Decía el proetarra Otegi que el régimen surgido de la transición había fracasado; y claro, esto no pasa de ser un mal deseo del individuo en cuestión. Según la definición de Andreotti en política para no fracasar hay que durar, y en ese sentido el régimen de la II Restauración o de la Constitución de 1978 ha sido un éxito completo. Se ha hecho un cambio-reforma desde el franquismo, "de la Ley a la Ley", que dura ya 32 años, y con el añadido de 3 años en la transición estricta, son 35 años, casi un ciclo político de la historia de España.
El cambio se ha realizado internamente, sin intervención decisiva del exterior, al contrario que en Francia, Alemania, Italia y el resto de Europa occidental en las que la salida de la dictadura se hizo con ayuda del ejército americano, o de los países del Este en que se hizo con ayuda de la URSS de Gorbachov y la Rusia de Yeltsin que deshicieron el Imperio de la URSS de Stalin.
No era España especial cuando comenzó el franquismo; antes de la II Guerra Mundial, eran dictaduras Portugal, Alemania, Italia, Albania, Bulgaria, Grecia, Hungría, Polonia, Rumanía y la URSS.
No era España especial cuando comenzó el franquismo; antes de la II Guerra Mundial, eran dictaduras Portugal, Alemania, Italia, Albania, Bulgaria, Grecia, Hungría, Polonia, Rumanía y la URSS.
La Transición Española comenzó el 22 de noviembre de 1975, al ser coronado Juan Carlos I como rey de España, dos días después del fallecimiento de Francisco Franco. Terminaban así casi cuarenta años de dictadura en España, que habían comenzado tras el triunfo de los "nacionales" en la Guerra Civil.
Existen dos grandes teorías contemporáneas sobre el momento en que se puede dar por concluida la Transición. Por un lado está la tesis que apunta a junio de 1977 cuando se celebraron las primeras elecciones democráticas en España desde febrero de 1936. A partir de este momento gobernaría la UCD (Unión del Centro Democrático), encabezada por Adolfo Suárez. Sin embargo, hay teóricos que apuntan a octubre de 1982 para determinar el fin de la Transición. En ese momento el PSOE (Partido Socialista Obrero Español) obtuvo una histórica mayoría absoluta. De esta manera, un partido de izquierdas gobernaba en solitario, por primera vez, en un régimen monárquico.
El contexto diplomático y político internacional fue notablemente más favorable en los años setenta que en los treinta. A pesar de que la Guerra Fría, entre los dos grandes bloques, seguía dominando las relaciones internacionales el inicio de la transición española se desarrolló en el contexto de un deshielo incipiente. La cumbre celebrada entre Ford y Brezhnev en Vladivostok en noviembre de 1974 supuso un nuevo hito en las relaciones entre las grandes potencias e hizo posible un ambiente más distendido, que tuvo como fruto la firma de la "Declaración sobre la Seguridad y la Cooperación en Europa" en julio de 1975.
Las etapas de Suárez en la transición son tres fundamentales: en la primera se consiguió sacar adelante la Ley de Reforma Política, que fue aprobada por las Cortes franquistas gracias a los buenos oficios de Torcuato Fernández Miranda, de Fraga y con la colaboración de Miguel Primo de Rivera, sobrino del fundador de Falange; fue aprobada en referéndum nacional en condiciones democráticas, cuando los partidos tolerados apelaban a la abstención activa y el Búnker al no.
Suárez implicó a los partidos políticos en la consolidación económica de los "Pactos de la Moncloa", legalizó a los partidos incluido el Partido Comunista, aunque ahí se enajenó el odio de algunos militares, y convocó elecciones generales a Cortes constituyentes con la presencia de todos los partidos, aunque la ultraizquierda tuviera que presentarse como coaliciones electorales, elecciones que ganó.
Suárez implicó a los partidos políticos en la consolidación económica de los "Pactos de la Moncloa", legalizó a los partidos incluido el Partido Comunista, aunque ahí se enajenó el odio de algunos militares, y convocó elecciones generales a Cortes constituyentes con la presencia de todos los partidos, aunque la ultraizquierda tuviera que presentarse como coaliciones electorales, elecciones que ganó.
En el segundo, negoció una Constitución sacando de la chistera el "Estado de las Autonomías" con el complicado puzzle del café para todos; una Constitución claramente escorada a la izquierda; luego, convocó nuevas elecciones que volvió a ganar.
En el tercero, negoció unos Estatutos de Autonomía excesivos que hoy día marcan la agenda nacional y se empecinó en políticas que casi hacen fracasar al sistema en el 23F donde, sin embargo, mantuvo el tipo con Gutiérrez Mellado y con Carrillo.
La Constitución de 1978 encierra luces y sombras; si la acción política hay que verla en un tiempo y en un lugar, yo volvería a votarla ya que fue una salida a la situación de aporía en la que estábamos; sin embargo, entonces, pensé que sus defectos serían corregidos en el futuro y desde luego no ha sido así.
Quizá, como consecuencia del largo periodo sin partidos legales, se dota a estos de una preeminencia desorbitada. En el artículo 2º se introduce el término "nacionalidades" que como dijo Cela, el senador real, o es simplemente un atributo de la nación o no sabemos lo que es. Se dota al Estado de fuertes competencias en materias propias de la libertad de cada uno y no se respeta suficientemente la propiedad privada de los pobres.
En el Título VIII se crea una nueva administración pública, con un prolijo sistema de competencias, que será el pivote sobre el que girará el Estado; sin embargo, el artículo 150 abre un portillo a la transferencia a las autonomías de competencias del Estado, dejando el proceso indefinidamente suelto.
Los sistemas de garantías como la independencia del Poder Judicial, la independencia del Tribunal Constitucional o la del Tribunal de Cuentas quedan excesivamente en manos de los partidos; también obliga a que la circunscripción electoral sea exclusivamente la provincia, lo que impide a los nuevos partidos prosperar y da un poder excesivo a los partidos nacionalistas.
Los sistemas de garantías como la independencia del Poder Judicial, la independencia del Tribunal Constitucional o la del Tribunal de Cuentas quedan excesivamente en manos de los partidos; también obliga a que la circunscripción electoral sea exclusivamente la provincia, lo que impide a los nuevos partidos prosperar y da un poder excesivo a los partidos nacionalistas.
Hoy en día, los defectos enquistados de esta Constitución unidos a un gobierno decidido a manipular la Ley sin control para sus objetivos cortoplacistas y la más brutal crisis económica, sobrevenida después del periodo de prosperidad más grande de la Democracia, nos llevan inevitablemente a una crisis nacional y al fin de un ciclo histórico.
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