La formación de los entes estatales nacionales a lo largo de la historia se produce a veces por la afinidad cultural, el aprecio entre vecinos y "la sangre y la tierra". Sin embargo, en otras ocasiones es el interés la estaca que puede apuntalar la formación de Estados.
El caso de la unión de Castilla y Aragón, al final de la Edad Media, es de estos últimos. Los aragoneses veían que su Imperio marítimo, con fuertes tensiones en Italia, su rivalidad con Francia y Castilla se podía atemperar con la alianza matrimonial con Castilla; no en vano ambos países estaban gobernados por la misma dinastía y existía fuerte influencia cultural en las fronteras de ambos territorios.
La ayuda militar castellana, plasmada en las guerras de Italia, se compadeció de la ayuda económica que los aragoneses dieron a la empresa conjunta; aunque esto nunca estuvo exento de roces en las cuentas, así decimos en España "las cuentas del Gran Capitán".
Todo esto ha sido, en la ya larga historia de España, subsumido por las relaciones del Estado y la moderna Cataluña; si bien gran parte del territorio aragonés se ha fundido en España y su cultura, la industrialización catalana le ha permitido mantener una cultura y una economía en cierta medida autónoma; por eso, en la modernidad, se dio la Renaixença cultural y el surgimiento del catalanismo político muchas veces citado en el blog.
Los conflictos catalanes en la historia y el dinero de las balanzas fiscales han estado muchas veces en el candelero; como por ejemplo en la terrible crisis económica catalana del siglo XVI, en la rebelión de los segadores del siglo XVII que fue un conflicto clasista producido por las dificultades económicas subsiguientes al periodo de incremento de la riqueza por la participación catalana en las guerras con Francia, siendo el miedo ante este conflicto el que llevó a negar al Conde Duque dinero para la Unión de Armas contra Francia, y la consiguiente defección del Consejo dirigido por Pau Claris.
En la Restauración, hubo rebeliones catalanas, más bien barcelonesas, al pago de impuestos y contribuciones cuando la burguesía consideraba su aportación excesiva; la paz reinaba cuando se defendían los intereses catalanes en Cuba o se preservaba el mercado cautivo español para los productos catalanes.
En cierta medida, estas tensiones, actualmente muy presentes, son parecidas a la situación de Alemania en el seno de la UE, ya que los alemanes contribuyen a su sostenimiento de manera exorbitante. Siempre hay que estar en el equilibrio que supone la Teoría del Desarrollo, a saber: o bajamos nuestra contribución, las zonas menos ricas no se desarrollan y no nos compran, o subimos nuestra contribución, se desarrollan y nos compran pero se desequilibra la balanza fiscal. Roguemos por que nuestros políticos se doten de seny y sepan encontrar el equilibrio.
El caso de la unión de Castilla y Aragón, al final de la Edad Media, es de estos últimos. Los aragoneses veían que su Imperio marítimo, con fuertes tensiones en Italia, su rivalidad con Francia y Castilla se podía atemperar con la alianza matrimonial con Castilla; no en vano ambos países estaban gobernados por la misma dinastía y existía fuerte influencia cultural en las fronteras de ambos territorios.
La ayuda militar castellana, plasmada en las guerras de Italia, se compadeció de la ayuda económica que los aragoneses dieron a la empresa conjunta; aunque esto nunca estuvo exento de roces en las cuentas, así decimos en España "las cuentas del Gran Capitán".
Todo esto ha sido, en la ya larga historia de España, subsumido por las relaciones del Estado y la moderna Cataluña; si bien gran parte del territorio aragonés se ha fundido en España y su cultura, la industrialización catalana le ha permitido mantener una cultura y una economía en cierta medida autónoma; por eso, en la modernidad, se dio la Renaixença cultural y el surgimiento del catalanismo político muchas veces citado en el blog.
Los conflictos catalanes en la historia y el dinero de las balanzas fiscales han estado muchas veces en el candelero; como por ejemplo en la terrible crisis económica catalana del siglo XVI, en la rebelión de los segadores del siglo XVII que fue un conflicto clasista producido por las dificultades económicas subsiguientes al periodo de incremento de la riqueza por la participación catalana en las guerras con Francia, siendo el miedo ante este conflicto el que llevó a negar al Conde Duque dinero para la Unión de Armas contra Francia, y la consiguiente defección del Consejo dirigido por Pau Claris.
En la Restauración, hubo rebeliones catalanas, más bien barcelonesas, al pago de impuestos y contribuciones cuando la burguesía consideraba su aportación excesiva; la paz reinaba cuando se defendían los intereses catalanes en Cuba o se preservaba el mercado cautivo español para los productos catalanes.
En cierta medida, estas tensiones, actualmente muy presentes, son parecidas a la situación de Alemania en el seno de la UE, ya que los alemanes contribuyen a su sostenimiento de manera exorbitante. Siempre hay que estar en el equilibrio que supone la Teoría del Desarrollo, a saber: o bajamos nuestra contribución, las zonas menos ricas no se desarrollan y no nos compran, o subimos nuestra contribución, se desarrollan y nos compran pero se desequilibra la balanza fiscal. Roguemos por que nuestros políticos se doten de seny y sepan encontrar el equilibrio.
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