones de Historia general, Historia nacional, Historia regional o Historia local. Dependiendo de la perspectiva, puede realizar comparaciones sincrónicas o diacrónicas.
La renovación historiográfica de mediados del siglo XX, con la Historia económica y social de la Escuela de los Annales, permitió una búsqueda de objetos de la Historia con otras perspectivas, como la larga duración de Fernand Braudel.
No es casualidad que sean dos autores próximos a esta escuela francesa, Philippe Ariès y Georges Duby, los que lanzaron el principal éxito editorial de la disciplina, en una verdadera enciclopedia que repasa toda las épocas de la Historia. Jérôme Carcopino, ya en 1939 había titulado una de sus obras como "La vida cotidiana en Roma en el apogeo del Imperio" (La vie quotidienne à Rome à l’apogée de l’Empire).
En el palacio de Versalles, cuando había una recepción y surgía la necesidad de ir al baño ¿qué hacían? Se ocultaban detrás de las cortinas con un orinal y obraban, y un criado se llevaba la obra, dada la gran distancia que había a las letrinas.
Los suizos que eran muy limpios, a principios del siglo XX, se bañaban los sábados. En mi casa de Pamplona, por esa época, había un depósito que se llenaba con una cisterna pues no había agua corriente. Tras la Segunda Guerra Mundial, los americanos inventaron la ducha diaria y ahora dicen que lo hacemos todos, ¿o no?
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