Hay que pensar que España debe de tener o, al menos, haber retenido algo de su importancia, porque es uno de esos países que son objeto de una carrera por parte de historiadores extranjeros. Entre los hispanistas destacan los que se interesan por la guerra civil (1936-1939), es decir la Guerra Civil; pero eso no quiere decir que no haya grupos que se dediquen a otras etapas, como el Imperio o la Edad Media, pues en toda época se manifiesta la importancia de la Historia de España.
Viene esto a cuento por la profusión de estudios de españoles y extranjeros a propósito de esa guerra en España. En un primer momento, tras la guerra, aparecieron los hagiógrafos de ambos bandos; dado el resultado de la contienda los hagiógrafos de la República estaban en el exilio.
Agustín de Foxá y Wenceslao Roces o Álvarez del Vayo son nombres de historiadores, muchas veces aficionados, que sustentaban este primer periodo de fidelidad y enaltecimiento de la causa; en este caso las causas.
Luego, con el paso del tiempo, se produjo la aparición de historiadores y una Historia de la Guerra Civil más enraizada en la objetividad; en esa evolución están, dentro de España, personajes como Ricardo de la Cierva, los hermanos Salas Larrazábal y fuera Stanley G. Payne por el bando menos iracundo con el franquismo; en el otro bando aparece Tuñón de Lara o Paul Preston. Como cosa curiosa recordaré la historia de los hermanos Salas que, hijos de un historiador militar director del archivo de la Guerra Civil, aceptaron sustituir a su padre, ordenar y estudiar el archivo, pero a condición de que les dejaran trabajar con "objetividad" y eso que uno de ellos había combatido en la Guerra.
Con la llegada de la democracia, desembarcaron en la universidad los seguidores de Tuñón y de los hispanistas de izquierda que fueron desplazando a los contrarios, contando para ello con la ayuda de la gran corriente de historiografía económica que, aunque seguidores de Vicens Vives que en los años cuarenta ejercía como falangista, fueron paulatinamente aceptando tesis cada vez más izquierdistas, hasta el punto de aparecer como neo marxistas, como por ejemplo Gabriel Tortella y Leandro Prados de la Escosura.
Pero en los noventa del siglo XX, reaparecen las figuras de la otra parte capitaneadas por Ricardo de la Cierva y Stanley G. Payne que inspiran a ciertos universitarios en sus tesis; esto no preocupa mucho a la posición dominante hasta que ciertos hispanistas de izquierda como Hugh Thomas empiezan a moderar sus discursos y aparecen historiadores divulgadores con ventas abundantes en el público no especializado, que reivindican descaradamente las tesis de los Salas.
Historiadores como Luís Suárez, Pio Moa y César Vidal, sobre todo los dos últimos, provocan una cadena de condenas, ya que su realidad impide que se les pueda ningunear. La batalla está ahora con algunas organizaciones de la memoria histórica apoyadas por gente como Cebrián o Santos Juliá, más o menos partidarios de ilegalizar ciertas opiniones a las que califican como revisionistas. Curiosamente, tanto Pio Moa como César Vidal fueron activistas antifranquistas en vida de Franco, en tanto que muchos detractores suyos medraban de manera descarada.
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