Dentro de la Península italiana, en la región de Campania, se situaban las ciudades romanas de Pompeya y Herculano que fueron destruidas por una erupción del Vesubio durante el pontificado del emperador Tito.
Estaban localizadas en una región con grandes posibilidades agrícolas y próximas a la ciudad de Nápoles. Si bien constituían ciudades de poca relevancia dentro del Imperio romano, la lava y las cenizas de un volcán como el Vesubio, que prácticamente las enterró y facilitó su conservación, nos permiten conocer cómo eran en época romana.
Este hecho se produjo en el mes de Agosto del año 79 d.C., cuando un alud de fango enterró a la ciudad de Herculano, mientras que Pompeya recibía una lluvia de cenizas, junto a trozos enormes de piedra pómez. Finalmente los vapores de azufre envolvieron a estas ciudades y asfixiaron a sus habitantes. El naturalista Plinio el joven describió la erupción de la que fue superviviente, por eso a este tipo de erupciones se les llama plinianas.
Una parte importante de sus habitantes murió en el momento de su destrucción, entre ellos el famoso naturalista Plinio el viejo mientras observaba la actividad del volcán. En un radio de dieciocho kilómetros el paisaje quedó afectado y también los campos fértiles que rodeaban a estas ciudades quedaron arrasados. Muchas de las muertes se produjeron por asfixia y envenenamiento con monóxido de carbono.
La bahía de Nápoles estaba poblada por un cúmulo de pequeñas aldeas y estas dos ciudades; pero en la entrada, algo más alejado del volcán, se encontraba un puerto militar que era el ancestro de la actual ciudad de Nápoles; cuando se destruyeron Pompeya y Herculano la historia dio vía libre a Nápoles para crecer hasta la gran ciudad que es hoy.
Antes de la erupción, el volcán aparecía apagado; por eso la gente habitaba sus alrededores; sin embargo, a partir de la gigantesca explosión, el volcán sigue activo hoy en día.
Estaban localizadas en una región con grandes posibilidades agrícolas y próximas a la ciudad de Nápoles. Si bien constituían ciudades de poca relevancia dentro del Imperio romano, la lava y las cenizas de un volcán como el Vesubio, que prácticamente las enterró y facilitó su conservación, nos permiten conocer cómo eran en época romana.
Este hecho se produjo en el mes de Agosto del año 79 d.C., cuando un alud de fango enterró a la ciudad de Herculano, mientras que Pompeya recibía una lluvia de cenizas, junto a trozos enormes de piedra pómez. Finalmente los vapores de azufre envolvieron a estas ciudades y asfixiaron a sus habitantes. El naturalista Plinio el joven describió la erupción de la que fue superviviente, por eso a este tipo de erupciones se les llama plinianas.
Una parte importante de sus habitantes murió en el momento de su destrucción, entre ellos el famoso naturalista Plinio el viejo mientras observaba la actividad del volcán. En un radio de dieciocho kilómetros el paisaje quedó afectado y también los campos fértiles que rodeaban a estas ciudades quedaron arrasados. Muchas de las muertes se produjeron por asfixia y envenenamiento con monóxido de carbono.
La bahía de Nápoles estaba poblada por un cúmulo de pequeñas aldeas y estas dos ciudades; pero en la entrada, algo más alejado del volcán, se encontraba un puerto militar que era el ancestro de la actual ciudad de Nápoles; cuando se destruyeron Pompeya y Herculano la historia dio vía libre a Nápoles para crecer hasta la gran ciudad que es hoy.
Antes de la erupción, el volcán aparecía apagado; por eso la gente habitaba sus alrededores; sin embargo, a partir de la gigantesca explosión, el volcán sigue activo hoy en día.
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