Desde el momento en que los ciudadanos de los Estados Unidos empezaron a tomar conciencia de tener intereses conjuntos, en definitiva un esbozo de conciencia particularista o nacional, cifraron sus objetivos en ser como la nación acabada que representaba la metrópoli.
Incluso tras la ruptura violenta que, producida por intereses económicos, movilizó a numerosas capas de la población en la guerra de independencia, aun así fueron capaces de ofrecer la corona constitucional al propio rey de Inglaterra que declinó la propuesta.
A esta querencia americana que llevaba a numerosos próceres a viajar a Inglaterra, una vez normalizadas las relaciones del nuevo país con la antigua metrópoli, que producía en el imaginario americano una idea de Europa identificada con la que había sido la isla y nación británica, la llamaremos la edad de la inocencia inicial americana, aunque al final en el imaginario americano también aparece París (La Torre Eiffel).
Conspicuo representante de esta mentalidad era el escritor Henry James. Como escritor se considera a James una de las grandes figuras de la literatura transatlántica. Sus obras están basadas frecuentemente en la yuxtaposición de personajes del Viejo Mundo: artístico, corruptor y seductor y el Nuevo Mundo, donde la gente es a menudo insolente, abierta y firme.
A finales del siglo XX, muchas de las novelas de James fueron hechas en versión cinematográfica por el equipo de Ismail Merchant y James Ivory, y este periodo vio el resurgimiento del interés en sus trabajos. Otra representante del periodo sería Edith Wharton.
Con el paso del tiempo, sobre todo tras la I Guerra Mundial, comenzó la mitificación del pasado vikingo de los norteamericanos, todo el mundo proclamaba su origen nórdico; claro, es verdad que, después de la guerra de secesión en 1864, llegó a los USA una gran cantidad de daneses, suecos, noruegos y alemanes para poblar el Oeste americano, huían de la gran hambruna nórdica.
Uno de los grandes aficionados a esta beatería era el gran actor, americano de origen judeoruso, Kirk Douglas que en la cima de su fama se propuso popularizar las andanzas de este pueblo del mar. En 1958 Douglas, que había estudiado Historia, coprodujo una película de la que fue protagonista: "Los Vikingos", con el propósito de desmitificar los estereotipos que los americanos tenían de esas gentes.
Cuando llegaron los años sesenta, se produjo un nuevo idilio con otros pueblos. Los americanos en plena revolución contracultural empezaron a considerar el poner de moda el orientalismo, China, Japón, La India, contra su anterior eurocentrismo. Multitud de nuevas religiones, tipos de comida, arte, artes marciales, filosofías etc., empezaron a ponerse de moda en unos USA embarrancados en la guerra de Vietnam.
Junto a eso, en algunas universidades empezó a reivindicarse el pasado aborigen de los USA; así junto a Castaneda, el suroeste geográfico de EEUU y el norte de Méjico se puso de moda para un montón de beatniks locos: Charles Burroughs, Albert Hofmann, Aldous Huxley, Antonio Escohotado, Ernst Jünger, Javier Esteban, Josep Maria Fericgla, Terence McKenna, que estudiaban las culturas y las drogas de los indios Yaquis, Apaches, Pueblo y también, claro, la tribu perdida de los Anasazi. Ahora los americanos están volcados en Asia, sin haber olvidado el indigenismo, muchos piensan que a la vieja Europa que la zurzan.
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