Hay algunas corrientes historiográficas que hablan de la Europa de las cinco naciones; esto no quiere decir que crean en la existencia de unos entes metafísicos de vida eterna o hemieterna.
No, de lo que hablamos es de la existencia de unos teatros de operaciones históricas, unos espacios geopolíticos, geoeconómicos, geográficos y culturales que se desempeñan en una parte de la historia; es decir, tienen un comienzo y tendrán un final.
Ni que decir tiene que, como sabemos, la mayor parte de la historia de los pueblos que constituyen la especie humana se ha desarrollado sin tener en cuenta estos espacios; las bandas de cazadores recolectores no tenían Historia, es decir Ciencia Histórica, ya que ni ellos ni otros eran capaces de determinar esas realidades.
En el caso concreto de la península ibérica, para que aparezcan estos espacios es necesario que lleguen los fenicios y griegos; estos pueblos, que eran grandes navegantes, fueron capaces de circunvalar la península y apreciar los movimientos intrahistóricos que se producían en su seno.
Las diferentes tribus y pueblos no eran todavía conscientes de las implicaciones de esas fuerzas.
Tras las guerras púnicas, la península pasa a formar parte del Imperio Romano; los romanos entienden perfectamente el sistema peninsular y denominan al territorio a colonizar y romanizar, Hispania. Sin embargo, el territorio es demasiado amplio para la época y los romanos lo dividieron en tres provincias primero y luego en dos.
Las corrientes de comunicación, entre los diversos territorios y pueblos, son ya más conocidas por los propios protagonistas. La continuidad histórica de esos espacios alberga en su seno, a lo largo de la historia, diversos entes políticos.
En España existió el reino de los godos, Al Andalus, los reinos cristianos y, finalmente, el naciente Estado español de los Reyes Católicos.
Hemos tenido a Portugal dentro del Estado entre 1580 y 1640, hemos formado parte de un Imperio hispano americano donde no se ponía el sol y ahora formamos parte de la UE.
No podemos descartar que en el futuro, la nación histórica cuente con otras naciones políticas según las vicisitudes que ocurran.
¿Tienen las naciones históricas fin? Sí, como cualquier obra humana, el fin será cuando las relaciones entre los seres humanos se desarrollen en espacios virtuales y se relegue a secundario el espacio físico, entonces dejarán de operar esas performances geográficas.
Pero ni en el improbable caso de que se viviese en un Mátrix virtual se podría eludir a la nación cultural que es el idioma. Y aun así la constitución de interlinguas simples (los idiomas se hacen más sencillos con el tiempo lo que conviene a los políticos) podría evitar la división de las lenguas como ocurrió con el latín.
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